Desde hace algunas décadas se ha intensificado y enriquecido la reflexión en torno al traductor y su trabajo superando la idea histórica de que el texto traducido era copia fiel del original.

Mediante esta colección ofrecemos a los investigadores y estudiosos un espacio en español que se suma a dicha discusión en tres grandes vertientes: el quehacer del traductor hoy en día, la historia de la traducción y de sus concepciones y textos traductológicos importantes escritos en otras lenguas.

Otros títulos de esta Colección

1. Traducción, identidad y nacionalismo en Latinoamérica

Nayelli Castro Ramírez

(coordinadora)

2. Leer, traducir, reescribir

Nair María Anaya Ferreira

(coordinadora)

Contenido

Contenido

Nota del traductor

Nota de la edición francesa

Mis seminarios en el “Colegio”

La era de la traducción
Apertura

Cuaderno 1

La metafísica del lenguaje

Cinco características del pensamiento de Benjamin

Benjamin traductor

“La tarea del traductor”: un prólogo

El comentario

Cuaderno 2

Cuaderno 3

Cuaderno 4

Cuaderno 5

Cuaderno 6

Cuaderno 7

Cuaderno 8

Cuaderno 9

Cuaderno 10

Sobre el autor

Nota del traductor

El texto de Berman presenta ciertos problemas particulares al traductor. Hemos dejado en el original las citas que no estaban en francés, pero decidimos traducir las citas de la traducción de Gandillac y las del propio Berman. Con esto corríamos el riesgo de que una traducción derivada (del alemán al francés y de allí al español) nos alejara del original alemán en un grado superior al que lo hacían las traducciones que nosotros traducíamos, lo que podía afectar el sentido del comentario de Berman. Para evitarlo, tuvimos en cuenta para nuestra traducción el texto original en alemán en simultáneo con el texto francés. En caso de no poder reproducir en español los problemas que discute Berman de la traducción al francés del texto alemán, se lo aclara en pie de página.

El lector notará que hay notas a pie de página que aclaran si una cita es traducción de Berman o de Gandillac. Por razones de comodidad, las notas dicen “traducción de Berman” o “traducción de Gandillac” donde debería leerse “Traducido de la traducción de…”.

Las notas sin corchetes son de Berman, las que están entre corchetes sin aclaración pertenecen al editor francés, las nuestras van entre corchetes con la leyenda N. del T. Las aclaraciones entre corchetes incluidas en el texto de Berman son todas del traductor.

Nota de la edición francesa

Desde su fundación, Antoine Berman llevó adelante en el Colegio Internacional de Filosofía una dirección de programas en cuyo marco dictó cierto número de seminarios.

Ésta es la primera publicación de un seminario de Antoine que no revisó ni preparó personalmente para la edición. Él quería que el seminario sobre Benjamin se convirtiera en libro (como lo testimonian en sus cuadernos varias versiones escritas del comienzo), pero siempre lo postergaba. Puesto que es la primera tentativa de una publicación de esta naturaleza –sin el auxilio del autor–, debemos darnos algunas explicaciones. De entrada, una “edición de archivo” no resultaba satisfactoria. Tampoco podía ser cuestión de rewriting ni de “peinado”. El trabajo por hacer consistiría en leer y releer los borradores, tantas veces como fuere necesario, y por así decirlo, pasivamente, hasta que se “descubrieran”, hasta que la escritura se afirmara, en su densidad extrema, sin dejar a su vez de permanecer anudada, en la superficie, a los términos persistentes, a las reanudaciones, a las repeticiones necesarias.

La edición de este manuscrito ha sentado, si no los principios, al menos las bases para las publicaciones futuras de los seminarios inéditos.

