Cover

illustration

 

© del texto: Rodrigo Isidro Villamizar

© diseño de cubierta: Equipo Mirahadas

© corrección del texto: Equipo Mirahadas

© de esta edición:

Editorial Mirahadas, 2022

Avda. San Francisco Javier, 9, P 6ª, 24

Edificio SEVILLA 2, 41018 - Sevilla

Tlfns: 912.665.684

info@mirahadas.com

www.mirahadas.com

Primera edición: abril, 2022

ISBN: 978-84-19228-92-5
Producción del ePub: booqlab

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o scanear algún fragmento de esta obra»

illustration

 

Dedico la realización de este sueño a Dios primeramente por ser mi fuente de iluminación, a los municipios de Càcota de Velasco Norte de Santander y Santa Rosa de Viterbo Boyacá, Colombia, porque fueron los reflejos de inspiración y a mis enemigos que con sus falacias y pérfidos ataques, me hicieron ver la vida de otra forma para darme cuenta quién camina a mi lado para no confiar en nadie.

Agradezco la realización de este proyecto a Dios nuevamente, a mi esposa Bertha Cecilia, que permaneció a mi lado día y noche en tan difícil tarea, a mis hijos Jorge Iván, Liseth Nataly y Sandra Liliana, por su apoyo incondicional. Al doctor Emerson Gonzales, Asambleísta del departamento Norte de Santander por su aporte económico para esta realidad y su apoyo a la cultura y desarrollo del departamento para beneficio de los más necesitados.

«Un verdadero líder se debe a su pueblo, sin distinción de razas y colores».

ÍNDICE

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X

Capítulo XI

Capítulo XII

Capítulo XIII

Capítulo XIV

Capítulo XV

Capítulo XVI

Capítulo XVII

Capítulo XVIII

Capítulo XIX

Capítulo XX

Capítulo XXI

Capítulo XXII

Capítulo XXIII

Capítulo XXIV

Capítulo XXV

Capítulo XXVI

Capítulo XXVII

Capítulo XXVIII

Capítulo XXIX

Capítulo XXX

Capítulo XXXI

Capítulo XXXII

Capítulo XXXIII

Capítulo XXXIV

Capítulo XXXV

Capítulo XXXVI

Capítulo XXXVII

Capítulo XXXVIII

Capítulo XXXIX

Capítulo XL

Capítulo XLI

Capítulo XLII

Capítulo XLIII

Capítulo XLIV

Capítulo XLV

Capítulo XLVI

Capítulo XLVII

Capítulo XLVIII

Capítulo XIL

Capítulo L

Capítulo LI

CAPÍTULO I

El profesor fijó su mirada al horizonte y señalando con el dedo índice de su mano derecha e invitó a los presentes:

«Mirad el fuego abrasador del crepúsculo extenderse como una niebla de oro bañando los collados entre las frondas que adormecen sobre los doseles, la obra que nos muestra el reloj de las aves, la hora de descanso del labriego, el portal de la noche refugio del muerto que con sus lunas llenas nos colman de misterios».

Los curiosos y controvertidos acontecimientos que constituyen el argumento de esta crónica dieron sus primeras luces en el año 1500, tiempo después de haber sufrido y superado tantos infortunios sobre un terreno hostil de nombre orquídeas del trópico.

Todo sucedió en cumplimiento del mandato por parte de la corona sobre las diferentes comisiones encabezadas por religiosos con el fin de adelantar procesos de exploración, conquista, colonización y adoctrinamiento de nuestros pobladores de la época, desde entonces la marcada violencia en Colombia, tan ancha y larga como el río grande de la Magdalena y tan caudalosa y oscura como las corrientes espesas del Amazonas, o el río Cauca, cementerio de juventudes que aparecen flotando sobre sus aguas turbias de manos de los grupos narco paramilitares afines al Gobierno en su tarea de limpieza a los que piensan diferente y tienen otra visión de estado incluyente y soberano.

Tantas delegaciones como criminales de la más baja calaña fueron enviadas a nuestros territorios atesorando cuanto mineral valioso encontraron a su paso a costa de lo que fuera, incluso la vida misma.

Nos dejaron desde entonces esa herencia arrasadora, que se agita hoy en este país de ensueño y todas las sociedades organizadas, que se consideran cultas y avanzadas de nuestro continente, a partir de los primeros desembarques de colonos.

