Cubierta

 

DHAN ZUNINO SINGH
GUILLERMO GIUCCI
PAOLA JIRÓN
editores

TÉRMINOS CLAVE PARA LOS ESTUDIOS DE MOVILIDAD EN AMÉRICA LATINA

Editorial Biblos

Prefacio

Noel Salazar

 

 

Este libro sobre palabras clave para el estudio de la movilidad en América Latina se inscribe en una larga tradición dentro de las ciencias sociales y las humanidades. El origen de la noción “palabra clave” se remonta a Michel Bréal, Semantics. Studies in the science of meaning, publicado originalmente en 1900. En su trabajo seminal Keywords: A vocabulary of culture and society de 1976, Raymond Williams exploró los significados y contextos cambiantes de los términos fundamentales utilizados en las discusiones sobre la cultura. El legado de este trabajo pionero sobre el significado e interpretación de palabras clave sigue vivo en el Keywords Project, una iniciativa de investigación colaborativa del Jesus College, la Universidad de Cambridge y la Universidad de Pittsburgh (ver http://keywords.pitt.edu/) y en la publicación Key Words. Journal of the Raymond Williams Society. Varios académicos han jugado con la metodología de palabras clave para aclarar su marco teórico. Passwords de Jean Baudrillard (2003) y el televisado Abécédaire (2011) de Gilles Deleuze en 1988-1989 son solo dos ejemplos conocidos.

El significado de una palabra clave nunca se resuelve hasta que realmente desaparece del uso común o su paradigma académico entra en declive. A pesar de que las palabras clave adquieren nuevos significados, los viejos no desaparecen. Históricamente, las palabras clave acumulan significados, a veces contradictorios, e incluso cuando uno es dominante, otros permanecen disponibles y pueden reafirmarse. Además, las palabras clave rara vez cambian su significado de forma aislada, sino que lo hacen en relación con otras. Revisando Keywords para una segunda edición, que incluía veintiún conceptos adicionales, Williams (1985: 27) reafirmó su “sentido del trabajo como necesariamente inacabado e incompleto”. Él notaba que el intercambio de una palabra a través de diferentes dominios de pensamiento y experiencia era a menudo imperfecto, pero esta misma imperfección y parcialidad indicaban que la palabra traía algo significativo a las discusiones sobre “los procesos centrales de nuestra vida en común” (27). Ciertamente, este también es el caso cuando se trata del dominio polisemántico de la movilidad.

¿Es “movilidad”, en sí misma, una palabra clave importante? Williams no la consideraba de ese modo. Sin embargo, la palabra aparece en el volumen New Keywords, publicado treinta años después de la versión original (Berland, 2005). Allí se describe como expresión de “significados diferentes, a veces contradictorios, que subyacen a nuestras creencias más fundamentales sobre el progreso, la libertad, la individuación y el poder” (217). La movilidad es reconocida como un concepto clave en los estudios de globalización, donde es vista como “una consideración general antes que una teoría particular” (Mooney y Evans, 2007: 166). También aparece en la edición de 2013 de Theory in Social and Cultural Anthropology (Salazar, 2013). El “giro de la movilidad” que inspiró ese volumen ha ayudado significativamente a darle a la movilidad más prominencia dentro de las ciencias sociales y las humanidades.

Mientras que las personas siempre han estado en movimiento (y con ellas objetos, ideas y mucho más), las movilidades se han valorado e interpretado de diversas maneras a lo largo del tiempo, así como dentro y a través de las culturas y las sociedades. Además, los significados socioculturales vinculados a la (in)movilidad a menudo están atravesados por relaciones de género. Aunque muchas movilidades han pasado de ser oportunidades voluntarias a casi una necesidad económica, todavía es una idea generalizada que gran parte de lo que se experimenta como “libertad” radica en la movilidad. En parte influenciadas por las ideologías basadas en el mercado, las movilidades se han convertido en un nuevo factor de estratificación, produciendo una jerarquía global de movimientos. A medida que más personas cruzan las fronteras físicas y sociales, las autoridades e instituciones recurren a diversas infraestructuras y regímenes de movilidad para mantener el control. Esto provoca múltiples fricciones con la “motilidad” de las personas, su agencia para ser móvil y para elegir si moverse o quedarse quieto.

Los estudios de movilidad, con su énfasis en la agencia, el capital, los regímenes y la estratificación, enriquecen la comprensión actual de la globalización, el transnacionalismo, la economía política, el papel de las ciudades y la circulación. Ciertos conceptos clave han sido utilizados con frecuencia por académicos de diversas disciplinas (Adey et al., 2013), pero todavía no se ha desarrollado un vocabulario elemental y completo de tales conceptos. Keywords of Mobility: Critical Engagements (Salazar y Jayaram, 2016) y su volumen complementario Key Figures of Mobility (Salazar y Coates, 2017) ofrecen una introducción a algunos de los términos centrales y debates que dan forma al estudio de la movilidad, insistiendo en que esos debates pueden ser enriquecidos a través de una mayor comprensión de las genealogías de sus términos estructurantes y los conflictos y desacuerdos incrustados en los diferentes e incluso contradictorios usos de esos conceptos.

En este amplio contexto, Términos clave para los estudios de movilidad en América Latina es un aporte muy bienvenido al conocimiento existente sobre movilidad, definida de modo amplio. En su trabajo formativo, Williams (1985: 14) buscó significados para las palabras entendidas comúnmente a través del examen de discusiones generales y disciplinas separadas, un proceso que “planteó nuevas preguntas y sugirió nuevos tipos de conexión”. Términos clave sigue esta forma productiva de trabajo examinando una plétora de conceptos, temas y fenómenos relacionados con la (in)movilidad. A través de argumentos teóricos, metodológicos y prácticos, los diferentes contribuyentes hacen que el lector reflexione sobre la importancia contemporánea de la movilidad en América Latina (y más allá), como objeto de estudio oportuno y como una lente analítica reveladora. ¡Espero que los lectores queden tan inspirados como yo mientras leía los diversos artículos de este libro!