Disponíamos al comienzo de cuadernos en los que Antoine preparaba las sesiones del seminario, y de grabaciones, brindadas generosamente por Wladimir Granoff, de la casi totalidad de las sesiones. ¿Había que partir de lo escrito, o de lo oral? ¿Había que tratar lo escrito y lo oral en conjunto? Michel Deguy me aconsejó partir de lo escrito, cosa que hice. No obstante, subsistía la cuestión de la naturaleza del carácter “oral” del texto escrito. La escritura de los cuadernos, en apariencia precipitada y destinada a la transmisión oral, no producía sin embargo un “texto oral”. Interpelaciones al público, resúmenes de las “sesiones anteriores”, expresiones familiares, no eran realmente significativas. La escritura se imponía. Pero en ella la oralidad resonaba “sin tensión e incluso en silencio”, bajo la forma de una oralidad deseada.

Durante años, la puesta a punto del manuscrito avanzó con lentitud. Algunos amigos sumaron su contribución. Valentina Sommella, tras llegar de Nápoles, golpeó un día a mi puerta. Fue gracias a la experiencia por fin concertada de un trabajo común, gracias a su alegría de vivir, a su inteligencia, que La era de la traducción pudo encontrar su forma definitiva para la edición y llegar a manos de quienes la esperaban.

Con Valentina dejamos para el final la escucha de las grabaciones de las sesiones del seminario. Esperábamos encontrar en ellas una gran proximidad con el texto escrito. Esta proximidad existía, y sin embargo cada vez nos sorprendía más su radical diferencia.

Así se impuso el proyecto de permitir el acceso a los dos “textos”: gracias a la presente edición por un lado, gracias a la difusión informática de las grabaciones por el otro.

El orden de publicación de las obras de Antoine Berman no ha seguido la cronología de su escritura pero instaura otro tiempo. El comentario que publicamos está enriquecido hoy por la lectura de su última obra sobre John Donne, basada en un enfoque crítico similar.

Algunas precisiones adicionales. El título La era de la traducción ha sido extraído del texto. Antoine Berman sólo emplea subtítulos en la primera parte del seminario. Probablemente los habría agregado, pero hemos dejado las cosas en ese estado para respetar el ritmo cada vez más atrapante del comentario. Hemos decidido igualmente dividir lo que sigue no en “sesiones”, ni en “capítulos”, sino en “cuadernos”. Las ediciones recientes de las obras citadas y todo agregado en las notas están puestos entre corchetes.

Agradezco al Centro Nacional del Libro por su ayuda financiera.

Agradezco a Claire Miquel, así como a Marie-Geneviève Freyssenet, Jonas Tophoven y Marc Berdet por su ayuda.

Gracias a los miembros fundadores de la Asociación Antoine Berman: las tareas de la traducción y más particularmente, por esta obra, a Jean-Michel Rey, quien acerca este texto a los lectores.

Señalemos por último que Martine Broda realizó y publicó una retraducción de “La tarea del traductor” en Po&sie (nº55, 1991). Martine Broda había asistido al seminario de Antoine y se inspira en él.

Isabelle Berman

París, agosto de 2008

Mis seminarios en el “Colegio”

Por Antoine Berman

De 1984 a 1989 di regularmente seminarios de traductología en el Colegio Internacional de Filosofía […]. [Los] seminarios del Colegio […] están estrechamente ligados a mi trabajo de investigación y de escritura. Como todos los otros seminarios dados en esta institución, estaban destinados a un público de oyentes libres (estudiantes diversos, traductores, investigadores, psicoanalistas, semiólogos, etcétera) sin orientación hacia una formación específica (diplomada o no). Los temas abordados durante estos cinco años fueron los siguientes:

– la noción de literalidad en traducción (invierno 1984);

– traducción, lengua materna, lengua extranjera (primavera 1984);

– filosofía y traducción (comentario de “La tarea del traductor” de Walter Benjamin) (invierno 1984-1985);

– la falencia de la traducción (primavera 1986);

– historia de la traducción en Francia (primavera 1987);

– la Babel traductiva: traducción especializada y traducción literaria (primavera 1988);

– comentario de traducciones de John Donne y Friedrich Hölderlin (primavera 1989).