Una de tantas comisiones ingresó a nuestro territorio, el 26 de octubre de 1549, por el nororiente de nuestro país, denominado Orquídeas del trópico. Desde entonces en el tiempo huracanado se agiganta el fantasma de Poseidón, evocando las fuerzas del mal sobre sus olas.

Tres navíos bogaron balanceándose sobre sus crestas prusia blanquecinas, retando ese oleaje bravío, revolviendo en sus entrañas hirvientes el destino perverso de la parda, la rayada y la manchada, atestadas de la delincuencia más cruel e inhumana que hemos soportado.

Inocularon su pensamiento soberbio y codicioso contaminando las células cerebrales y sus emociones perversas en la clase dominante que se ha enquistado en el poder por generaciones, amo y señor del esclavismo, la pobreza, la desigualdad y el abandono que sufrimos desde entonces.

Un cronista a mediados de los años cuarenta, escribió un documento en el que identificó y denominó esta terrible enfermedad social incrustada hoy en todas y cada una de las conciencias de hombres y mujeres, desprovistos de principios, valores y amor patrio como «EL CUBIL DE LAS HIENAS».

Por su semejanza con esa fiera terrible, voraz, depredadora y carroñera que habita las estepas africanas con capacidad de timar la presa al león, atacándolo estratégicamente en equipo, considerado por su fortaleza en el mundo entero como el rey de la selva.

Cubil, traduce abstracción en conciencia a la perversión de personas con pensamiento y actuar malevo, dominadas por demonios siniestros de los más bajos instintos: envidia, ira, egoísmo, ambición, codicia, sarcasmo, arrogancia y todo lo que conocemos fétido, en las covachas de Satán.

El cronista lo rotuló así por considerarlo un documento importante, identificando las raíces de este flagelo que carcome nuestra sociedad, estableciéndolo como una motivación personal o colectiva dirigida por inteligencias ocultas, desconocidas e invisibles ante la sociedad, amparadas en la impunidad por una laxa justicia constantemente permeada y manoseada en sus diferentes ramas de poder desde las altas esferas del Estado.

Un poder heredado que nos ha venido gobernando desde el palacete burgués donde se instala por tradición la administración de la República con su gabinete endulzado, de mentalidad conservadora y políticas neoliberales desde antes del grito de independencia.

Decretando a su acomodo y conveniencia una serie de políticas ligadas a las normas de los movimientos geopolíticos liderados por las oligarquías más representativas y repugnantes del mundo en generaciones, arropándose en las leyes de autoprotección creadas por ellos mismos para su blindaje, pero aplicadas con todo rigor al pueblo de a pie.

Todo este encubrimiento mientras se pavonean con su estilo particular enclaustrados en sus espíritus mezquinos por los pasillos del Congreso, dejando entrever entre sus rasgos ese instinto de maldad inspirados por el demonio desestabilizador de nuestros líderes de turno.

Hacia 1970 con amor patrio y conocimiento de causa en sus experiencias vividas, este académico erudito y elocuente historiador y cronista presentó el documento en sociedad como ensayo que reflejaba dolorosos episodios haciendo entrega del mismo en acto público a su hijo adoptivo.

Este se tomó su tiempo haciendo un análisis profundamente crítico y algunos ajustes desde su punto de vista para divulgarlo a su manera entre la comunidad de San Bartolomé de la Cierra más adelante, argumentándolo como la revolución de las conciencias tal como lo pidió su padre.

A partir de ahí esa tesis revoloteó de boca en boca y se multiplicó por todas partes como crítica social en todo evento donde se presentara, replicando las palabras escritas de su mentor, un cronista desconocido e inquieto que zarandeó las mentes adormecidas de su pueblo retroalimentando y discerniendo constantemente sobre el tema.

»Una tarea altamente contagiosa que se ha venido masificando con mayor fuerza y razón todos los días, magnificándose en manifestaciones populares, dirigidas por enardecidos y verdaderos caudillos dentro de esa avalancha de sufrimientos y desarraigos colectivos, buscando desesperadamente socavar los cimientos de un poder corrupto, autoritario y nihilista, concedido por el pueblo de buena fe.

»Un poder que desconoce las necesidades primarias, el abandono y los abusos generalizados a los que nos han sometido hace más de doscientos años, buscando mantenernos en la ignorancia, anulando toda posibilidad de acceso al conocimiento y la investigación científica.

»Somos un pueblo mancillado y triste, prácticamente derrotado que han buscado ante los ojos del mundo hacer ver como pudiente y pujante cuando la realidad es otra, nos movemos entre la apatía de unos y la indiferencia de otros, víctimas de promesas falsas, incoherencias, engaños y abusos.

