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Jerry Hopkins. Camden (EE.UU.), 1935.

Periodista y escritor estadounidense, corresponsal y editor colaborador de la revista Rolling Stone, y autor de 36 libros. En 1969 dejó temporalmente Rolling Stone para escribir la biografía de Elvis y comenzó a investigar sobre Morrison. De aquí nadie sale vivo fue rechazado por más de 30 editores antes de su publicación en 1980, cuando encabezó la lista de best sellers del New York Times y fue acreditada por muchos como la mejor biografía de los Doors, e inspiró un nuevo género editorial, la biografía de rock. Más tarde publicó una continuación de la biografía de Elvis junto con biografías de Jimi Hendrix, David Bowie, Yoko Ono y Raquel Welch.

Danny Sugerman. Los Ángeles (EE.UU.), 1954 – 2005.

Representante artístico del grupo The Doors durante sus tres últimas décadas, dirigió a otros artistas como Ray Manzarek o Iggy Pop. Además de De aquí nadie sale vivo, también escribió Appetite For Destruction: The Days of Guns N’ Roses (1991). Casado con Fawn Hall, juntos conocieron al cofundador de MP3.com, Rod Underhill, cuando Hall trabajaba allí. Underhill declaró más tarde que «Sugerman era muy interesante, y visualmente era un calco de Jim Morrison, el mismo tipo de corte de pelo, ropa similar, la semejanza era extraña». Sugerman discutió su idealización de Morrison en detalle en parte de su libro Wonderland Avenue.

 

 

 

Título original: No One Here Gets Out Alive, 1985

 

© Del libro: Jerry Hopkins & Danny Sugarman

© De la traducción: Ricard Gil. Alberto Manzano como traductor de las canciones

Edición en ebook: enero de 2019

 

© Capitán Swing Libros, S. L.

c/ Rafael Finat 58, 2º 4 - 28044 Madrid

Tlf: (+34) 630 022 531

28044 Madrid (España)

contacto@capitanswing.com

www.capitanswing.com

 

ISBN: 978-84-949693-9-3

 

Diseño de colección: Filo Estudio - www.filoestudio.com

Corrección ortotipográfica: Victoria Parra

Composición digital: leerendigital.com

 

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De aquí nadie sale vivo

 

 

CubiertaEl 3 de julio de 1971, Jim Morrison moría en París, y no de sífilis, atravesando la misma crisis demencial que sus dos grandes maestros, Rimbaud y Nietzsche, sino envuelto en el más profundo misterio. Aquí está Jim Morrison en toda su complejidad: cantante, filósofo, poeta, delincuente. El brillante, carismático y obsesionado buscador que rechazó la autoridad en cualquier forma, el explorador que analizó «los límites de la realidad para ver qué pasaría». Tras siete años de trabajo, esta biografía mundialmente famosa y definitiva, es la obra de dos hombres cuya empatía y experiencia con Jim Morrison los preparó para contar esta tragedia moderna: Jerry Hopkins, que mantuvo una extensa entrevista con Morrison poco antes de su muerte, y Danny Sugerman, confidente y asistente en el estudio del grupo desde los trece años.
Esta obra no aclara el mito, no desvela grandes secretos o relatos perturbadores, simplemente nos acerca a la figura de este dios del rock, durante los veintisiete años que pudo o quiso vivir, sumergidos en sonidos psicodélicos, drogas, mujeres, conciertos, poesía, bourbon y un impresionante magnetismo que aún hoy mantiene atrapadas a miles de personas. La historia de un joven cuya corta vida y muerte encapsularon los altos y bajos de los míticos años sesenta.

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Índice

 

 

Portada

De aquí nadie sale vivo

Prólogo

El arco tenso

Capítulo 01

Capítulo 02

Vuela la flecha

Capítulo 03

Capítulo 04

Capítulo 05

Capítulo 06

Capítulo 07

Cae la flecha

Capítulo 08

Capítulo 09

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Epílogo de Jerry Hopkins

Epílogo de Michael McClure

Agradecimientos

Discos

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Sobre este libro

Sobre Jerry Hopkins & Danny Sugarman

Créditos

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Prólogo

Jim Morrison estuvo a punto de convertirse en un héroe mítico en vida. Pocos pondrán en duda que fue una leyenda viva. Su muerte, envuelta en misterio y continuas especulaciones, completó su consagración, asegurándole un lugar en el panteón de aquellos artistas heridos y dotados que sintieron la vida con demasiada intensidad como para soportar vivirla: Arthur Rimbaud, Charles Baudelaire, Lenny Bruce, Dylan Thomas, James Dean, Jimi Hendrix y tantos otros.

Este libro no alienta ni disipa el mito de Morrison. Solo es un recordatorio de que Jim Morrison es algo más que una leyenda; y de que la leyenda está fundamentada en los hechos. En ciertas ocasiones, el contenido de este libro entra en intenso conflicto con el mito; en otras, apenas puede distinguirse de él. Así era también el hombre.

