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De Chávez a Maduro: Balance y perspectivas

 

Resumen

Por iniciativa del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario y de la Red de Estudios Colombo-venezolanos se estructuró un libro con el propósito de ofrecer elementos para el análisis y el debate acerca de las complejas realidades que configuran el panorama político venezolano contemporáneo. Esta obra describe las transformaciones del Estado venezolano desde la llegada del proyecto político de la Revolución Bolivariana, develando las falencias del modelo económico y de la dependencia del petróleo. Está integrado por un conjunto de reflexiones sobre el petróleo y el Estado, el sistema político, las estrategias de despliegue institucional y la política exterior permitiéndole al lector en un contexto altamente ideologizado y politizado tener una compresión más reposada sobre lo que ha ocurrido en Venezuela como resultado de decisiones políticas y coyunturas particulares.

 

Palabras clave: Venezuela, Chavismo, sistema político, transformaciones del petróleo y Estado, cambios sociales y políticos.

 

From Chávez to Maduro: Assessment and Perspectives

 

Abstract

On the initiative of the Venezuela Observatory of the Universidad del Rosario and the Colombia-Venezuela Studies Network, this work offers material on the complex realities of contemporary Venezuelan politics for analysis and debate. It describes the transformations of the Venezuelan State since the Bolivarian Revolution took power, detailing the failings of its economic model and dependence on oil. It contains a series of reflections on petroleum and the State, the political system, the structure of its institutions, and foreign policy. With the benefit of this information, the reader will be able to develop a more nuanced understanding of what has taken place in Venezuela as a result of political decisions in particular circumstances, despite the highly ideological and politicized context in which this discussion often takes place.

 

Keywords: Venezuela, Chavismo, political systems, transformations of oil and the State, social change and politicians.

 

Citación sugerida:

Ramos Pismataro, F.; de Lisio, A.; Rodríguez, R. F. (eds. acad.). (2016). De Chávez a Maduro: Balance y perspectivas. Bogotá: Editorial Universidad del Rosario.

DOI: dx.doi.org/10.12804/tp9789587388008

 

 

 

 

 

 

DE CHÁVEZ A MADURO:
BALANCE Y PERSPECTIVAS

 

 

FRANCESCA RAMOS PISMATARO

ANTONIO DE LISIO

RONAL F. RODRÍGUEZ

Editores académicos

 

De Chávez a Maduro: Balance y perspectivas / Francesca Ramos Pismataro, Antonio de Lisio, Ronal F. Rodríguez, editores académicos. - Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2016.

xv, 241 páginas - (Textos de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales)

Incluye referencias bibliográficas.

 

ISBN: 978-958-738-799-5 (impreso)

ISBN: 978-958-738-800-8 (digital)

 

Presidentes - Sucesión - Venezuela / Chávez Frías, Hugo / Maduro, Nicolás, 1962-     / Venezuela - Política y gobierno - 1999/ Venezuela - Condiciones económicas - 1999 / I. Ramos Pismataro, Francesca / II. De Lisio, Antonio / III. Rodríguez, Ronal F. / IV. Universidad del Rosario. Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales / VII. Título / VIII. Serie.

 

320.987  SCDD 20

 

Catalogación en la fuente – Universidad del Rosario. Biblioteca

 

JDA Septiembre 30 de 2016

Hecho el depósito legal que marca el Decreto 460 de 1995

 

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Textos de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales

 

©  Editorial Universidad del Rosario

© Universidad del Rosario, Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales

© Varios autores

 

 

Editorial Universidad del Rosario

Carrera 7 Nº 12B-41, oficina 501 • Teléfono 297 02 00

editorial.urosario.edu.co

Primera edición: Bogotá D.C., diciembre de 2016

 

ISBN: 978-958-738-799-5 (impreso)

ISBN: 978-958-738-800-8 (digital)

DOI: dx.doi.org/10.12804/tp9789587388008

 

Coordinación editorial: Editorial Universidad del Rosario

Corrección de estilo: El Amanuense

Diseño de cubierta: Miguel Ramírez, Kilka DG

Diagramación: Precolombi EU-David Reyes

Desarrollo epub: Lapiz Blanco S.A.S.

 

Hecho en Colombia

Made in Colombia

 

Los conceptos y opiniones de esta obra son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no comprometen a la universidad ni sus políticas institucionales.

 

Fecha de evaluación: 3 de mayo de 2016

Fecha de aprobación: 1 de agosto de 2016

 

Todos los derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida sin el permiso previo por escrito de la Editorial Universidad del Rosario.

 

 

 

Francesca Ramos Pismataro

Profesora y directora del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario.

Antonio De Lisio

Doctor en Ciencias. Investigador Centro de Estudios del Desarrollo –CENDES– de la Universidad Central de Venezuela.

Ronal F. Rodríguez

Profesor e investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario. Presidente de la Fundación SurContinente.

Rafael Quiroz Serrano

Profesor de la Universidad Central de Venezuela. Jefe de cátedra de la Asignatura de Economía y Política Petrolera de la EEI/FACES/UCV. Asesor de la Presidencia del Banco Central de Venezuela.

Humberto García Larralde

Individuo de Número de la Academia Nacional de Ciencias Económicas de Venezuela. Doctor en Estudios del Desarrollo del Centro de Estudios del Desarrollo –CENDES– y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela.

Manuel Anselmi

Doctor en Ciencias Sociales. Investigador en Sociología Política en la Universidad de Perugia. Coordinador del Área de América Latina del International Center on Democracy and Democratization –ICEDD– Libera Università degli Studi Sociali.

Laura Rondón L.

Profesora de la Universidad del Rosario, Bogotá, Colombia.

Domingo Irwin

Doctor en Historia egresado en la Universidad Andrés Bello, magíster en Seguridad y Defensa en el Instituto de Altos Estudios de la Defensa Nacional “Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre” –IAEDEN– y Philosophie Magistrum en la University of Glasgow

Ingrid Micett

Magíster en Historia egresada de la Universidad Católica Andrés Bello –UCAB–, especialista en integración cívico-militar y en Historia Militar de la Universidad Militar Bolivariana de Venezuela.