»Una tragedia, que hemos venido soportando, las veinticuatro horas del día, durante los trecientos sesenta y cinco días del año, desde 1572 hacia 1810 donde comienza el calvario político bipartidista, social, cultural y económico. Las masas populares subyugadas, sometidas a intereses personales y colectivos.

»Hemos venido siendo víctimas de la clase dominante que se afianzó en el poder desde entonces, ya conformado como Estado soberano hasta nuestros días, cabalgando a lomo del pueblo que han visto como mulas de carga a las que se les puede tranzar por su mansedumbre.

»Entre los años 1550 y 1600, los primeros invasores sometieron el cacicazgo que venían interviniendo al nororiente de orquídeas del trópico, el cronista se abstuvo de iluminar los confusos y sangrientos detalles de esa oscura confrontación por respeto a nuestros aborígenes vilmente asesinados y exterminados, lo hicieron con el fin de involucrarnos en esta ensoñadora y fantástica vivencia histórica desarrollada en tierras fronterizas enfocándose a partir de ese momento en la creación, organización y puesta en marcha del proyecto el pedregal donde se instalaron desde entonces».

CAPÍTULO II

El pedregal fue el nombre que el líder de la misión determinó para referirse a ese lugar mágico que ocupaba la comunidad indígena que acababan de doblegar y les fue arrebatado por la fuerza a sangre y fuego frente a la débil resistencia, como sucede hoy día cuando los terratenientes y poderosos se interesan por las tierras productivas de nuestros campesinos, les son hurtadas desterrándolos de sus parcelas para incrementar sus fundos, lo llamaron el pedregal, tal vez por la abundancia del mineral o seguramente porque se les hizo difícil o asqueroso pronunciar el sagrado nombre que los nativos le tenían a ese lar sagrado desde tiempos remotos, dejando como resultado una estela de muertos entre hombres mujeres y niños, algo similar a las innumerables masacres de inocentes que se suceden a diario en mi país Colombia y que ustedes conocen, se han llevado a cabo a través de la historia en todo el territorio nacional a manos de los ejércitos privados que surgen de las barriadas y veredas pobres por falta de oportunidades.

Las tierras y riquezas pasaron a ser propiedad privada de los saqueadores y sus descendientes, tan grave es la situación que hoy por hoy las autoridades fungiendo eficiencia han venido desentrañando de las lujosas mansiones de los ricos y poderosos, colecciones privadas que datan de miles de años.

El pedregal es un hermoso vestigio prehistórico sobre la cordillera al norte de Colombia surcado por raudos caudales que se abrieron paso entre piedras gigantes modelando sus formas por siglos, eterna morada de mariposas, duendes, gnomos, hadas y muchas más criaturas del universo invisible, seres que inspiran a quien llega a disfrutar este bello paraje en orquídeas del Trópico, se extiende bajo el entramado follaje de sus espesos bosques que aún se conservan, nido de la luna en noches de plata, abrazo de fuego los días de sol, asilo del alma embriagada de amor.

Después de violentar la dignidad de los nativos, derrotados, humillados diezmados y enfermos, fueron esclavizados por ellos mismos para explotar lo que fueron sus propiedades, construyendo en ellas lujosas casonas que para entonces eran desproporcionadas mansiones estilo español en arquitectura grecorromana satisfaciendo el capricho de sus amos.

En acaloradas y prolongadas discusiones decidieron que a la entrada del pueblo se construyeran dos casonas gemelas para sus principales líderes como símbolo de poder y ostentación haciendo honor a su cultura, a margen derecha e izquierda donde inicia la calle Real a partir de la entrada principal según el plano que elaboraron, las calles fueron construidas en piedra como testimonio de una historia sangrienta tallada en el tiempo, constancia premonitoria que allí se escribiría una crónica a través de los años, a partir de ahí fueron levantando el villorrio como tantos afines por todo el país, cada casona construida ocupa media cuadra distribuida en patios con extensos jardines, amplias habitaciones y solares donde organizaron sus huertos, jaulas para aves de corral y algunos animales de establo, unas viviendas más amplias que otras.

Las familias especializadas en molienda adecuaron sus instalaciones para el ensamblaje de molinos, donde se procesaba el trigo además de cultivarlo. Para la producción de harina y sus derivados, otros organizaron sus hornos a base de leña para las panaderías y otros, establecimientos comerciales de todo tipo.