TÉRMINOS CLAVE PARA LOS ESTUDIOS DE MOVILIDAD EN AMÉRICA LATINA

“Y sin embargo se mueve”, habría murmurado Galileo Galilei tras pronunciar su discurso abjurando de la idea herética del movimiento de la Tierra alrededor del Sol. Casi cuatro siglos después, el mundo está en pleno movimiento. Si todo lo sólido se desvanece en el aire, es porque el movimiento se convirtió en el elemento rector de la época moderna. ¿Cómo podemos entender el actual desplazamiento de personas, objetos e ideas? ¿Qué significan el “giro de la movilidad” y la conciencia del mundo móvil? Las variadas facetas de la movilidad, incluyendo su relación con las estructuras fijas de la inmovilidad que la sustentan, indican que habitamos un planeta movedizo, formado de “interespacios” donde los grupos se juntan y disuelven a gran velocidad. Las distintas entradas en este libro constituyen una magnífica contribución para nuestra comprensión de las movilidades contemporáneas, en particular en América Latina.

No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.

TÉRMINOS CLAVE PARA LOS ESTUDIOS DE MOVILIDAD EN AMÉRICA LATINA

Aeromovilidad

Melina Piglia

 

En el marco del mobility turn, que invita a pensar de forma holística al movimiento como un entramado de los movimientos físicos de personas, bienes e información, sociólogos y geógrafos han acuñado en la última década el concepto de aeromovilidad para dar cuenta de la centralidad de los desplazamientos en el aire para la vida social moderna y de sus especificidades, ligadas a la velocidad y a la altitud (Cwerner, 2009). Pensar la aeronavegación y al viaje aéreo en esta clave apunta a poner de relevancia el modo en que las movilidades aéreas (y sus espacios, redes, sujetos, sistemas) son producidas y reproducidas, funcionan y son reguladas, atendiendo a sus consecuencias sobre la vida social y a sus relaciones con otros sistemas de movilidad.

Esta perspectiva considera la aeromovilidad como un sistema en el que se ponen en juego artefactos tecnológicos, infraestructuras, espacios, prácticas, experiencias y representaciones de los sujetos, los imaginarios sociales de la “cultura aérea”. Todos estos aspectos implican, además, relaciones de poder, producto en parte de los cruces con otras formas de segmentación de la vida social (la clase, el género, la etnicidad), que se traducen en jerarquías, diferentes velocidades, fricciones, etcétera.

El campo de estudios sobre la aeromovilidad, aunque marginal en el marco de los estudios de movilidad, ha tenido en los últimos años un desarrollo interesante. Señal de esto es la publicación de varios libros colectivos que, desde la geografía, la sociología, el urbanismo o la ciencia política, han abordado la cuestión, entre ellos el notable Aeromobilities, editado por Saulo Cwerner, Sven Kesserling y John Urry (2009), que reúne buena parte de los temas centrales de la agenda. Si bien en muchos casos la investigación sobre aeromovilidad constituye un fragmento de indagaciones más amplias sobre la movilidad, las elites, el urbanismo o las infraestructuras, algunos investigadores han comenzado a hacer de ella el centro de sus indagaciones y publicado algunos libros que se han vuelto referencias insoslayables para quien se adentre en el tema, como Aerial Life, del geógrafo Peter Adey.

Los estudios sobre aeromovilidad se han desplegado en tres grandes direcciones: por un lado, han hecho foco en el propio movimiento y la producción y regulación de los espacios por los que este circula en el aire y en la tierra; por el otro, se han concentrado en el estudio de los sujetos, analizando sus prácticas, experiencias y afectos; finalmente, los significados y las representaciones culturales en torno de la aeromovilidad han sido objeto de análisis. A continuación, discutiremos brevemente estas diferentes líneas.

Aeroespacios

Los aviones, ha sostenido Urry (2009: 26), no son nada sin la producción de aeroespacios: campos de aterrizaje, pistas, rutas aéreas, aeropuertos, hubs globales. Desde hace unos pocos años, los grandes aeropuertos internacionales han atraído particularmente el interés de las ciencias sociales. Se trata de infraestructuras e instituciones complejas, que albergan y canalizan múltiples flujos (de bienes, de personas, de máquinas, de información), conectando la tierra con el aire, el espacio nacional con el internacional, y el propio aeropuerto y su región. Son nodos cruciales en el mundo global contemporáneo (Kesserling, 2009b) y, a la vez, íconos “de las oportunidades y de las vulnerabilidades” de la globalización (Salter, 2008: ix).

La mirada sobre los aeropuertos ha abarcado múltiples aspectos y perspectivas. Ellos han sido estudiados, por ejemplo, desde el punto de vista del urbanismo y de la economía, atendiendo a la construcción de aglomeraciones cuasi urbanas (Baker y Freestone, 2009; Knippenberger, 2009) o entendiéndolos como centros multimodales de servicios y logística, además de lugares de tránsito entre el aire y la tierra (Conventz, 2009).