Yann Basset

Profesor y director del programa de Ciencia Política y Gobierno de la Universidad del Rosario, Bogotá, Colombia.

Andrés Felipe Guevara Merino

Joven Investigador del Observatorio de Procesos Electorales de la Universidad del Rosario, Bogotá, Colombia.

Juan Camilo Ito C.

Profesor e investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario.

Andrés Otálvaro

Doctor en el Instituto de Historia Ibérica y Latinoamericana –IHILA– de la Universidad de Colonia, Alemania.

Carlos A. Romero

Doctor en Ciencia Política y profesor titular de la Universidad Central de Venezuela, Caracas.

Socorro Ramírez

Politóloga y posdoctorado, Institut des Hautes Études de l’Amérique Latine –IHEAL–, Universidad Sorbonne Nouvelle-Paris III. Doctora en Ciencia Política, Universidad Sorbona- Paris I. Profesora titular de la Universidad Nacional de Colombia, 1992-2009. Columnista del diarioEl Tiempo desde 2009.

Presentación

 

 

 

 

 

Por iniciativa del Observatorio de Venezuela de la Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario y de la Red de Estudios Colombo-venezolanos se estructuró un libro con el propósito de ofrecer elementos para el análisis y el debate acerca de las complejas realidades que configuran el panorama político venezolano contemporáneo. Por tal motivo, se invitó a un grupo de académicos para que, desde sus respectivas especialidades y enfoques, realizaran un balance del proceso político iniciado y liderado por Hugo Chávez desde finales de la década de los 90, y una aproximación a las perspectivas que se esbozan a mediano plazo con el ascenso de Nicolás Maduro.

Los artículos discurren por un conjunto de ejes temáticos que le permiten al lector tener una comprensión integral de los principales fenómenos políticos, económicos, sociales e internacionales que atañen a Venezuela. Sin lugar a dudas, esta nación es hoy en día uno de los temas de mayor interés académico para América Latina, entre otras razones, porque hace parte del debate sobre las particularidades de la democracia en la región, sobre la puesta en marcha de un modelo de izquierda que se autodenomina revolucionario, y porque lo que ocurre en el país tiene incidencia en el funcionamiento de la actual arquitectura institucional regional que incluye plataformas como la UNASUR, la CELAC, Petrocaribe, el ALBA, entre otros.

El libro está dispuesto con el objeto de ver cómo ha cambiado el régimen con Chávez y Maduro. Pero para poder hacer esta comparación se requiere introducir al lector en una relación que ha caracterizado históricamente a Venezuela y a su sistema político: la relación entre el petróleo y el Estado. El primero, factor fundamental del desarrollo del país a lo largo del siglo XX, ha conducido a la consolidación de un PetroEstado como lo llamó Terry Lynn Karl. Pasó éste a ser un instrumento vital de la política doméstica y de la ­internacional hasta los albores del siglo XXI. Su poder político y económico es producto de su doble capacidad para capturar la renta del mercado energético internacional y distribuirla en el plano doméstico (Karl, 1999, p. 36). Claro está con efectos distintos en las épocas de bonanza y en las de descenso de los precios del crudo.

En Venezuela el petróleo se constituyó en la fuente de ingresos que, entre otros factores, facilitó el sostenimiento de pulsiones personalistas, un elemento siempre presente en la política del país. La gota petrolera y su distribución ha allanado el camino de los cambios que paulatinamente se han ido introduciendo como parte del proyecto chavista y que han transformado el sistema político, el andamiaje institucional y los procesos electorales.

Pareciera surgir como corolario que pocos factores igualan en importancia al petróleo y sus potencialidades de cambio en términos políticos, sociales y económicos; ello explica por qué, así como en el pasado se convirtió en la espina dorsal del sistema bipartidista, lo ha sido también a inicios del XXI del chavista con sus propias particularidades que son justamente las que se abordan a lo largo del libro. Lo sorprendente es que el sostén del nuevo modelo con Chávez, en vez de aminorar el efecto del petróleo, lo acentuó por cuanto empezó a manejar discrecionalmente y fuera de la institucionalidad participativa (el congreso) los presupuestos. El efecto en una situación de precios altos posibilitó el desarrollo de la presunta revolución. Ahora con Maduro y los precios bajos la situación es diferente.

Esta base económica (el petróleo), con los nuevos mecanismos de distribución (fondos provenientes del petróleo), dan un contexto distinto a las luchas políticas y sociales, y a las operaciones tanto de Chávez como de Maduro. Un presunto populismo es viable cuando hay recursos, pero se limita cuando deja de haberlos. En ese escenario aparecen como esenciales los actores militares que han sido en buena parte de la historia venezolana árbitros en los procesos políticos discutidos, de donde Chávez surge pero no así Maduro. ¿Cómo hacerlos parte de la distribución de esta renta para tenerlos dentro del lado institucional?, ¿cómo hacer una “nueva” política bajo la dirección directa del presidente y sin el control de la Asamblea Nacional?, ¿cómo operar el Estado a pesar de una oposición de manera unifocal?

Todas esas preguntas surgen de un cambio de gobierno en un mismo régimen y con unas transformaciones económicas y sociales que eran permitidas por el precio internacional del petróleo. En fin, el libro trata de responder a la situación del país desde la lógica de la dependencia del petróleo dentro de la operación de una revolución que quiere ser grande, internacional con la cual resolver los males de una sociedad tradicional.

El libro desarrolla, entonces, las piezas que pueden dar una muestra de los elementos más importantes que inciden dentro de la operación social y política del país, así como de las relaciones internacionales; dar luces sobre los elementos de poder del régimen político que ya no tiene a su líder carismático.