Antes de dilucidar la lógica propia de esta serie de seminarios, hay que precisar que ésta formaba parte del programa “traducción” del Colegio, del que yo era director; que este programa, conforme a la voluntad de sus principales fundadores, François Châtelet, Jacques Derrida y Jean-Pierre Faye, ocupaba de cierto modo para el Colegio Internacional de Filosofía un lugar central, o en todo caso privilegiado, como lo atestigua un documento oficial del Colegio publicado hacia 1988:

La política internacional del Colegio se desarrolla alrededor de tres tipos de problemáticas: la tradición, la traducción, la comunicación. ¿Cómo interpretar la diferenciación continuamente reiterada, el carácter local de los dispositivos de reconocimiento de problemas? ¿Habría un polimorfismo de la verdad? La traducción y la traducibilidad son también un eje privilegiado, tanto teórico como práctico.

Estas líneas sintéticas, por lo demás, quizás eran eco de un informe que en 1987 yo había dirigido a las “autoridades” del Colegio, un informe que retomaba las reflexiones esbozadas en La prueba del extranjero en 1984:

Entre todos los programas del Colegio Internacional de Filosofía, el programa “traducción” tiene un estatuto particular. Este estatuto particular reside primero en lo siguiente, en que los otros programas (y sus seminarios correspondientes), fuere cual fuere su temática, se ven afectados por él: en todos los casos, en un momento o en otro, el trabajo de reflexión se topa con el “problema” de la traducción de ciertos textos.

No obstante, la importancia de la traducción para el Colegio reside más profundamente en lo siguiente, en que los diferentes saberes o actividades tomados en consideración (trátese de saberes que por otro lado tengan una forma institucional, como la filosofía, el psicoanálisis, las ciencias, el derecho, la literatura y la crítica literaria, o de interciencias cuyo único lugar de existencia es el Colegio) todos se enfrentan a la traducción como problema. Tomemos los casos, más fáciles de abordar, de los saberes y actividades que ya tienen un nombre y un estatuto en nuestra sociedad.

Para la filosofía, en primer lugar, la traducción se ha convertido actualmente en una cuestión central donde lo que está en juego es ella misma y su propio “devenir”. Ello se ve, primero, en ciertas obras filosóficas mayores, trátese de Benjamin, de Heidegger, de Wittgenstein, de Quine, de Derrida o de Michel Serres. En tanto la filosofía “moderna” se presenta como una reflexión (de por sí sumamente múltiple) sobre el lenguaje y las lenguas, se enfrenta imperiosamente con el problema de la traducción. En tanto se presenta como reflexión sobre la tradición y su historia, lo enfrenta con no menos necesidad. En tanto descubre, poco a poco, que está constituida por la “transmisión” de sus categorías fundamentales, por la transferencia de las Grundwörter, de las palabras fundamentales del pensamiento griego del griego al latín, luego del latín a las lenguas modernas, se enfrenta igualmente con la traducción como tradición (problemática). En tanto se revela dividida en tradiciones lingüísticas y culturales muy diferentes en el seno mismo del espacio occidental (filosofía alemana, filosofía francesa, filosofía inglesa, etcétera) se enfrenta igualmente (esta vez horizontalmente) con la cuestión de la traducción. En tanto se pregunta por el diálogo con las formas de pensamiento extraeuropeas y no filosóficas (India, Japón, etcétera), se enfrenta una vez más con la traducción. En tanto, por último, está confrontada con la diseminación mundial de sus categorías y de sus textos (hay “filosofía” en América del Norte, en América latina, en China, en África, etcétera), también la enfrenta. Tales parecen ser, enumeradas muy bastamente, las seis dimensiones reconocibles en las que la filosofía debe enfrentarse a la traducción como destino actual.

Desde el comienzo, la traducción no ha sido menos esencial para la reflexión del Colegio sobre la ciencia y las tecnologías […].

En cuanto al psicoanálisis, se sabe que, por un lado, desde La interpretación de los sueños el concepto de traducción ha funcionado en su corpus como un concepto central. Basta ver la cantidad de artículos, de números especiales de revistas, de coloquios y de mesas redondas dedicados por los psicoanalistas a la traducción para darse cuenta de que, para ellos, “traducir” constituye un asunto más que candente.