Otros investigadores han puesto el foco, en cambio, en la administración de los flujos de objetos, información y personas dentro de los aeropuertos. Desde una perspectiva que abreva en la semiótica, Gillian Fuller (2009) ha analizado, así, la compleja y vulnerable sincronización en secuencias de movimiento/inmovilidad que requiere el manejo de los pasajeros o del equipaje. Estas formas de administrar el movimiento no son homogéneas ni neutrales: desde una mirada que resalta las políticas de la movilidad, el geógrafo Tim Cresswell (2006: 223-224) ha llamado la atención sobre la distinción de espacios, sistemas y velocidades en los aeropuertos en función de las diferencias de origen social o nacionalidad, que producen movilidades completamente diversas.

El incremento del riesgo y los desafíos que implica para la aeromovilidad contemporánea son otros de los aspectos que se han abordado con especial interés. La aeromovilidad es inseparable del riesgo desde sus orígenes: aviones dañados, demoras en los vuelos, tripulaciones enfermas, climas adversos, huelgas, fallas en los sistemas de software, amenazas terroristas (Urry, 2009: 29). Varios sociólogos, entre los que se destaca Peter Adey (2004), han señalado las tensiones entre un capitalismo “rápido” y global y las políticas de vigilancia que lentifican o detienen, seleccionan y segregan flujos de bienes y personas, procesos potenciados tras los atentados del 11 de septiembre (Kesserling, 2009a; Lyon, 2008). Con una preocupación más vinculada a los estudios sobre la política, Mark B. Salter (2008: 1-3), por su parte, ha analizado el modo en que la masificación del transporte aéreo, la competencia entre empresas en un mercado liberalizado y la privatización y desregulación de la infraestructura de tierra han complejizado el gobierno de los aeropuertos, instituciones que deben, a la vez, administrar un espacio escaso, incrementar al máximo la velocidad y garantizar la seguridad. En esta misma línea, Lucy Budd (2009) ha analizado las tensiones de otro aeroespacio fundamental: aquel por el que circulan, en diferentes “senderos”, los aviones. Se trata, señala, de un espacio históricamente determinado, socialmente producido, mantenido y disputado por actores y prácticas diversas, y sometido a los imperativos contradictorios del mercado (que lleva a achicar las distancias entre aviones en vuelo), de la tecnología (que lo permite), del control y la vigilancia.

Otros aspectos “oscuros” de la movilidad también han sido objeto de atención, en particular el impacto ambiental de la aviación comercial y las posibilidades de generar una aviación sustentable (Gösling et al., 2009) (ver TRANSPORTE SOSTENIBLE).

Si bien la aeromovilidad en aviones comerciales y los aeropuertos internacionales han ocupado la mayor parte de la atención, otros aeroespacios y aeromovilidades también están siendo objeto de investigación. Desde una mirada histórica, Janet D. Bednarek y Michael H. Bednarek (2003) han reconstruido, por su parte, la historia de la aviación general2 norteamericana a lo largo del siglo XX, resaltando las pujas por el espacio aéreo entre una multiplicidad de actores, que exceden a los gobiernos y a las grandes aerolíneas (Bednarek y Bednarek, 2003). En esta misma línea, Janet D. Bednarek ha estudiado, además, la historia de los aeropuertos de administración local en Estados Unidos (Bednarek, 2001).

Prácticas, experiencias, afectos, representaciones

El estudio de la aeromovilidad implica también el análisis de los sujetos, de sus prácticas, experiencias y afectos: cómo se mueven y qué perciben y sienten quienes trabajan o viajan en aeronaves, quienes circulan o esperan en los aeropuertos como pasajeros (ver PASAJEROS), como trabajadores, como usuarios de los servicios o como espectadores (ver PERFORMANCE).

Como ha planteado Cresswell (2006), estas prácticas y experiencias están atravesadas por la diferencia: son históricas, pero además están social y geográficamente condicionadas. La movilidad es un recurso social y cultural desigualmente distribuido y la velocidad opera como uno de los principales diferenciadores sociales en las sociedades contemporánea, produciendo una “jerarquía cinética”.

En este sentido, Cresswell ha llamado la atención acerca de cómo en los aeropuertos la corporalidad de la movilidad (el modo en que se siente moverse) se intersecta con categorías de tipos sociales (ver PERFORMANCE). Pasajeros frecuentes o pasajeros ocasionales, ejecutivos, migrantes, asilados, turistas o traficantes, trabajadores de tierra o aéreos, ciudadanos o extranjeros, de países centrales o periféricos se mueven en espacios y a ritmos diferentes (ver RITMO). Sus experiencias son tan disímiles como las que separan la espera confortable en los lounge de primera clase y los trámites veloces en migraciones y aduana de quienes están en la cúspide de la “elite cinética” respecto de la prolongada detención y minuciosa inspección corporal a la que son sometidos los viajeros provenientes de países periféricos (Cresswell, 2006: 224).

Los miembros de la “elite cinética” han sido especialmente analizados: así se han estudiado las prácticas aeromóviles de los “superricos”, que se mueven cada vez más libremente (y de modo más “invisible”) en aeronaves privadas (Faulconbridge, 2014; Budd, 2014), y se ha llamado la atención sobre un grupo más amplio de “viajeros hipermóviles”, que incluye entre otros a turistas que viajan a lugares lejanos, viajeros por motivos médicos o personas que tienen segundas residencias en lugares distantes (Gösling, et al., 2009).

Las prácticas y experiencias de los trabajadores también han sido objeto de indagaciones. Nicole Dietrich y Norbert Huchler (2013), por ejemplo, han analizado a las tripulaciones de las aerolíneas concentrándose en sus estrategias frente a los riesgos y las oportunidades de la hipermovilidad y al impacto que esta tiene en sus vidas personales. Desde los estudios de género, Kathleen Barry (2007) ha estudiado la historia de la difusión del modelo de la azafata joven, blanca y de clase media en Estados Unidos y el uso de sus cuerpos como atractivo diferenciador en la competencia entre las aerolíneas. Su perspectiva enfatiza las experiencias de las azafatas y, en especial, el creciente activismo que, a partir de 1964, les permitió mejorar el estatus de su profesión. El trabajo de Drew Whitelegg (2007), por su parte, ha procurado, desde un abordaje etnográfico, dar cuenta de las dimensiones físicas, afectivas y espaciales del trabajo de las azafatas, exponiendo además los modos en que el actual proceso de desregulación de las aerolíneas ha precarizado sus condiciones laborales e impactado negativamente en sus vidas personales y familiares.