Los artículos fueron escritos por los investigadores invitados durante el año 2014 y hasta mediados del 2015, teniendo que ser ajustados en este lapso de tiempo producto de los avatares propios de la realidad política venezolana. Los efectos políticos y económicos de variables externas como el desplome de los precios del petróleo a nivel internacional, así como los que están ligados a distorsiones internas del modelo que agudizan las múltiples crisis que vive el país, son prueba de un panorama político en permanente trasformación. Otros sucesos importantes, como las elecciones a la Asamblea Nacional que se llevaron a cabo en diciembre de 2015 o la crisis fronteriza entre Colombia y Venezuela de agosto de 2015, no alcanzaron a ser incluidos en los análisis temáticos. Sin embargo, ambos son sintomáticos, por un lado, del deterioro del apoyo popular del chavismo producto de la difícil situación económica, el desabastecimiento y la inseguridad ciudadana, y por el otro de la necesidad de “cerrarse” —como si ello fuese posible pese a la existencia de una extensa y porosa frontera— ante una situación interna complicada.

Queremos agradecer a los distintos autores que decidieron participar en este proyecto, y que se vieron en la necesidad de ajustar y actualizar en varias ocasiones sus escritos, y a Juan Camilo Ito C. por su apoyo en la corrección de estilo, y sus aportes en la estructuración del libro.

 

 

Francesca Ramos y Antonio de Lisio

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

PETRÓLEO Y ESTADO

 

 

 

El Petróleo en Venezuela

Rafael Quiroz Serrano*

 

*  Profesor de la Universidad Central de Venezuela. Jefe de Cátedra de la Asignatura de Economía y Política Petrolera de la EEI/FACES/UCV. Asesor de la Presidencia del Banco Central de Venezuela.

 

 

 

 

 

 

Entre riscos y cumbres andinas, y rodeado de laderas, riachuelos y potreros con olor a eucaliptos y cafetos, el chorro petrolero surgió por primera vez en suelo venezolano el 18 de mayo de 1875. Sucedió en las cercanías de Rubio, municipio Junín del fronterizo estado Táchira, en la finca La Alquitrana, de Manuel Antonio Pulido Pulido. A este pozo petrolero se le llamó Eureka. Un terremoto producido en la ciudad de Cúcuta, Departamento de Norte de Santander (Colombia), hizo sentir sus efectos sísmicos en la frontera colombo-venezolana, y los impactos telúricos estremecieron las poblaciones de Capacho, Rubio y San Antonio del Táchira. Tres años más tarde, en 1878, se fundó la primera compañía petrolera venezolana, llamada la Petrolia del Táchira, de capital enteramente nacional, y en 1883 llegó la New York & Bérmudez Company, la precursora de las transnacionales que poco a poco arribarían tras el olor del petróleo.

Para aquel entonces, mientras el estado Táchira era lejano y ajeno a las lógicas de la capital de la República, Venezuela venía de ser sacudida por repetidas guerras civiles desde 1830, desde el mismo momento del alba de la Patria libre; una Venezuela en la que parecía que el tiempo se detenía, estancada, adormecida en su destino y en la que reinaban el pesimismo y la autarquía política, debido a los caciques o caudillos regionales. A partir de aquí, el país relegó al sector agrícola y productivo, y se plegó a la capacidad de absorción de capital de “un país rentista, y que tomó la vía cómoda del parasitismo y de la vida fácil” (Uslar Pietri, 1947, p. 30).

 

1. El Petróleo y el Estado

Fue de esta forma como las principales fuentes en la formación y acumulación internas de capital, así como el elemento de vinculación al mercado capitalista mundial, vinieron dadas por la renta del suelo y la condición rentística de la economía y del Estado venezolanos, y ello permitió que se asentaran las bases teóricas y empíricas de la política económica del “Capitalismo Rentístico” (Baptista, 1987, p. 115). Esto planteó necesariamente el dilema petróleo versus desarrollo, y el Estado se inclinó gradualmente por utilizar, sólo en un principio, buena parte de la renta petrolera en función del desarrollo agrícola e industrial del país, a la vez que ampliaba su radio de acción para llenar el espacio que aún no podía ocupar un capitalismo nacional privado incipiente, timorato y nada audaz.

Se trataba de una riqueza que, como regalo del Altísimo, había llegado por azar de la naturaleza y no tendría que ser producida, sino simplemente extraída del subsuelo y ser vendida a los mejores precios de realización en el mercado mundial de los hidrocarburos. Es decir, hace un siglo que Venezuela empezó a gravitar bajo la órbita del barril; petróleo, concesiones, renta, opulencia y dinero se convirtieron en los signos de la historia cuando, por las grietas del tiempo, apenas se filtraban las primeras luces matinales del siglo XX.

 

1.1. Siembra del Petróleo

Pero no fue sino hasta la década de los años veinte cuando realmente en Venezuela comenzó la “era del petróleo”, pues ya para finales de aquel decenio el país se había convertido en el primer exportador y el segundo productor de petróleo del mundo. No obstante, transcurrían los años 30 cuando Alberto Adriani1 (1870-1956) y Vicente Lecuna2 (1898-1936) protagonizaron un debate sobre cómo administrar los ingresos que sobrevendrían producto de la actividad petrolera. Adriani sustentaba la tesis de que el Estado debía utilizar la renta petrolera en el desarrollo de los sectores productivos internos (agricultura e industria), y así promover y definir una estrategia que, a largo plazo, garantizara una economía generadora de riqueza permanente, en pro del desarrollo económico del país, y para no depender únicamente del subsuelo y esquivar así a la Venezuela mono productora y mono exportadora del “oro negro”.