Personalmente, creo que Jim Morrison era un dios. Quizá a algunos esto pueda sonarles extravagante; para otros quizás parezca una excentricidad. Evidentemente, Morrison insistía en que todos somos dioses, creadores de nuestro propio destino. En mi modesta opinión, Jim Morrison era un dios de la era moderna. Bueno, como mínimo un lord.

Hasta ahora hemos comprendido muy poco a Morrison como ser humano. Su trabajo como miembro de los Doors sigue llegando a nuevos públicos, mientras sus fuentes de inspiración y su verdadero talento son completamente ignorados. Las historias de sus arrestos y hazañas se disparan y extienden más que nunca, pero la imagen que tenemos de él como persona es cada vez más borrosa.

Morrison cambió mi vida. Cambió la vida de Jerry Hopkins. La verdad es que Morrison trastocó la vida de muchas personas, no solo la de los que estaban en su órbita inmediata, sino también las de aquellos a los que influyó en su controvertido papel como cantante y letrista de los Doors.

Este libro es una crónica sobre la vida de Jim, no sobre su significado, pero puede ayudarnos a hacernos una idea del hombre, viendo de dónde venía y cómo llegó adonde se dirigía.

Estar en la onda de Morrison en 1967 (cuando la mayoría de nosotros supo de él por vez primera) no era tarea fácil. Requería algo más que una mínima búsqueda interior; identificarse con Jim significaba que eras un outsider que prefería mirar hacia dentro. El rock and roll siempre ha seducido a muchos inadaptados con problemas de identidad, pero Morrison llevó el concepto de outsider un paso más allá. En realidad, decía: «Está bien, nos gusta esto. Es doloroso, un verdadero infierno, pero también es muchísimo más real que el viaje en el que os veo a vosotros». Señalaba con el dedo a padres, profesores y otras figuras autoritarias de todo el país. No hacía referencias vagas. Cabreado por el engaño, no insinuaba; acusaba descarada y furiosamente. Luego nos enseñaba cómo eran realmente las cosas: «La gente es extraña cuando tú eres un extraño, / las caras son feas cuando estás solo». Nos enseñaba cómo podrían ser: «Podríamos estar muy bien juntos. / Te hablaré del mundo que inventaremos, / un mundo desenfrenado, sin lamentos. / Iniciativa. / Expedición. / Invitación e invención». Se comunicaba con emoción, rabia, elegancia y sabiduría. No estaba dispuesto a transigir.

Indudablemente a Jim no le interesaba entrar, ni siquiera detenerse un momento, ni tampoco pasar de largo. Su única motivación era abrirse paso a través de todo. Había leído sobre gente que lo había hecho, y creía que era posible. Y quería llevarnos con él. «Al atardecer habremos cruzado las puertas», cantaba. Los primeros y mágicos años de la vida de los Doors fueron algo más que Jim y su banda llevando a su público a visitar brevemente otro lugar —un territorio que trascendía el bien y el mal; un paisaje musical dramático y sensual—. Por supuesto, el paso definitivo hacia el otro lado es la muerte.

Puede sentarse a horcajadas en la valla que separa la vida de la muerte, el «aquí» del «allá», pero solo durante un tiempo. Jim lo hizo, animándonos desesperadamente a que le acompañásemos. Por desgracia, Jim parecía necesitarnos más de lo que nosotros le necesitábamos a él. Sin duda, no estábamos preparados para ir adonde quería llevarnos. Queríamos mirarle y queríamos seguirle, pero no lo hicimos. No pudimos. Y Jim no pudo detenerse. De modo que se marchó solo, sin nosotros.

Jim no quería ayuda. Solo quería ayudar. Yo no creo que Jim Morrison estuviese nunca metido en el «viaje de la muerte», como tantos escritores proclamaron. Creo que el viaje de Jim era sobre la vida. No la vida temporal, sino la felicidad eterna. Si tenía que matarse para llegar hasta allí, o incluso para avanzar un milímetro hacia su destino, no le importaba. Si al final de su vida hubo un poco de tristeza, fue el dolor del aferramiento mortal e instintivo. Pero, como lord, como visionario, sabía más.

La historia que estáis a punto de leer puede parecer una tragedia, pero para mí es el relato de una liberación. A pesar de la depresión y frustración que Jim pudo llegar a soportar en sus últimos días, creo que también conoció la alegría, la esperanza y la consciencia serena de que casi había llegado a casa.

No importa cómo muriese Jim. Tampoco importa demasiado que nos dejase tan joven. Lo único que importa es que Jim Morrison vivió, y que vivió con la meta que el nacimiento propone: descubrirse a sí mismo y el propio potencial. Él lo hizo. La corta vida de Jim habla con claridad. Y yo ya he hablado demasiado.

Nunca habrá nadie como él.

DANIEL SUGERMAN

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