Los vínculos entre los pilotos y la tecnología aérea son otra de las líneas de investigación más recientemente abiertas. Desde una historia cultural de la aviación, Christian Kehrt (2015) ha indagado en experiencias, afectos y representaciones de los pilotos de guerra alemanes, dando cuenta de cómo ciertos modos tradicionales de interpretación (la idea de la dominación masculina sobre la tecnología, por ejemplo) moldearon el modo en que ellos experimentaron y significaron a la tecnología.

Otros abordajes, como el de Adey en Aerial Life, han mostrado que pasajeros y tripulaciones no son los únicos afectados por la aeromovilidad. En las sociedades occidentales modernas el viaje aéreo es parte de las experiencias de buena parte de sus habitantes: habilita o arruina relaciones sociales y redes, transporta los bienes que soportan la globalización creciente de la economía, acerca ayuda humanitaria, crea empleos y posibilidades de inversión, trae la destrucción de la mano de bombardeos o atentados. En esa línea, Adey ha apuntado a desentrañar, a partir de una colección de casos históricos, las formas de sociedad y los modos de ser y de pensar que el aeroplano ha hecho posible.

Mucho más frecuente que este tipo de aproximaciones han sido los análisis culturales en torno al mundo de las imágenes generadas por las movilidades aéreas. Desde el clásico The Winged Gospel (Corn, 1983), numerosos investigadores han dado cuenta de la fascinación por el avión y de la forma en que las metáforas, las imágenes y las nuevas formas de interpretación asociadas al vuelo moldearon la cultura (Pisano, 2003; Van Riper, 2004, Van Vleck, 2013). Han sido estudiados así los impactos de la fotografía aérea y otras formas de la “mirada aérea” sobre la imaginación territorial y geopolítica, la práctica militar y las formas del conocimiento científico (Cosgrove y Fox, 2010; Adey, Whitehead y Williams, 2014) y el modo complejo en que el aeroplano afectó las percepciones de tiempo y espacio e influyó sobre las concepciones acerca de la modernidad (Simonsen, 2005). También ha resultado muy fructífera la indagación sobre los vínculos entre las representaciones en torno a la tecnología aérea, la hegemonía política y la afirmación de la identidad nacional en el Imperio Británico en la primera mitad del siglo XX (Pirie, 2009; Lyth, 2000), el peculiar imperio norteamericano (Van Vleck, 2013), la Rusia soviética (Palmer, 2009), la Alemania de la primera mitad del siglo XX (Fritzsche, 1992), la Italia fascista (Caprotti, 2011) o las Filipinas (Mendoza, 2013).

Aeromovilidad en Latinoamérica

Muy poco se ha avanzado en trabajos que aborden algún aspecto de la aeromovilidad latinoamericana actual, o de su historia, en los términos planteados. La mayoría de los estudios sobre el transporte aéreo contemporáneo en la región se han concentrado, sobre todo, en discutir cuestiones vinculadas al mercado aéreo de los diferentes países y a las políticas llevadas adelante por los Estados latinoamericanos (Agostini, 2012; Ballistrieri, 2010; Rico Galeana, 2010) (ver MOVILIDAD y TURISMO).

La historia de la aviación en la región tampoco ha tenido un gran desarrollo: han sido escasos los trabajos de historiadores profesionales, e incluso la reconstrucción fáctica resulta, para algunos países o períodos, una tarea pendiente. Una buena parte de la literatura disponible no procede de las ciencias sociales; sus autores son, en general, apasionados de la tecnología aérea con formación en ingeniería y a veces también militar, algunos de ellos pilotos. Predomina la atención a la aviación militar (Meregalli, 1974; Frenkel, 1992), las biografías de “héroes” de la aviación (Pinheiro Corrêa, 1966; Suárez, 1979; Martínez, 2013) y las historias descriptivas de la aviación comercial (Potenze, 1987; Arias de Greiff, 1999), en general en un tono reivindicatorio que subraya en el pasado las potencias luego dilapidadas.

Desde el campo académico, el emprendimiento más ambicioso lo ha llevado adelante Dan Hagerdon. Curador adjunto del museo de aviación latinoamericana en el National Air and Space Museum en Washington DC, su libro Conquistadors of the Sky reconstruye los orígenes de la aviación en buena parte de Latinoamérica. Muy erudito y excelentemente documentado, muestra la temprana capacidad que tuvieron muchos de los países de la región para apropiarse de esta tecnología novedosa, casi simultánea al desarrollo de la aviación en los países centrales. Su énfasis en las aeronaves y en la aviación militar responde, sin embargo, más bien a los modelos de una historia de la aviación de tipo tradicional. Otros cientistas sociales han abordado de forma parcial esta historia, haciendo énfasis en cuestiones políticas, como las relaciones “neocoloniales” con Estados Unidos (Quintaneiro, 2009) o las políticas públicas y el papel del Estado en materia de aviación comercial (Piglia, 2014a; Thwaites Rey, 2001), estudiando las empresas aéreas o la industria aeronáutica desde una perspectiva de historia económica (Bernardes, 2000; Piglia, 2015a; Vargas, 2008) o desde una historia social de la tecnología (Artopoulos, 2012).