Desde entonces el pueblo se desenvuelve dentro de una economía basada en el comercio y la agricultura sin dejar de lado sus tradiciones y herencia cultural, curiosamente respetando las costumbres y tradiciones indígenas, que se han ido perdiendo al paso de los años.

Se instalaron y se fueron haciendo familias prestantes venidas de afuera con servidumbre local, sobresalían por su abolengo distinguiéndose por un poder económico y social heredado en generaciones.

Una de las dos casonas gemelas construidas como símbolo de victoria en aquella gesta ubicada al margen izquierdo, fue tomada por la familia del único médico que existió allí para la época de apellido Cepeda.

Y todos los predios rurales aledaños sobre el mismo margen en kilómetros a la redonda pasaron a formar parte de esa propiedad, la casa del margen derecho de igual forma pasó a ser propiedad de la familia López con predios rurales a su mismo margen en la proporción de la familia Cepeda.

De esta forma se inició la repartición de tierras por partes aproximadamente iguales entre toda la delegación, extirpando por completo una cultura que fue sometida a voluntad de los conquistadores en una acción criminal replicada en todos los rincones del territorio nacional.

La pequeña villa fue planeada motivados desde el principio por las bondades que les venía ofreciendo nuestro territorio de singular belleza paisajística y sus comodidades. Impulsados por la necesidad, surgió la idea de construir su propio hábitat aprovechando las posibilidades y oportunidades que se venían presentando.

Contaban con múltiples facilidades, tenían sometida y esclavizada la comunidad indígena que estaba siendo adoctrinada, el recurso humano más importante para llevar a cabo sus propósitos, contaban con todos los recursos materiales necesarios y suficientes, habían adelantado un excelente proyecto.

Plantearon que la continuidad en la construcción de las viviendas, debía ser en piedra, madera, bareque, teja de barro y tapia pisada, teniendo en cuenta sus conocimientos técnicos y uno que otro atisbo a sus dominios para aprender, con todo dispuesto iniciaron el levantamiento del pueblo, que fue asignado en su orden a partir de las casonas gemelas.

Fue herencia de ancestros en cuanto a las políticas y acuerdos de construcción preestablecida por los organizadores para este proyecto, venía incluida la gratuidad de la mano de obra debido a la esclavización de los indios, que además eran ágiles, nobles y rudos, sentenciados a cumplir o morir por desobediencia.

Continuaron los trabajos con la construcción de extensas fortalezas en piedra y tapia pisada como seguridad para sus habitantes, corrales y encierros para pastoreo de ganados, parcelas agrícolas delimitando linderos y callejuelas para el tránsito y transporte de carga mular y carruajes para los amos esclavistas.

Hubo necesidad de construir hornos para cocinar tejas modeladas con arcilla y otros materiales, fábrica de calicanto como pegamento y mampostería, procesos de transformación de la madera, para los portones, ventanas, vigas, pilares, cornisas, aleros, balcones y todo lo necesario para la construcción y decoración de las viviendas.

Ejecutado el proyecto durante años sorteando todo tipo de contratiempos por la situación social compleja del momento, hacia 1555 se pone a consideración y se efectúa la fundación de esta población en orquídeas del trópico, fue el proyecto más adelantado de la región, hoy el municipio más antiguo.

La comisión liderada por religiosos continuó adelantando en medio de su misión pastoral como principal objetivo, todo tipo de modificaciones y ajustes a las diferentes construcciones, planeando la erección de su parroquia como unidad fundamental para la consolidación de religión y doctrina.

De igual forma, delimitaron su área geográfica y organización económica, social, cultural y política para su normal funcionamiento y desarrollo que durante años fueron mejorando y consolidando en procura de posesionarse como una de las regiones más importantes del paspar su liderazgo.

Una noche previa a la ceremonia de consolidación del proyecto, después de cumplir una extenuante jornada de evangelización y adoctrinamiento a las comunidades más lejanas en las partes altas de la población Luego de varios días de ausencia, fray José de Jesús retornó a su comunidad.

Era el encargado y responsable de la comisión, después de refrescarse y adelantar su rutina de oración y meditación diaria en la capilla, se dirigió a su habitación para descansar, segundos después vencido por la fatiga se fundió en un sueño profundo hasta el amanecer.