Para la literatura (y, correlativamente, para la “crítica literaria”), la cuestión de la traducción no es menos esencial, y ello tanto más cuanto desde el Romanticismo alemán hasta Proust, Valéry, Pasternak, Roa Bastos, etcétera, ésta se ha postulado explícitamente como un acto de traducción.

En fin, toda reflexión sobre el derecho, en tanto aborde ya sea la historia de éste (y por lo tanto su transmisión), ya sea la pluralidad de los sistemas de pensamiento jurídicos existentes, se enfrenta también por fuerza a la cuestión de la traducción.

Los seminarios dictados de 1984 a 1989 en el Colegio Internacional de Filosofía buscan corresponderse, aunque sea de modo parcial, con toda esta problemática. Al mismo tiempo, siguen su propio camino.

El primero busca explicitar lo que, de hecho, había constituido el presupuesto no cuestionado de mi propia actividad de traductor: que traducir era, ante todo, y, en esencia, un “trabajo sobre la letra”. En este seminario, el concepto de “literalidad” fue abordado a partir del análisis de grandes traducciones históricas, como el Sófocles de Hölderlin, el Milton de Chateaubriand y la Eneida de Klossowski.

El segundo seminario indagó sobre las nociones de “lengua materna” y de “lengua extranjera” en sus relaciones con la traducción. Fueron así estudiadas las representaciones de la lengua materna y de la traducción en Dante, Nebrija, Du Bellay, Grimm, Schleiermacher; se abordaron, además, fenómenos históricos desconcertantes tales como el polilingüismo del Renacimiento y del comienzo de la Época Clásica, la autotraducción y la práctica de la “variante” en los siglos XVI y XVII, etcétera.

El tercer seminario fue dedicado esencialmente al comentario de un texto mayor sobre la traducción, “La tarea del traductor”, de Benjamin, comentario hecho a la vez sobre el original alemán y sobre la versión francesa entonces existente (la de Maurice de Gandillac). Este seminario fue muy rico en enseñanzas, pues el comentario, en tanto modo tradicional de explicitación de los textos, es igualmente un “trabajo sobre la letra” muy próximo a la traducción. Éste permite un análisis micrológico de un texto traducido que tiene un impacto pedagógico considerable. Pero durante el seminario se halló un fenómeno imprevisto que provocó el asombro de todos los participantes: la traducción de Benjamin, si bien realizada por un filósofo germanista experimentado (autor, entre otras, de traducciones de Maître Eckart, de Novalis…), presentaba “defectos” inexplicables: olvidos de frases esenciales, contrasentidos que bordeaban el lapsus, fallas o rupturas terminológicas, palabras extranjeras naturalizadas dentro del texto, citas reescritas, y otras fallas desconcertantes. ¿De dónde venían estas fallas que nos inquietaban a medida que las encontrábamos en el transcurso del comentario? Por cierto no de la incompetencia del traductor, sino más bien, parece, de su psiquis. ¿Qué era lo que, en el acto de traducir, impedía su realización?

Esas fueron las cuestiones que abrieron un cuarto seminario sobre la “falencia” de la traducción, que aspiraba de hecho a desarrollar una analítica del sujeto traductor. Sólo aspiraba, porque es como si una bruma impenetrable sobrevolara sobre toda reflexión relativa a la subjetividad del traductor.

El quinto seminario tuvo por tema el origen y nacimiento de la traducción en Francia, y estudió las obras de dos grandes “padres fundadores”, Nicole Oresme en el siglo XIV y Jacques Amyot en el siglo XVI.

El sexto seminario, llamado inicialmente “la Babel traductiva”, confrontó (y opuso) la traducción especializada y la traducción literaria. Dentro de este marco se analizó ampliamente la traducción de libros infantiles (cuentos de Grimm en las versiones de Armel Guerne y de Marthe Robert).

El séptimo y último seminario comentó dos “poemas de amor”, uno de John Donne, “Going to Bed”, el otro de Hölderlin, “Wenn aus der Ferne…” confrontando los originales con versiones francesas y una versión española (para Donne).

Con este último trabajo de comentario se cumplió para mí este ciclo de seminarios en el Colegio.

Texto inédito.

Drôme, abril de 1991.