En este marco, aunque todavía escasos y fragmentarios, han comenzado a surgir en la última década algunos trabajos que, nutriéndose de la nueva agenda de problemas y debates de las ciencias sociales, reflexionan sobre diversos aspectos de la aeromovilidad y de su historia en América Latina.

Los aeroespacios son uno de los terrenos de estos incipientes avances. Claus Lassen y Daniel Galland (2014) han estudiado el aeropuerto de la ciudad de México mostrando el “lado oscuro” de la aeromovilidad (la falta de planificación, la polución del aire, la contaminación sonora, etc.) y llamando la atención sobre las relaciones complejas entre los procesos de globalización y las dinámicas locales. Saulo Cwerner (2006, 2009), por su parte, se ha ocupado de otros aeroespacios, estudiando la creciente circulación de helicópteros en São Paulo (Brasil) y las tensiones en torno al manejo de los espacios que produce: los helipuertos, el espacio aéreo urbano. Finalmente, desde una mirada histórica, Anahi Ballent (2002) ha analizado la construcción del aeropuerto internacional de Ezeiza, en la Argentina de mediados del siglo XX, como una compleja operación territorial que incluía barrios y autopistas, y que buscaba impulsar la “conciencia aérea” y convertir el aeropuerto en un atractivo turístico.

Las prácticas y experiencias de los sujetos aeromóviles han sido abordadas aún menos frecuentemente. Entre esos escasos estudios se cuenta un trabajo llevado adelante por Flaviany Ribeiro da Silva, Anna Paula Uziel y Lúcia Rotenberg (2014) que, desde una perspectiva de estudios de género e investigando sobre el trabajo y los usos del tiempo, analiza las experiencias de los comisarios de abordo en Brasil. Por otro lado, partiendo de una mirada histórica, Melina Piglia (2015a) se ha preguntado por la construcción del viaje en avión como consumo en los tiempos previos al jet en la Argentina e indagado en las prácticas, experiencias y representaciones de los pasajeros.3

Las representaciones sociales sobre la aviación han sido también analizadas. Los trabajos de Willie Hiatt (2009) sobre Perú, por ejemplo, dan cuenta del lugar que tuvieron las representaciones de las elites latinoamericanas sobre la aviación (un aspecto de la seducción de la modernidad occidental) en los procesos de modernización de la periferia y los impactos de estas narrativas occidentales en la construcción de las identidades nacionales. Por su parte, Guillermo Giucci (2006) ha señalado que las representaciones en torno a la irrupción del aeroplano presagiaban el fin de las fronteras y las naciones y, a la vez, daban pie a rivalidades nacionales.

Como vimos, el concepto de aeromovilidad plantea una mirada en múltiples escalas: desde la experiencia corporal y afectiva del viaje aéreo o la emergencia de nuevas formas cognitivas de percibir el espacio-tiempo, hasta la mirada mundial sobre los efectos de la globalización creciente de la aeromovilidad sobre el medio ambiente, el riesgo y el desarrollo urbano, pasando por los modos de vinculación material y simbólica entre la aeromovilidad y la hegemonía política. La mirada sobre esa multiplicidad, un fenómeno que involucra simultáneamente “tecnología, comunidad, gobernanza, percepciones de tiempo-espacio, interacciones sociales, medio ambiente y desarrollo urbano” (Cwerner, 2009: 8), es necesariamente transdisciplinar.

Es deseable también que se multiplique el alcance geográfico de las investigaciones mediante la indagación en el modo en que las especificidades territoriales, sociales, culturales y de género latinoamericanas, africanas o asiáticas han dado o no lugar a experiencias aeromóviles disímiles de aquellas analizadas en contextos centrales, y poniendo a estas en tensión.

Pero el estudio de la aeronavegación en la periferia puede resultar aún más fructífero. Como han señalado Marielle Stigum Gleiss y Werquian Lin (2016) en su revisión de la literatura sobre la aeromovilidad en Asia, la mirada occidental, una perspectiva centrada en el poder imperial occidental, deja en sombras la capacidad de agencia de naciones y actores de la periferia frente al poder de la aviación. Una perspectiva multicéntrica, en cambio, puede iluminar las interconexiones, los desarrollos paralelos o contradictorios entre múltiples centros, y contribuir a la construcción de una compleja historia global de la aeromovilidad.4

2. General aviation: refiere a la actividad aérea civil con exclusión de las aerolíneas comerciales.

3. Algunas líneas de investigación en curso profundizan en este camino. Así, por ejemplo, con una perspectiva antropológica, Thiago Allis y Tiago Juliano (2015) han comenzado a indagar en las experiencias de los pasajeros y en las transformaciones en las representaciones a partir de la creciente masificación del viaje en avión en Brasil, producto de fenómenos de ascenso social en los últimos años.

4. Sobre una posible agenda para la investigación de la aeromovilidad latinoamericana, véase Piglia (2016).

Introducción

Dhan Zunino Singh, Guillermo Giucci
y Paola Jirón

 

Términos clave para los estudios de movilidad en América Latina reúne de un modo amplio y heterodoxo una serie de conceptos, temas y fenómenos relacionados con las movilidades. Seguimos en gran medida las producciones académicas surgidas a partir del llamado mobility turn o nuevo paradigma de la movilidad (Sheller y Urry, 2006a). Aunque este nuevo paradigma surgió en el campo de las ciencias sociales, incorporamos términos que creemos necesarios para repensar las movilidades y situar la discusión en América Latina, y otros que usualmente se utilizan en la literatura sobre el tema. El libro aborda la movilidad, en rigor las movilidades, como el movimiento (real o imaginado, potencial o deseado) de personas, objetos orgánicos e inorgánicos, dinero, información, recursos, etc., así como los momentos de fricción, estasis, inmovilidad. El transporte es uno de los fenómenos de la movilidad, pero también lo son las migraciones, el turismo, la circulación del dinero, las ideas y la información, las comunicaciones. Siguiendo a Tim Cresswell (2010b) y otros, las movilidades son prácticas sociales con sentido, por lo tanto, experiencias que son representadas y producen cultura, así como expresan y producen relaciones sociales y de poder. Los objetos de estudio de la movilidad suelen ser híbridos (humanos y no humanos), espacializados y mediados por redes, normas, infraestructuras.