Fue entonces Alberto Adriani, considerado como el reformador de la economía moderna venezolana, el primero en exponer y desarrollar en forma amplia, conceptual y estructurada la tesis de la “Siembra del Petróleo” como prevención de buscar en la agricultura una nueva y estable riqueza, para la consecución de una economía diversificada.3 Después sería Arturo Uslar Pietri4 (1906-2001), cuando ya la muerte se había adjudicado la victoria sobre la vida de Adriani (10 de agosto de 1936), el encargado de propagar fraseológicamente la tesis, y con tal expresión tituló el editorial del diario Ahora, el 14 de julio de 1936. Sin embargo, el hecho cierto es que Juan Vicente Gómez,5 pese a ser un agricultor próspero, interiorano y aldeano, extrañamente se inclinó por la tesis de Vicente Lecuna, quien denotaba cierto desestímulo por las actividades económicas tradicionales de entonces, básicamente del sector agrícola.

 

1.2. Concesiones, Petróleo y Poder

Es de subrayar que Juan Vicente Gómez se consolidó en el poder por obra y gracia del petróleo. El binomio petróleo-poder se hizo indisoluble, cuando la ruleta de concesiones a granel favoreció a sus albaceas y a las grandes empresas transnacionales que ya recorrían los confines de la tierra buscando yacimientos que les proporcionaran reservas probadas para sus jugosos negocios en hidrocarburos. Fue lo que más tarde alguien llamó la “danza de concesiones” (Betancourt, 1956, p. 40); concesiones, capital internacional, latifundio, transnacionales, opresión y dictadura rural, fueron los elementos que se refugiaron bajo el paraguas petrolero del hombre campesino nacido en la frontera colombo-venezolana. La industrialización dio sus primeros pasos y el Estado, ansioso de horizontes para germinar en el hallazgo del desarrollo, se fortaleció para completar la adecuación de éste a la nueva dinámica social, política y económica que vivía el país.

La explotación del petróleo se impuso y de esta forma, como deslave embravecido e incontenible, arrolló y avasalló para siempre al sector agrícola. Y el petróleo se tragó al café, pues éste dejó de ser un elemento cardinal en la vida venezolana, y desde entonces esta materia prima fósil ha reinado en solitario, sin acompañamiento alguno. Aquí nació el Estado poderoso, omnipotente y omnipresente, que todo lo puede, todo lo subsidia, todo lo regala o todo lo subasta. Igualmente la riqueza petrolera permitió transformar a Venezuela en todos los aspectos, y asomarla a la modernidad que ofrecía el siglo XX, y así alfombró el camino para la supremacía del sector público a través del Estado-propietario del ingreso petrolero. A partir de allí, no quedaría duda que la condición básica de la economía venezolana y su elemento articulador al mercado capitalista mundial, es su condición de país eminentemente petrolero.

 

1.3. La renta petrolera y la era democrática

Secularmente se entiende por renta petrolera el ingreso monetario que queda en manos de los diferentes agentes (Estado, empresa estatal y/o compañías) que participan en la explotación petrolera, deducidos ya los gastos operativos y de producción. En dicha explotación se conjugan los tres factores de producción: capital, trabajo y tierra. Este último origina lo que clásicamente se denomina como renta, que proviene fundamentalmente de la propiedad de la tierra o de la condición que ostenta el Estado como terrateniente o propietario de los recursos naturales. Sin embargo, para los efectos de este trabajo, se entiende por renta petrolera toda la recaudación fiscal derivada de la triada: regalías, impuesto sobre la renta y dividendos.

La Ley de Impuesto Sobre la Renta y la Ley Orgánica de Hidrocarburos de 1943, cuando el país era gobernado por el general Isaías Medina Angarita,6 así como la Reforma a la primera Ley —antes citada— del 12 de noviembre de 1948 (conocida como la ley del 50-50, debido a que estableció un impuesto adicional del 50% a los beneficios netos de las compañías), cuando ya la alevosía militar tenía sus garras sobre el gobierno de Rómulo Gallegos,7 trajeron como objetivo reforzar la figura del Estado en la actividad petrolera, frente a la presencia de las empresas transnacionales, pues las mismas dotaban al Estado de un mayor ingreso por la explotación de los yacimientos petrolíferos.

En el lapso comprendido entre 1952 y 1959 se produjeron las mayores inversiones de las compañías transnacionales en el sector petrolero; en tales años la refinación de crudos se incrementó en más de 600%. Además, la dictadura militar coadyuvó notablemente a la acumulación de ganancias por parte de la burguesía nacional y estableció medidas represivas sobre el sindicalismo. En estos términos, el régimen militar fue altamente generoso y benéfico para los intereses de las compañías petroleras y de la burguesía local.

Ya instaurada la era democrática, también conocida como el “puntofijismo”,8 Venezuela ratificó su adhesión al capitalismo rentístico, y esto va a reflejarse el 19 de diciembre de 1958, cuando el presidente provisional Edgar Sanabria9 aumenta la participación del Estado en las utilidades de la industria, en una relación 60-40% en favor del Estado. Se trataba (y aún se trata) de cobrar un ingreso petrolero que cada día debía incrementarse, para ponerlo al servicio del desarrollo nacional.

El Estado venezolano siempre ha tenido como objetivo la maximización de la factura petrolera (vía mejores precios de realización) a través de una permanente confrontación con los países consumidores de petróleo y altamente desarrollados, primero en solitario, y luego desde la Organización de Países Exportadores de Petróleo OPEP, valga decir, la organización más exitosa que hayan tenido los países emergentes productores de hidrocarburos. Según Teodoro Petkoff10 (2010), en ese contexto la iniciativa de Betancourt y Pérez adquiere una relevancia histórica que no se puede minimizar fácilmente puesto que implicaba, en lo fáctico, un desafío a la hegemonía norteamericana.

 

1.4. El boom petrolero y la nacionalización de la industria

Uno de los acontecimientos más relevantes en la historia de los países productores y exportadores de petróleo, fue la súbita elevación de los precios del crudo por parte de la OPEP, debido a los efectos e impactos que tuvo la Guerra de Yom Kippur de octubre de 1973, conocida dentro de todas las crisis mundiales del petróleo como el “Primer shock Petrolero”. Éste hizo que los precios se triplicaran entre octubre de 1973 y enero de 1974, y se aumentaran en casi 500% entre 1973 y 1979, fecha del “Segundo shock Petrolero”.11 De esta forma, el Estado venezolano se vio favorecido al incrementarse sus ingresos fiscales.

