DATOS DE LA COLECCIÓN

PEQUEÑOS GRANDES ENSAYOS

DIRECTOR
Álvaro Uribe
CONSEJO EDITORIAL
Sealtiel Alatriste
David Turner Barragán
Arturo Camilo Ayala Ochoa
Elsa Botello López
José Emilio Pacheco
Antonio Saborit
Ernesto de la Torre Villar †
Juan Villoro
Colin White Muller †

DIRECTOR FUNDADOR
Hernán Lara Zavala

Universidad Nacional Autónoma de México
Coordinación de Difusión Cultural
Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial

NOVALIS


La cristiandad o Europa

Presentación de

ADRIÁN SOTO BRISEÑO

Traducción de

LORENA DÍAZ GONZÁLEZ

UNAM

UNAM

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
2012

Notas

1 Schelling deseaba publicarlo junto con un poema paródico de su autoría: “Confesiones epicúreas de la fe de Heinz Wiederpostens”.  [regresar]

2 Se trata del nombre real de Novalis, que adquirió su seudónimo de un antepasado del siglo XIII para publicar por primera ocasión en el Athenaeum, pues los editores le exigían presentarse bajo signatura o sobrenombre. [regresar]

3Iglesia perseguida o reprimida. [regresar]

4 Lutero mismo sufrió las consecuencias de aquella disgregación de la comunidad cristiana en favor de los intereses de los pequeños principados, así como la interpretación libre de la Biblia por un pueblo embrutecido y arrogante; por eso escribió desconsolado: “Con esta doctrina, cuanto más se avanza peor se vuelve el mundo, es la obra y el trabajo de este diablo maldito. Bastante se ve cómo es ahora el pueblo más avaro, más cruel, más impúdico, más desvergonzado y peor de lo que era bajo el papismo”. [regresar]

5 La frase horaciana convertida en máxima programática de la Ilustración tras el ensayo “¿Qué es la Ilustración?” de Immanuel Kant: “¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de tu propio entendimiento!” A pesar de las discrepancias entre el pensamiento de Novalis y el de Kant, algunos germanistas consideran que el primer romanticismo comenzó siendo la acentuación del movimiento ilustrado en su búsqueda del perfeccionamiento del hombre. Las aspiraciones de Kant, “Todavía falta mucho para que la totalidad de los hombres, en su actual condición, sean capaces o estén en disposición de servirse bien del propio entendimiento”, resuenan en Novalis como un anhelo: “¿Cuándo comenzará la humanidad entera a reflexionar sobre sí misma?” [regresar]

LA CRISTIANDAD O EUROPA

Fueron tiempos hermosos y resplandecientes en los que Europa era una tierra cristiana, cuando en esta parte del mundo habitaba una cristiandad organizada humanamente; un enorme interés comunitario vinculaba las provincias más remotas de este vasto reino espiritual. Sin grandes posesiones mundanas, un líder conjuntaba y dirigía las enormes fuerzas políticas. Un gremio numeroso, accesible a todos, se encontraba directamente subordinado a él, cumplía sus exhortaciones y con entusiasmo aspiraba a consolidar su poder caritativo. Cada miembro de esa sociedad era honrado por todas partes, y si la gente ordinaria buscaba en él consuelo o apoyo, protección o consejo, con gusto la ayudaba en sus diversas necesidades. Así, en los poderosos encontraban resguardo, prestigio y audiencia; todos cuidaban de estos hombres elegidos y dotados de fuerzas sorprendentes, como niños del cielo, cuya presencia y encanto infundían múltiples bendiciones. Los hombres depositaban una confianza infantil en su revelación. ¡Con qué serenidad podía llevar a cabo cada quien su jornada terrena, pues a través de estos hombres santos se les deparaba un futuro seguro y eran absueltos de cada falta, y cada instante turbio de la vida era destruido y clarificado! Ellos eran los capitanes experimentados sobre grandes mares ignotos, con cuyo auxilio los hombres eran capaces de sortear todas las tormentas, y con optimismo vislumbraban su arribo seguro a la costa del verdadero mundo patrio.

Los instintos más salvajes e insaciables debían ceder ante la veneración y obedecer a sus palabras. De ellas sólo surgía paz. No predicaban más que amor a la santa, a la hermosísima Señora de la Cristiandad, quien provista de fuerzas divinas estaba dispuesta a salvar a cada creyente de los peligros más terribles. Contaban de hombres celestiales, muertos hacía mucho tiempo, que por fe y lealtad a aquella bienaventurada madre y a su benévolo y divino hijo consiguieron superar las tentaciones del mundo terrenal, alcanzando gloriosos honores, asumiendo poderes benéficos y protectores de sus hermanos aún vivos, guardianes serviciales en tiempos de necesidad, representantes del dolor humano y piadosos intercesores de la humanidad ante el trono divino.

Con cuánta serenidad eran abandonadas las bellas reuniones en las misteriosas iglesias, adornadas con conmovedoras imágenes, impregnadas de deliciosos aromas y animadas con espléndida música sacra. En su interior, los restos consagrados de antiguos hombres temerosos de Dios se conservaban en exquisitos recipientes; a través de ellos se revelaba la bondad y omnipotencia divinas y, en la infinita claridad de aquella devoción, a los creyentes se les manifestaban prodigios y signos milagrosos. De esta manera fueron preservados los rizos de aquellas queridas almas, recuerdos de los amados difuntos que el dulce fervor reunirá en la muerte reconciliadora. Los poseedores de los restos que habían pertenecido a esas almas amadas se reunían por todas partes con cordial diligencia, y aquel que pudiese conseguir o tan sólo tocar una reliquia se consideraba afortunado. Continuamente parecía posarse la sublime gracia celestial en una fantástica imagen o en un sepulcro, y los hombres concurrían hacia aquellas regiones llevando hermosos obsequios y recibían a cambio regalos celestiales: paz del alma y salud en el cuerpo.