Nuestra intención es plantear la mayor apertura conceptual posible que pueda sugerir la noción de movilidad. Destacamos que el actual giro de las ciencias sociales y humanidades hacia las movilidades ha puesto a la movilidad en el corazón de la vida social y ha superado la arraigada idea de que se trata de un mero desplazamiento de un punto a otro en un espacio dado o de una demanda derivada. Si de este modo se renuevan los estudios sobre el transporte, el turismo y las migraciones, por ejemplo, al mismo tiempo se cuestionan los fundamentos de las ciencias sociales, pues la movilidad no había sido un tema sistemático de estudio. Pensar las movilidades nos exige ir más allá de la noción del movimiento como una experiencia de alienación o no lugar y tratar de entender el moverse como una forma de habitar (Urry, 2007).

Guiadas por el nuevo paradigma de la movilidad, las ciencias sociales destacan la relevancia del transporte como expresión de lo social, pero además enfatizan el aspecto material de las interacciones (el modo en que el transporte construye la sociedad). De este modo buscan superar la división entre una movilidad entendida como asunto de los sujetos y el transporte de los medios que hacen posible esa movilidad. Con fuerte influencia de las teorías de actor-red y el giro material, de la hibridación (es decir, la coproducción entre agentes humanos y no humanos), de la creciente importancia de la circulación con objetos y de los objetos (orgánicos e inorgánicos), así como de la relación humano-medio ambiente en la experiencia de la movilidad, emergen aspectos generalmente marginados por enfoques instrumentales.

Sin duda, Sociology beyond Societies, del sociólogo británico John Urry (2000a), es una piedra de toque en el llamado giro de la movilidad. Pero como bien advierte otro importante referente en el campo, el geógrafo británico Tim Cresswell (2010b), podemos rastrear una larga tradición de pensamiento social, espacial y cultural acerca del movimiento que ha nutrido este giro. Incluso en la historiografía, junto a la historia de la tecnología que ha analizado el impacto de los transportes y las comunicaciones, existían miradas culturales como el clásico The Railway Journey de Wolfgang Schivelbusch (1979) y la larga producción sobre la automovilidad en Estados Unidos desde la década de 1980. Pueden rastrearse en el giro de la movilidad las influencias de los estudios de la ciencia y las tecnologías, especialmente la teoría del actor-red, como las teorías no representacionales y de la complejidad, el giro espacial y cultural, entre otros. No obstante, solo recientemente las movilidades han recibido en las ciencias sociales y las humanidades un abordaje sistemático, que le otorgó un giro ontológico y epistemológico a un tema que tradicionalmente era objeto de estudio de la geografía, el urbanismo, el turismo, los estudios migratorios, la ingeniería, etcétera.

El provocativo manifiesto de John Urry –que afirma que la sociología ha privilegiado el estudio de lo fijo/fijado, lo estático, por sobre lo móvil– ha despertado una abundante literatura, así como redes de investigadores y revistas especializadas como Mobilities, Applied Mobilities, Transfers, Mobility in History, y redes como Cosmobilities, Transport Traffic and Mobility (T2M), Red Panamericana de Movilidad.

En América Latina, en el ámbito de la planificación y gestión, en los últimos años la palabra “transporte” ha sido reemplazada por “movilidad”, lo que constituye sin embargo un “giro semántico” antes que teórico y metodológico (Zunino Singh y Velázquez, 2014), giro semántico que parece influenciado por una asociación entre movilidad y una idea de transporte más “humanizado” y sustentable. Sin embargo, en el ámbito académico de la región, y especialmente en las ciencias sociales y humanidades, vienen produciéndose indagaciones que abordan la idea de movilidad desde perspectivas novedosas, muchas veces originales, que al mismo tiempo que incorporan conceptos y métodos surgidos en Europa y Norteamérica los revisan críticamente a la luz de las investigaciones empíricas en el contexto latinoamericano.

Es uno de los objetivos de este libro poner a disposición de investigadores, docentes, estudiantes de las ciencias sociales y humanidades, así como de profesionales, técnicos y funcionarios en los campos del transporte, turismo, y urbanismo de Latinoamérica, una parte considerable de la literatura sobre la movilidad que aún no ha sido traducida al castellano. Asimismo, proporcionar trabajos realizados por investigadores latinoamericanos que han reflexionado sobre estas temáticas desde las realidades locales. En conjunto, estos términos nos parecen sugerentes para razonar las movilidades en general, y en nuestro contexto regional, en particular, para pensar nuestras singularidades.

Un motivo significativo de este libro es distinguir entre la movilidad como objeto de estudio y la movilidad como un enfoque, marco teórico o perspectiva para comprender procesos sociales, territoriales, ambientales, económicos y políticos. Tal distinción puede ser difusa, especialmente cuando se solapan enfoque y objeto de estudio: cuando, por ejemplo, se observa el transporte urbano desde el paradigma de la movilidad. En este caso, comprender tanto el movimiento como las experiencias y los significados que emergen de estas ha sido una forma de ampliar (e incluso cuestionar) las nociones clásicas sobre el transporte: el viaje cotidiano ya no es percibido como tiempo muerto, sino como una práctica social y cultural. Como objeto de las ciencias sociales, la movilidad puede otorgar avances importantes en términos interdisciplinarios a los estudios de transporte, la planificación urbana o los estudios de infraestructuras, especialmente en cuanto a las metodologías que definen sus intervenciones.