A partir de allí, Venezuela acostumbró su economía a mecerse en una especie de columpio suspendido por las cuerdas sensibles de los efectos causados por los ciclos de alzas y caídas de los precios del petróleo; y de ello hizo una especie de modus vivendi para coexistir con un mercado petrolero impredecible por lo inestable, debido a sus contradicciones y conflictos.

Sin embargo, fue el 1 de enero de 1976, ya estando en la presidencia Carlos Andrés Pérez —CAP, cuando Venezuela nacionaliza la industria petrolera mediante la Ley que Reserva al Estado la Industria y Comercio de los Hidrocarburos, y simultáneamente se crea la empresa Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima PDVSA, mediante la cual el Estado pasa a ser propietario, administrador y gerente de la industria petrolera, y receptor de todos los recursos generados (el fiscal y el gerencial) por las actividades de los hidrocarburos; y entonces ya Venezuela no era “una república en venta”, como bien la definía tres décadas atrás Rómulo Betancourt;12 y fue así como años más tarde alguien afirmaría: “La nacionalización llevó a la cumbre el carácter rentista del estado venezolano”(Mejía, 2009, p. 59).

 

 

1.5. El “viernes negro” y la “enfermedad holandesa”

Contrario a ello, el 18 de febrero de 1983 se produce “el viernes negro” debido a la reducción de las reservas internacionales que originó el déficit en la balanza de pagos, como producto entre otras cosas, del derrumbe de los precios petroleros que van a impactar los ingresos fiscales provenientes de la explotación petrolera, y que va a ayudar a configurar más tarde en Venezuela la “enfermedad holandesa”.13

Sobre estas falsas premisas, fue que las políticas desarrollistas y de Estado benefactor contribuyeron a la legitimación de un imaginario según el cual Venezuela transitaba por los caminos de la modernización, la democracia y el progreso social. De esta manera, el petróleo y todos los gobiernos anteriores a Hugo Chávez Frías, sin excepción, sembraron los cimientos de la Caracas faraónica de los rascacielos y grandes distribuidores viales, del país de la gigantesca burguesía y del proletariado proteico que, a través de los años, fue cundiendo de desesperanzas el piso de la patria, de los pocos que nadan en millones y de los despojados que aún hoy viven en la pobreza.

 

2. La aparición de Chávez

Empezaba a languidecer el siglo XX cuando aparece Hugo Chávez Frías en el escenario político venezolano. Venía de la fracasada intentona golpista del 4 de febrero de 1992 contra el gobierno legítimo y constitucional de CAP (1989-1994). Un sobreseimiento clamado por diversos sectores y actores de la sociedad venezolana, y otorgado por el Presidente Rafael Caldera en marzo de 1994, había librado al Teniente Coronel Hugo Chávez Frías del juicio militar que le aguardaba por la responsabilidad en la violación de la Constitución y la leyes, y también por la muerte de un número considerable de militares y civiles, que habían caído como resultado de la felonía. Sin embargo, los comicios electorales de diciembre de 1998 le dieron la victoria para llegar al Palacio de Miraflores.

El gobierno del presidente Hugo Chávez se inició el 2 de febrero de 1999, montado sobre una gran dosis de popularidad gracias al carisma que irradiaba, inauguró un gobierno deliberado de confrontación, de estilo autoritario y de vena nacionalista en el que concentró todo el poder, sometió a las instituciones del Estado y adoptó

 

La nueva doctrina militar venezolana (Defensa Integral de la Nación) que parte de la base de que es necesario concretar el principio originario de la Revolución Bolivariana (fusión cívico-militar) a través de varios estamentos militares superpuestos (FAN regular, Reserva Militar y organización civil heterodoxa con entrenamiento militar). (Garrido, 2005, p. 28)

 

Sin embargo, en cuanto a la materia petrolera, su administración dio continuidad, en medio de tenues o agudos matices, al conjunto de principios que históricamente había sustentado el sistema de administración del recurso petrolero en Venezuela por más de cien años. Por esta razón en los primeros 4 años tuvo a la Industria Petrolera Nacional IPN en observación, aun cuando sí había empezado a dar un viraje en lo que respecta a la política petrolera, y en efecto, su primera demostración fue la reconciliación con todos los demás miembros de la OPEP.

 

2.1. La situación petrolera del 98, Chávez y la OPEP

Venezuela venía distanciada de la OPEP desde mediados de la década de los 90, cuando fue descubierta haciéndole trampas a la Organización con sede en Viena, para así violar la cuota —asignada a la nación— de regulación de producción de crudos establecida desde 1986. Adulterando cifras, modificando estadísticas y maquillando informes, Caracas no honraba los compromisos contraídos en el seno de la OPEP, lo que indujo al mismo comportamiento al resto de los miembros, sobre todo a Arabia Saudita, Irán, Irak, Kuwait, Qatar, Emiratos Árabes Unidos EAU e Indonesia. Así, el comportamiento de Venezuela era tomado como poco serio en el concierto de las naciones petroleras del mundo. Este incumplimiento en el techo de producción, llevó a una sobre-producción global que a su vez derivó en una sobre-oferta petrolera que alcanzó los 4 millones de barriles diarios (mmb/d), lo que hizo elevar los inventarios y desplomar el precio del petróleo hasta niveles de 7,35 dólares el barril (US$B) para el día en que toma posesión el nuevo presidente.