Al día siguiente con un nuevo aire prácticamente renovado, después del desayuno se reunió con sus más cercanos colaboradores para hacerles una revelación en torno a la mesa principal En tono pausado, visiblemente emocionado, recitó con voz monocorde a sus súbditos diciendo:

«He tenido un sueño magnífico, me he encontrado con un anciano de blanca y abundante cabellera, barbas largas y hermosas, todo a su alrededor brillaba en tonos dorados muy sutiles, la bóveda azul violáceo en el firmamento se fundía en un gris de múltiples matices degradándose hasta los confines de un sepia suave y profundo, despejado, a merced de miles de aves planeando con libertad absoluta bajo un manto de luz que cubría con destellos el mundo, desde una puesta de sol carmesí hasta unas sombras azules que se fueron vistiendo de plata bajo el manto estelar exquisito cerrando la tarde, un edén que me transportó al nuevo sol disfrutando la noche.

»Torrentes cristalinos fluían de las entrañas en las verdes montañas arrojando piedras preciosas tocadas por los cálidos visos naranja de atardecer en sus temblorosos remansos donde adormecían los arcoíris surcados por hálitos de brisa suave y pasajera, refrescando el entorno del místico lugar. El meandro traslúcido de arenas movedizas cubría sus pies con grácil oleaje rielando constante entre sus márgenes de cieno maleable, su túnica refulgente a la altura de los tobillos alcanzaba a humedecer.

»Me observó a los ojos sonriente, amoroso, humilde, sentí paz, un amor paternal que jamás había experimentado, iluminaba todo a su alrededor, los verdes prados, las fuentes diáfanas, mi universo interior, el paraíso albergando una vida silvestre que inspiraba ternura, los árboles cargados de frutos y pájaros de mil colores que trinaban desde sus nidos de oro, un ambiente colmado de música interpretada por ángeles de túnicas doradas que aparecían por doquier cantando himnos y alabanzas, viví en carne propia la gloria de Dios, allí el tiempo se detiene, desaparece, da paso a la eternidad, solo hay amor.

»En su mano derecha el anciano portaba un báculo, descansaba sentado sobre un montículo de verdes pastos y hojas que se desprendían a menudo de la fronda bajo un sombrío poblado de árboles en aquella campiña, habitáculo de especies que no había visto jamás y él acariciaba en su regazo con solemne ternura.

»Desde el remanso colorido de peces agitándose entre sus espejos frente a tan divina presencia ofrecían con devoción danzas y espectáculos, creo haber hallado el cielo dentro de mí con esta inolvidable experiencia.

»Lo observé atento con profundo asombro y curiosidad, me fui acercando vigilado por su dulce mirada como escrutando todo mi ser por dentro y por fuera, sentí su fuego purificador, sus ojos expedían absoluta ternura y compasión, me sentí perdonado.

»Me tomó del brazo con sus manos santas poniéndose de pie, tan suaves como seda, fueron como dos palomas blancas que no quise dejar ir jamás, me condujo al paraje más alto y solitario, sobre tenebrosos riscos, la cumbre más elevada del pueblo desde donde se podía ver el reino de las tinieblas, fue una visión sorprendente.

»En el abismo, una rueda gigante suspendida en la nada giraba lentamente entre una luz tenue, desde una cueva insondable y oscura arrojaba lava azufrada y ardiente a trecientos sesenta y cinco grados en una frecuencia constante, en cada bocanada expulsaba bandadas de vampiros gigantes y sedientos con rostros humanos.

»Volaban en espiral rompiendo las espesas tinieblas desde el inframundo en un despliegue cadencioso, cada bandada en un estrépito infernal anunciaba una serie de centurias marcadas en numeración romana claramente visible año por año a lo largo y ancho de su extensa envergadura que los conducía como una nube gris oscura rompiendo la noche, desaparecían entre las grietas candentes del averno con dirección este-oeste en círculos contrarios a las manecillas el reloj como queriendo devolver el tiempo oponiéndose a la voluntad del padre, haciendo alusión a la relación causa-efecto, en procura de la justificación de sus actos individuales, o tal vez el desenvolvimiento cármico de las generaciones pasadas y venideras. Se diferenciaban entre sí secuencialmente dentro de una degradación interminable de colores grises, con valores tonales muy bien definidos, del más claro al más oscuro hasta desaparecer.

»Cada centuria con un mensaje claro del destino de la humanidad a través de los tiempos en la voz ronca y grave de un ente que danzaba en el fuego, según sus acciones y pensamientos. La centuria que indicaba el periodo de 2000 a 2100, apareció como el periodo más oscuro de nuestra historia reciente, fue la primera a la vista en la divulgación.