La movilidad como un modo de indagar cualquier tipo de fenómeno que a simple vista no parece ser uno de movilidad devela aspectos de la vida cotidiana que teorías o metodologías más estáticas no logran observar: el habitar cotidiano, el medio ambiente, la movilidad residencial, las migraciones, la interdependencia, la alimentación, los temas laborales, el uso de tecnologías en la ciudad. La movilidad en este sentido puede ser entendida como un analizador de fenómenos contemporáneos y servir para cuestionar diversos niveles de las dimensiones sociales. Por ejemplo, el uso de la movilidad para comprender implicancias de género otorga la posibilidad de visibilizar complejidades espaciales de las desigualdades de género que van más allá de la distinción entre espacio público o privado (Jirón y Zunino Singh, 2017). Una demostración de esto se relaciona con el tema del cuidado en las sociedades actuales, de quién se hace cargo de la atención de los niños, los adultos mayores, la familia extensa, los enfermos. La movilidad devela aquí una gran complejidad de estrategias cotidianas que se enfrentan y la mantención en muchos casos de patrones patriarcales pese al discurso de la igualdad de género (Jirón, 2007). Otro caso es la forma en que, a partir de la movilidad, se puede observar la precariedad generada por las exigencias de modelos económicos que se impulsan actualmente en la región. Estas exigencias, que promueven el empleo flexible y la subcontratación, no siempre acompañan el desarrollo urbano. Con frecuencia las personas se desplazan diariamente por la ciudad de manera precaria, insegura y costosa –sea en automóvil, transporte público, bicicleta o caminando– para sostener un sistema que delega gran parte del funcionamiento precisamente en la capacidad de las personas de moverse (Jirón e Imilan, 2014).

Problematizar el movimiento y sus significados es una de las virtudes de este enfoque. No tomar al movimiento como algo dado, por ejemplo, “medir” la demanda del transporte urbano sin considerar en qué consiste, por qué nos movemos. Así como desde la planificación urbana se ha hecho énfasis en el ordenamiento territorial como resultado de un enfoque que no naturaliza los patrones de movilidad, desde el enfoque de la movilidad se puede problematizar la idea misma de territorio, superar una mirada morfológica del espacio, movilizar la idea de lugar incluyendo la influencia de los flujos más allá de un espacio determinado.

Estas diferencias de movilidad como objeto y como enfoque son fundamentales en el desarrollo de los estudios urbanos, de transporte y ciencias sociales. En el marco de América Latina hoy, ambas formas de entender la movilidad son importantes. Primero, no debemos considerar la movilidad como un mero giro semántico sino ontológico y epistemológico. Segundo, es conveniente comprender la complejidad de los procesos involucrados en las movilidades cotidianas que se viven en la región, muchos de los cuales no son comparables con lo que está sucediendo en Norteamérica, Europa, África o Asia. Los estudios que toman la movilidad como objeto ayudan a delinear particularidades del caso latinoamericano y a poseer una mirada comparativa. Por otro lado, la movilidad como enfoque requiere la innovación de métodos y nuevas preguntas que auxilian en la renovación de los estudios de larga data en la región, como la migración o la desigualdad urbana.

Las entradas del presente libro exponen con argumentos teóricos, metodológicos y prácticos cómo los diversos conceptos de la movilidad abordan las múltiples formas en que la movilidad se construye como objeto y como enfoque, y el modo en que otorga riqueza a la investigación en las ciencias sociales hoy.

La estructura del libro

El libro, iniciativa de Dhan Zunino Singh (Argentina), Guillermo Giucci (Uruguay/Brasil) y Paola Jirón (Chile), ha sido el resultado de la colaboración de un grupo diverso de investigadores, principalmente latinoamericanos pero también norteamericanos y europeos, de distintas disciplinas que incluyen sociología, antropología, historia, geografía, arquitectura, ingeniería, literatura, y que trabajan en los campos de los estudios urbanos, sociales, del transporte, de la movilidad, del ambiente, de las migraciones o del turismo. Los veintidós términos seleccionados, por supuesto, no pretenden cubrir de modo exhaustivo el amplio espectro de los estudios de las movilidades. Representan una selección que consideramos pertinente para una aproximación inicial, que ofrece un mapa de conceptos, debates, temas y fenómenos de la movilidad, incluyendo textos clave en cada caso. Los términos se organizaron como entradas de un diccionario o handbook, con un tono de ensayo, que presenta una definición y genealogía, un estado del arte que reúne los principales autores e ideas sobre el tema y, en lo posible, algunos lineamientos o investigaciones que contribuyan a comprender las movilidades latinoamericanas. Se ha respetado este formato en la mayoría de los casos (siempre y cuando el término en cuestión permitiese esta organización del texto), pero también el estilo y el lenguaje específicos de cada autor según su disciplina o tipo de abordaje. La variedad en los enfoques permitió trazar diferentes genealogías de las palabras clave y enmarcarlas en distintas corrientes de debates y campos disciplinares.

De suma importancia para el propósito de este libro son las referencias bibliográficas. Ello porque pretendemos que cada palabra clave funcione como una entrada al tema, de modo de ofrecer un “mapa” de la cuestión que sirva a los lectores como una guía para indicar otras lecturas. Se ha procurado señalar las principales publicaciones respecto del término que se discute, aunque sin ser exhaustivo por una razón de espacio. Las referencias bibliográficas citadas en cada entrada están organizadas en un único apartado final para evitar repeticiones, ya que en ocasiones distintos autores refieren a una misma fuente bibliográfica.