Una vez que asume la presidencia de la República Hugo Chávez, visita a todos los Jefes de Gobierno y/o de Estado integrantes de la OPEP, y se compromete a cumplir fielmente con la cuota de producción fijada para ­Venezuela en 3 mmb/d, y de esta manera armonizar y acoplar la política petrolera venezolana con la política de la organización; a su vez solicitó lo mismo de aquellos miembros que, siguiendo el mal ejemplo de Venezuela, también venían violando las mencionadas cuotas. Fue así como, una vez recogidos del mercado los barriles que la OPEP malamente había insertado, los precios se recuperaron en el mismo año 1999.14

Después vendrían algunas variables coyunturales, y otras estructurales, de corte geopolítico que harían impulsar aún más los precios hacia el alza y crear la ilusión de que la era de los precios provechosos había llegado para quedarse, y que los bajos precios de los hidrocarburos eran tan sólo recuerdos. A partir de allí, Hugo Chávez Frías contó durante más de una década con precios petroleros altos que llegaron a superar puntualmente los 117 US$B (para agosto de 2012). Así comenzó el petróleo en los tiempos de Chávez, tiempos de agigantados ingresos petroleros. Todo lo demás es historia complementaria.

Dentro de este mismo contexto Chávez montó del 26 al 29 de septiembre de 2000 la II Cumbre de la OPEP, acontecimiento que aprovechó para proponer la “Banda de Precios”, además de contribuir a la recuperación y fortalecimiento del liderazgo venezolano dentro de la Organización, e intentar coadyuvar, desde la perspectiva del gobierno venezolano, a la cohesión entre los socios. Se trataba de un acto de contrición y conciliación entre los miembros de la OPEP, en el que todos sus miembros se comprometían a trabajar al unísono, armoniosos y coherentes para defender precios y, luego, en la medida de lo posible equilibrar el mercado. Posteriormente a la II Cumbre fueron designados consecutivamente Secretario General de la Organización los venezolanos Alí Rodríguez (2001-2002) y Álvaro Silva Calderón (2002-2003), lo cual demostraba la influencia que empezaba a ejercer Venezuela dentro de aquella.

 

2.2. El Estado y el petróleo chavistas

Contradictoriamente, durante el período de mayor prosperidad rentista que jamás haya tenido la República, Venezuela ha profundizado su dependencia frente al capital financiero externo. Por la solvencia que garantizan sus inmensos recursos petroleros, el Estado venezolano se convirtió en uno de los mejores destinos para el capital financiero internacional. La prosperidad rentística y el endeudamiento externo hubieran permitido al gobierno de Hugo Chávez realizar importantes inversiones en infraestructura urbana, en la ampliación de la cobertura de los servicios de educación, salud y seguridad pública, y en el apoyo al desarrollo de la industria, en particular, la de bienes finales. Sin embargo, los recursos obtenidos tuvieron como destino costear las misiones, aumentar los salarios, tarifar marchas y concentraciones públicas, acrecentar el gasto improductivo basado en una estrategia que si bien priorizaba lo social sobre lo económico, no estimulaba la producción y el empleo permanente, lo que polarizó el país entre ricos y pobres.

 

Cuadro 1. Precios del petróleo (1998- 2000) –Dólares el Barril–

1998

1999

2000

Cesta Petrolera Venezolana

10,27

16,44

25,91

Cesta opep

12,28

17,48

27,60

Fuente: Ministerio del Poder Popular de Petróleo y Minería, s.f.

 

No hay duda que el ingreso fiscal petrolero, puesto que cuantioso, siempre le confiere a los Estados y a los gobiernos que lo administran un grado importante de autosuficiencia. Hay poca o ninguna dependencia de los impuestos provenientes de la actividad productiva de la sociedad en conjunto, para que el Estado sustente, económicamente, la estructura gubernamental. La autonomía económica que gana el Estado a través de la renta petrolera, tiene agudas implicaciones en asuntos como el de la representatividad política de la ciudadanía, la estructura y funcionamiento del Estado y la productividad de la sociedad, entre muchas otras. Por tanto, las premisas de la propiedad estatal de los hidrocarburos y del petróleo como instrumento de política exterior, en una especie de emulsión, son de gran importancia para entender la evolución de la totalidad de los principios esgrimidos en torno a la renta petrolera.

Dentro de esta concepción, Venezuela varias veces ha vivido en lo que Malavé Mata (1974) denomina “la euforia populista”; los ingresos han fluido, el consumo se ha fortalecido, y aunque los indicadores sobre la redistribución de la riqueza hayan mejorado un tanto, existe un convencimiento colectivo de que el país no ha marchado, en tales ocasiones, precisamente hacia el progreso. Gran parte de los recursos financieros que siempre han ingresado por concepto de la renta petrolera, han vuelto a salir en el pago de las ­importaciones, las cuales igualmente se han incrementado en relación directamente proporcional al aumento de los ingresos petroleros.

Por eso es justo decir, que también en otros tiempos, al igual que en la era chavista, el gobierno auspició y promovió desordenadamente a un Estado gigante sin criterio de eficiencia, eficacia ni productividad, pero si con uno gerencial que facilitó desviaciones perniciosas y corrupción a granel. La verdad es que la Venezuela petrolera del derroche y la ilusión, de la opulencia y la miseria, de la libertad y de la opresión, de la autenticidad y del engaño al mismo tiempo, fue parida por todos los gobiernos del siglo XX, y el chavismo establecido desde 1999 sólo ha magnificado sus contrastes, hecho más grotescas sus contradicciones y multiplicado volumétricamente sus males, errores y desaciertos.

Durante los tiempos de Chávez como presidente la renta petrolera ha sido clave para el financiamiento de más de treinta misiones sociales, que ideó con el fin de mitigar la gran deuda social, acumulada por cuatro décadas, y también marcó el despegue del gasto social de la estatal petrolera en paralelo a los precios del petróleo, y de un endeudamiento que supera los 80 mil millones de dólares; por lo que muchos analistas aún afirman que las misiones son ensayos fatalmente condenados al vaivén de los ingresos petroleros, y éstos a su vez dependientes de la recurrente caída y alza de los precios del petróleo.