»A partir de ahí en cuenta regresiva de centuria en centuria, año por año hasta la centuria del año 1400 a 1800 se reflejó como un periodo en el que todavía campeaba el poder de la moral y los valores humanos, las conciencias limpias, a pesar de la situación tan degradante, a la que fue sometido, cada individuo de la época, señalado como campesino o esclavo o simplemente la Santa Inquisición.

»La rueda siguió girando en cuenta regresiva y constante en el mismo ejercicio mientras nos fuimos alejando, hablándome de su hijo amado, justo al instante una inmensa luz centelleante más brillante que el sol apareció de pronto sobre el disco cansado de los años venciendo las tinieblas.

»Un hombre joven de treinta y tres años aproximadamente se reveló enseguida, sonriente, carismático, amoroso cubría su cuerpo con un manto blanco de impecable pureza, al descubierto cinco llagas en señal de victoria para la salvación del mundo, fue desvaneciendo lentamente hasta desaparecer.

»Parecía languidecer sobre el fúnebre color del tiempo degradándose de centuria en centuria viendo con claridad el deterioro de esta patria a través de los años y su historia, una premonición de lo que serán los siglos por venir, cargados de codicia, indiferencia, hambre, guerras, ambición, tiranía, odio.

»Al despuntar el día flotaba entre una espesa niebla de invierno bajo un cielo gris aún, una cruz sobre la cúpula de una iglesia, que se iba despejando hasta quedar intacta su imagen, un recuerdo imborrable que me acompañara toda la vida como la visión más importante.

»Esa es tu iglesia me ha dicho el anciano, en unos años llegará al pedregal un joven fraile dominico de nombre Bartolomé quien se encargará de la veneración a nuestra señora de la piedad, para recordarle al pueblo amado el dolor y sufrimiento de una madre por su hijo y el sacrificio de mi hijo por la humanidad.

»A ella debéis vosotros construir su sagrado templo según la imagen de la réplica que acabas de observar, nunca se te borrará de la memoria, es una información perenne y sagrada para consagraros a ella por generaciones de ahora en adelante, como testimonio de amor y fe en reconocimiento a su labor.

»Esta población debe cambiar su nombre, se llamará «San Bartolomé de la Sierra», Bartolomé por el fraile que llega y la cierra por el lugar de la revelación en esta alta montaña, así debe cumplirse con devoción y sacrificio».

El fraile visiblemente emocionado y conmovido fue dando por terminado su relato con fuertes palpitaciones en su corazón, sus ojos se inundaron de lágrimas implorando dejar el mensaje como un hecho para dar cumplimiento a su visión que todos al unísono aprobaron.

Hacia el año 1630 ya consolidado el proyecto inicial con todos sus argumentos, se erigió como municipio. Fue cambiado su nombre, pasó de llamarse el pedregal a San Bartolomé de la Sierra, debido a este caso particular revelado y conocido por todos ustedes.

Varios años llevó la construcción del templo parroquial siguiendo las especificaciones del fraile como lo observó desde la alta montaña en el sueño frente al parque principal, sobre un amplio terreno que fue dividido en cuatro partes, una como solar para la huerta casera, otra como casa cural, otra parte del terreno fue adecuada como patio de descanso y jardines junto al cuarto de los santos, la cuarta parte para la edificación del templo, a medida que se iba construyendo era ocupando con imágenes y valiosos lienzos procedentes de Europa, obras de arte que los frailes adquirieron de manos de los más prestigiosos artistas de la época.

El cuadro de nuestra Señora de la Piedad que hoy reposa en el camarín del Altar Mayor desde hace más de 500 años, fue un hallazgo milagroso por parte de una campesina ocurrido en una vereda del pueblo para dar cumplimiento a su romería desde entonces, según la revelación del fraile.

La iglesia en sí es una hermosa obra de arte en homenaje a nuestra señora Patrona de todos los lugareños y visitantes desde entonces, fue construida con excelentes bases, tapia pisada, piedra, adobe, teja de barro y madera, según las especificaciones utilizadas para las construcciones del villorrio.

El campanario hacia la torre principal es una construcción donde se accede por una escalera elaborada y finamente tallada en madera, tiene forma de espiral desde el piso, con dos balcones de tablón seguidos uno del otro hasta la cúpula que conforma esa bella atalaya, igual el coro frente al Altar Mayor.

Hacia 1700, la obra terminada es considerada reliquia colonial, se ejecutó como un aporte del barroco tardío en las técnicas arquitectónicas de entonces. La santa cruz descansa, sobre el óvalo de la cúpula principal como fue revelada en el sueño del fraile, al verla de lejos pareciera estar suspendida.