Como hemos mencionado, la selección de los términos no pretende agotar la variedad de temas e ideas que circulan en los estudios de la movilidad. No obstante, el conjunto de términos aquí reunido ofrece una diversidad de aproximaciones y palabras que consideramos cruciales para un primer volumen en la materia, que recoge tanto términos que se han acuñado recientemente como aquellos que tienen una larga tradición, incluyendo conceptos, así como campos de estudio, prácticas y sujetos de la movilidad.

Consideramos de interés incluir palabras que utilizamos frecuentemente al hablar de las movilidades y que de algún modo damos por sentado, pero que en realidad implican una serie de significados que deben ser tenidos en cuenta para entender lo que se nombra. Por ejemplo, términos como viajeros y pasajeros se incluyen en este diccionario porque, además de sus significados, han sido y son objeto de estudio en constante reinterpretación y complejización. La entrada viajeros, a cargo de Guillermo Giucci, ha sido largamente estudiada por el campo de la literatura, mientras que pasajeros ha recibido particular atención en los estudios de la movilidad desde miradas sociológicas y antropológicas, pero también desde la historia. Hemos separado ambos términos en dos entradas para distinguir entre el sujeto que realiza viajes “largos”, por turismo u otro motivo, y el sujeto que viaja cotidianamente en las ciudades, el llamado commuter en inglés, que es abordado por Tomás Errázuriz. Además, ambos términos implican prácticas y experiencias de movilidad diferentes, y sus representaciones y modos de estudiarlo varían.

Hay dos términos que damos por sentado y creemos necesario revisar. Uno refiere a la práctica de caminar, una forma de movilidad que ha adquirido en la actual política y planificación urbana un rol importante en el marco de una movilidad sustentable, pero cuyo fenómeno necesita ser reflexionado en su larga historia y en lo vital de esta práctica. Guillermo Giucci trabaja sobre los múltiples significados del caminar en diferentes contextos espaciales e históricos. El otro término es circulación, el cual tiene una genealogía dentro del mundo occidental ligada a la ciencia médica y biológica que ha sido tomada para interpretar e intervenir el espacio urbano moderno, remitiendo a la idea de flujo y el modo en que este circula ordenadamente. No obstante, también tiene un pasado en otras culturas que Carlos López Galviz restituye para pensar la actualidad del término.

Si hay fenómenos que han implicado el movimiento de personas, objetos e imágenes y que han sido largamente estudiados, conformado importantes campos de estudio que alimentaron el giro de la movilidad, esos son la migración y el turismo. Eduardo Osterling analiza la migración dando cuenta de las corrientes de abordaje sobre el tema y de qué modo la movilidad (entendida como algo más que el desplazamiento físico) ha intervenido en el debate e iluminado fenómenos emergentes, repensando la idea de frontera y de bordes, y al migrante como sujeto móvil. Lo mismo sucede con el turismo, un campo notorio de estudios que ha sido interpelado por el giro de la movilidad, como nos ilustra Thiago Allis. No porque la movilidad (transporte de personas, circulación de imágenes y objetos) no formara parte del estudio del turismo, sino porque los distintos modos de circulación se examinaban como elementos separados en lugar de considerar el turismo como una forma amplia de movilidad.

También hay otros saberes que se han desarrollado alrededor del movimiento de personas y cosas, y los más sobresalientes de ellos son los estudios del transporte o los saberes que están implicados en su planificación y gestión. La entrada transporte, organizada por Ralph Krüger, describe el modo en que se ha definido, organizado e intervenido ese sector. Si este diccionario reúne en su mayoría términos desarrollados desde las ciencias sociales y humanidades, creemos oportuno una entrada que pueda guiar a investigadores no familiarizados con los estudios del transporte a través de los principales conceptos que los expertos utilizan.

Otro aporte al estudio de la movilidad, que en este caso procede de la geografía, es el de redes. Con las innovaciones en las tecnologías de comunicación y el interés por el estudio de las infraestructuras y flujos, las redes se convirtieron en un tópico de renovada actualidad. Jorge Blanco nos introduce en el modo en que estas fueron pensadas y su relación con los flujos y el espacio.

Existe otro término que tiene una larga historia y ha desarrollado saberes específicos: seguridad vial. La seguridad, en general, ha sido junto al confort y la velocidad uno de los valores del transporte moderno y varía con cada modo por la especificidad que implica (volar en avión, moverse en tren, o el tráfico urbano). Carla del Cueto junto con Mike Bess abordan la seguridad vial haciendo hincapié en el impacto que ha tenido el automóvil en la definición del uso del espacio, convirtiéndose en el actor privilegiado de calles y carreteras, pero al mismo tiempo sujeto de reglas y condicionamientos.

Una serie de estudios nacidos hacia la década de 1980 nutrieron el giro de la movilidad, pero se han expandido y profundizado en enfoques recientes. Karen Robert traza la genealogía de la automovilidad desde los estudios norteamericanos, así como los aportes europeos al estudio del automóvil y todo el sistema social, cultural, tecnológico, económico y espacial que se genera con su producción y consumo.

Con el objetivo de presentar el sistema que se configura alrededor del avión y la aviación, se acuña desde los estudios de la movilidad el concepto de aeromovilidad. Melina Piglia rastrea los estudios sobre aviación (civil, comercial y militar) y resalta los aportes que traen los actuales enfoques que ponen el acento en lo social, cultural, corporal y tecnológico.

Tanto para la automovilidad como para la aeromovilidad