El proceso chavista consolidó a Venezuela como petro-Estado; el Estado dueño de la industria petrolera que en forma omnipotente incursionaba, como interventor y participante, en todo en cuanto a la economía se refiere, y que a su vez ponía a la empresa petrolera, empresa de todos los venezolanos, al servicio de un proyecto político en particular. Esto fue razón suficiente para asignarle a PDVSA deberes, tareas, responsabilidades y “misiones” que no le son propias, y para lo cual no fue creada, y en lo cual no tiene nada de experticia. Esto tergiversó la filosofía y la razón de ser de la industria petrolera, además de extorsionar sus paradigmas, desprestigiar la empresa y propiciar actos de corrupción de toda índole.

 

2.3. El golpe y el paro petroleros

La derecha y sus aliados plutocráticos que siempre han otorgado el supremo valor, el valor per se, al orden y al poder, alentaron el denominado golpe petrolero del 11 de abril de 2002 y sobre todo el paro nacional, y así utilizaron la industria petrolera para tales fines: alentar, estimular y propiciar procesos políticos desestabilizadores en el país. Aquí también se conjugaban, y se contradecían, los esfuerzos de la oposición, pues se utilizaba a PDVSA como instrumento y arma política efectiva para atacar y debilitar al gobierno, y exigir la renuncia de un presidente que había resultado electo en elecciones libres, directas y secretas; es decir, hicieron exactamente lo que después le criticarían a Chávez Frías.

Sin embargo, va a ser a partir de estos, no muy bien recordados, “golpe petrolero”,15 y “paro petrolero”,16 cuando se produce el quiebre en el manejo de PDVSA y empieza a utilizarse abiertamente la industria como instrumento básico en las relaciones internacionales y domésticas (lógica “interméstica”) por parte del presidente Hugo Chávez.

Indubitablemente, estos dos hechos van a ser utilizados por él como condimento primordialdel plato picante que prepararía, en la mesa principal de los venezolanos, para conculcar todos los poderes de la institucionalidad democrática, y así poner todos los organismos de la administración pública, incluido el Tribunal Supremo de Justicia, a sus órdenes y designios. Posteriormente, el paro petrolero organizado, montado y azuzado por la “meritocracia” de la empresa que no reivindicaba derecho laboral alguno, sino que incursionaba sin experiencia ni conocimiento en los avatares de la política, dejó a PDVSA con 20 mil trabajadores despedidos y produjo daños a la industria que se estimaron en su totalidad sobre los 18 mil millones de dólares.

Así las cosas, la mesa estaba servida y le ayudaría a Hugo Chávez de contumacia para fortalecer sus excusas, y proponerse lograr el control absoluto y hegemónico de la industria petrolera, y su flujo de caja a la mano, lo cual fue fundamental para sostener su proyecto político, sin importarle si ello comprometía la capacidad operativa de PDVSA. Aquí se concreta la fractura y el viraje que Chávez va a darle a la empresa matriz, y para facilitarse aún más las cosas unificó el cargo de ministro de petróleo y minas con el de presidente de PDVSA. Es así, como Rafael Ramírez se convierte en uno de los hombres más fuertes del régimen, pues al unísono era contralor y controlado, supervisor y supervisado, jefe y subordinado; nada más inapropiado e inconveniente para un país “cuya población jamás ha salido del hechizo de la renta petrolera” (Mejía, 2009, p. 146), y que depende prominentemente de esta renta. Ello produciría más tarde distorsiones e inconvenientes dentro de la industria.17 Y algo difícil de soslayar, es que el 15 de agosto de 2004 suele considerarse un punto de inflexión importante, puesto que en esa fecha Chávez obtuvo la victoria en el referéndum revocatorio presidencial, activado por la oposición, lo cual le permitió al Presidente sentirse consolidado en el poder. Meses después, y tras una amplia victoria en las elecciones regionales —el chavismo ganó 20 de las 22 gobernaciones en disputa y más del 80% de las alcaldías—, se produjo una profundización de la entonces denominada Revolución Bolivariana, que sustenta sus bases en un supuesto denominado “Socialismo del siglo XXI”.

 

2.4. El petróleo como instrumento de política exterior

Es hartamente conocido que Hugo Chávez utilizó el petróleo como principal y único aderezo de su política exterior, y como “arma de negociación”, que a manera de catapulta lo usó para geoestratégicamente impulsar la integración latinoamericana en un marco de solidaridad y cooperación con sus vecinos. El reforzamiento de la OPEP, la firma de acuerdos de cooperación energética y comercial, el impulso de iniciativas como Petrocaribe, Petrosur y Petroandina —las tres vertientes de Petroamérica—, fueron pilares fundamentales de su estrategia que iría a facilitar a Venezuela expandir su influencia en la región, con el apoyo regularmente disciplinado de los países beneficiarios.

El primero de los aspectos señalados tuvo repercusiones tanto en el plano externo como en el doméstico. En el ámbito internacional pretendió antes que todo, y en buena parte coadyuvó, al logró de la maximización de los precios del crudo, contribuyendo a vigilar la parte de oferta petrolera mundial, dependiente de la OPEP, a través de los dos venezolanos mencionados que fungieron como Secretarios Generales de la Organización durante los años 2001-2003. Para la consecución de esta meta, el gobierno de Chávez trató de cumplir, inicialmente, con tres objetivos: recuperar y promover la influencia y el prestigio político de Venezuela dentro de la Organización, estimular la cohesión entre sus miembros y realizar esfuerzos para vigorizar de nuevo el rol de la misma en el mercado petrolero.

Uno de los aspectos señalados es el referido a la firma de numerosos acuerdos, convenios, declaraciones y memorandos de cooperación energética y/o petrolera, y la renovación de otros convenios en esos mismos ámbitos. Los numerosos convenios en materia energética firmados por Venezuela en los últimos diecisiete años, representan un indicador de cómo parte importante de la política exterior del Gobierno Nacional estuvo basada en crear nexos políticos, aumentar la influencia internacional a partir del principal factor que en cuanto a ventaja comparativa y competitiva posee el país. Hugo Chávez tuvo en el petróleo su principal motor de impulso, lo que le permitió celebrar numerosos acuerdos bilaterales y de suministro de crudo y derivados, muchos de ellos incluso en la modalidad del trueque por alimentos y servicios.