CAPÍTULO III

Mientras alrededor del mundo se desarrollaban por aquella época toda clase de acontecimientos, en San Bartolomé de la Sierra se abrían las puertas a todo un proceso de desarrollo comercial regional por ser paso obligado al centro del país a través de caminos polvorientos de herradura. Hacia mil ochocientos pasó a formar parte de la ruta libertadora por donde el prócer del caballo blanco condujo sus ejércitos en varias de sus campañas, yendo y viniendo desde y hacia países vecinos, espada en mano, rompiendo cadenas en procura de enaltecer la dignidad de los pueblos de América del Sur.

En esta bella población, remanso de paz y armonía con la naturaleza de paisajes verdes, surcada en sus valles y praderas por estruendosos ríos y quebradas que vierten de lagos y nacientes, es música la vida, se oye el canto de las aves envuelto en la brisa altanera que emerge y ruge entre los riscos.

Pájaros de mil colores se camuflan en el follaje alegre que se agita entre las arboledas bajo el cielo azul. Rompiendo las auroras, los días se resbalan por los anaranjados horizontes de atardecer entre bandadas orquestales para ocultarse luego en los crepúsculos que adormecen cuando se oculta el sol entre las sombras.

Respira la poesía entonces desde sus selvas vírgenes hasta los escarpados y profundos valles como un deleite a los plantíos de cartuchos y azucenas sembrados al azar por obra de Dios entre cállenos rosas y claveles, extendiéndose como un colorido jardín inmenso, legendario y perenne.

Adornada de novios, sarcillos, geranios y violetas que crecen entre las enredaderas que trepan las paredes de las casonas viejas en sus amplios solares que expelen olor a ajenjo, eneldo, romero y yerbabuena, endulzando el ambiente como un bálsamo para el alma y el espíritu.

El 17 de octubre de 1886 nació un reconocido bardo, ilustre orador que dedicó su vida a las leyes y las letras. No era para menos después de explorar su mundo infantil en ese empíreo de formas y texturas perpetuas de ensoñador deleite al disfrutarlo, para darle rienda suelta a la inspiración creativa del verso.

Estudió primaria y bachillerato en los establecimientos educativos del villorrio, sus estudios superiores en la capital de la República donde culminando el proceso de formación superior en el año 1921 graduándose en ciencias políticas en el Colegio Mayor del Rosario, a la par con su carrera iba dando vuelo a su imaginación poética.

Con sentida y profunda inspiración ofrendó hermosas salutaciones a su lar nativo, sus amores de ensueño y lugares foráneos a donde se trasladó a lo largo de su vida profesional y política por diferentes razones, dejando en alto el buen nombre de San Bartolomé de la Sierra.

Después de recorrer gran parte del país y otros lugares del mundo por años ocupando destacadas posiciones en cargos importantes, adelantó varias publicaciones de su creación literaria y regresó al pueblo para rendirse ante su gente y el paisaje campesino que lo vio nacer.

Descansó sus últimos años al lado de su esposa, hijos y nietos, embriagado de inspiración, creando sin descanso sus líricas misivas de amor y gratitud frente a la vida, arañando entre los anaqueles de su antigua biblioteca para actualizarse dentro del oficio de escribir.

Poco a poco se fue opacando su luz entre las estaciones de los años y en un otoño gris de 1970 se extinguió definitivamente. Su espíritu sensible revoloteó dentro de los matorrales de su campiña hasta integrarse nuevamente con el universo evaporándose en los laberintos de la eternidad.

San Bartolomé de la Sierra hasta ahora se ha mantenido vigoroso, aunque ya no estén las familias anfitrionas y tradicionales de antaño, sus generaciones se fueron desintegrando en el tiempo a través de la historia abriendo paso a nuevas generaciones.

Las familias Cepeda y López, que ocuparon las casonas gemelas a la entrada del pueblo, son despojos mortales que ha consumido la tierra del viejo camposanto, sus ostentosas grutas con sus nombres grabados fueron borradas por los caprichos de un cura que removió el pasado.

CAPÍTULO IV

En 1930 la casona que perteneció a la familia Cepeda fue restaurada y vendida con sus propiedades aledañas al doctor Ramiro Wilches Caballero y la doctora Pastora Morán, una pareja de profesionales sin hijos que decidió radicarse allí para pasar el resto de sus vidas dedicados a los oficios del campo.