A continuación, parte de la lista de los principales acuerdos petroleros cerrados en el gobierno de Hugo Chávez Frías, y mediante los cuales Venezuela vende petróleo bajo flexibles condiciones de financiamiento, a cambio de diversos bienes y servicios producidos por los países beneficiarios:

 

Acuerdo con Cuba: iniciado en el año 2000 y llamado “Convenio Integral de Cooperación entre la República de Cuba y la República Bolivariana de Venezuela”.

Petrocaribe: creada en 2005, esta iniciativa multilateral permite a una veintena de naciones de Centroamérica y el Caribe recibir petróleo mediante un laxo mecanismo de pago con dos años de gracia y financiamiento a largo plazo de hasta 60% de la factura petrolera, con 1% de interés anual, dependiendo del precio del crudo.

Acuerdo de Cooperación Energética de Caracas: se creó en el 2000 para proveer petróleo a los países de Centro y Sudamérica.

Convenio con Argentina: se firmó con el objetivo de aliviar la aguda crisis energética que atravesó Argentina a principios de la década pasada.

Intercambio con Ecuador: se acordó en 2007 el intercambio de dos tipos de crudo ecuatoriano por derivados venezolanos, con el objetivo de eliminar intermediarios en la compra-venta de petróleo.

Acuerdos de Cooperación Energética con países como Nigeria, Argelia, Rusia y Argentina.

Fondos Chinos: Caracas y Pekín, con la participación del Banco de Desarrollo Chino y el venezolano BANDES,18 acordaron en 2007 la constitución de un fondo rotatorio para financiar obras de infraestructura en el país. El dinero chino se paga con crudo y fuel oíl, por lo que PDVSA aparece como la garante del mecanismo.

 

Lo anterior evidencia que Hugo Chávez Frías extremó la generosidad ligada a la idea de solidaridad latinoamericana, y esto le permitió, varias veces, salir del aislamiento internacional y recuperar el control político interno, lo cual logró exactamente desde 2005 gracias a Petroamérica: Petrocaribe, Petrosur y Petroandina. Se valió, en parte, de lo ya afirmado; se empeñó en cruzadas internacionales que muy pocos presidentes o Jefes de Estado compartían, y confió en supuestos respaldos ganados por los negocios petroleros, revestidos por el pragmatismo de algunos de sus pares que sólo lo acompañaban simuladamente en actos meramente ceremoniales.

Estos elementos concebidos dentro del II Plan Socialista de Desarrollo Económico de la Nación (2007-2013) perseguían conseguir nuevos aliados regionales y extra regionales, entre quienes se destacan China, Rusia, Siria, Irán, Bielorrusia, Vietnam, Malasia y zonas circunvecinas, con el objetivo de lograr nuevas alianzas enfocadas en áreas de interés geoestratégico.

No había duda que detrás de toda esta magnanimidad, Venezuela colocaba su petróleo como puntal para profundizar alianzas con las nuevas áreas de interés geoestratégico, de modo tal que el llamado “Socialismo del siglo XXI” fuera impulsado allende las fronteras y expandido en la región a través de la diplomacia petrolera; por lo que Petrocaribe surge como correa de transmisión del “socialismo petrolero” en la región, bajo el paradigma de la solidaridad y la justicia social en Latinoamérica. El discurso oficial señalaba que de lo que se trataba era de profundizar la internacionalización energética con el objetivo de incrementar la capacidad de comercialización integral de la energía, a través de iniciativas de integración energética regional, continental y, de ser posible, también extra continental.

 

 

2.5. El militarismo y el petróleo

La Fuerza Armada Nacional FAN va a constituir, junto al renglón petrolero, la columna vertebral y el soporte principal de la era chavista en Venezuela. De este modo, se propició un amplio proceso de participación de los militares en el gobierno, en los asuntos del Estado y de la sociedad venezolana. Vale acotar que el grupo de militares que acompañó a Chávez Frías en su asonada del 4 de febrero de 1992 se caracteriza, en su gran mayoría, por la exaltación romántica del militarismo, y su falta de talante democrático y de apego a las libertades.

Sin embargo, para aquel, militar por antonomasia, no podía ser otro el sector que le sirviera de soporte y pivote para su proyecto político personal, que siempre quiso tornar colectivo. Su propia conducta y asesores lo convencieron de no fiarse de los civiles, y sólo confiar en estos (o militares) siempre y cuando demostraran lealtades incondicionales. No obstante, históricamente está demostrado que los militares pueden no ser leales al presidente de la República; y, en ocasiones, su fidelidad sólo llega hasta el momento en que tienen la oportunidad de actuar nocturnamente en felonía y conticinio. Esto lo sabía Hugo Chávez, pues él mismo había participado en una intentona de desestabilización. Al respecto, tenemos varios casos a lo largo y ancho de la historia de América Latina. Militares y lealtades suelen ser antónimos en política; o lo uno, o lo otro, pero los dos coliden constantemente. Esto queda demostrado en el golpe del 11 de abril de 2002, al cual ya se hizo referencia en este artículo, cuando el Alto Mando de la Fuerza Armada, integrado por colegas y amigos hasta ese momento, lo depuso. Paradójicamente, a los tres días lo restableció la misma institución castrense que 72 horas antes lo había defenestrado.

La formación castrense es por naturaleza y filosofía no democrática, de allí que la dinámica de una estructura militar es a la obediencia, disciplina, rigidez y subordinación; por ello no maneja los criterios de la democracia, disidencia, oposición ni de la crítica.

 

Porque la institución militar es, sin duda —repito—, de naturaleza no democrática; y su función, en la sociedad democrática, depende de la sujeción institucional al poder civil y de que las instituciones contraloras y representativas de la institucionalidad civil ejerzan el control adecuado y serio del gasto militar. (Rodríguez Iturbe, 1998, p. 43)

 

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