Su mayordomo, Reinaldo, un hombre moreno de contextura mediana, ojos rasgados, fuerte y noble, de cabello lacio color negro descansando sobre sus hombros bajo un sombrero de alas gigantes, curtido por sus tragedias cotidianas y acompañado de su joven pareja muy bien recomendados por el cura del pueblo llegaron a hacerles compañía a partir de ese momento.

Vivían en una vereda lejana. Gertrudis, una india morena de contextura gruesa, tímida, silenciosa, se le veía con un gorro de lana ocultando sus ojos negros, tejiendo mochilas en sus ratos libres u ocupada en sus quehaceres todo el tiempo, tuvieron la fortuna por azar de encontrar tan bella familia para trabajar y acompañarlos.

Los nuevos propietarios entregaron su vida profesional a la docencia, se reencontraron en la universidad; la señora Morán, quince años menor que él, dedicada a la investigación científica en la facultad de medicina, el doctor Ramiro académico e historiador dedicado a la docencia.

Cumpliendo con la insistente invitación de un viejo amigo que se encontraba restaurando almas y conciencias en el pueblo, llegaron a San Bartolomé de la Sierra por unos días en busca de la paz que se vive en este hermoso lugar según la motivación del sacerdote, sin la menor intención de quedarse allí disfrutando de los verdes perpetuos.

Hubo amor a primera vista, en su corta estadía saciaron sus sentidos de tan ensoñadora belleza natural tomando la decisión de volver para quedarse, tan pronto terminaran las labores en sus facultades y así lo hicieron.

En la casona heredaron una nutrida y valiosa biblioteca olvidada, anaqueles atestados de libros con valiosos contenidos de literatura, historia y poesía, entre otros; se dieron a la tarea de restaurar, organizar y consultar todos los días para refrescar y alimentar sus ya profusos conocimientos.

En 1940 llegó el primer hijo de sus mayordomos, un niño a quien bautizaron como Genaro Andelfo Wilches Morán. En el embarazo de Gertrudis, sus patronos le pidieron adoptar su hijo como propio ofreciendo todo lo necesario para su vida, con la garantía de que estarían todos juntos; como se conocían muy bien y había confianza, sin dudarlo, aceptaron con absoluta humildad.

El niño comenzaba a formar parte de una familia prestante y exitosa que dedicó toda su vida a la docencia universitaria y la investigación científica en las universidades más importantes del país y del mundo, a pesar de las dificultades por los diferentes procesos políticos tan complicados que venía sufriendo el país.

En San Bartolomé se instalaron después de muchos años de trabajo y esfuerzos, con un fardo de proyectos, expectativas e ilusiones planeadas desde su juventud en procura de un futuro prometedor como retribución a sus rutinas de trabajo y compromisos sociales para disfrutar un paisaje de exuberante belleza del que un día se enamoraron para siempre.

Se les veía tomados de la mano, animados, motivados, recorriendo sus propiedades, evocando sus más dulces y alegres recuerdos de una juventud libre y feliz por las zonas verdes del campus universitario donde vivieron sus propias aventuras de amor, momentos inolvidables en que todas las tardes hacían remembranza al caminar por las riberas del río.

Su afición a la pesca les obligaba lanzar los anzuelos en las corrientes densas y oscuras de donde una y otra vez podían extraer truchas de buen tamaño. La rutina generalmente duraba hasta las siete de la noche, acompañados de Reinaldo, que los instruía en la faena suministrando las carnadas para regresar a casa bajo un manto de estrellas intermitentes de luna llena iluminando sus sueños desde la bóveda celeste.

Se comportaban como una pareja de adolescentes felices que no superan su mayoría de edad, otras veces por las tardes salían de caza en compañía de Reinaldo, encargado de las municiones para las escopetas de fisto y la instrucción de manejo. Los cazadores cruzaban furtivos los trigales y rastrojos sigilosos detrás de las bandadas de palomas torcaces, se divertían disparando bajo la dirección de Reinaldo en una labor de supervivencia que aprendió como oficio desde niño, retornando satisfechos y con resultados, mientras se recogía la noche en las oscuras callejuelas del pueblo.

Compartieron su juventud cuando Pastora Morán a sus quince años daba por terminada su primaria en la escuela y su vecino, el apuesto y joven profesor se ofrecía para acompañarla a su casa en un pueblo del centro oriente del país, sobre las extensas llanuras donde compartían entre familias.

Unieron sus vidas desde el reencuentro cuando el destino se cruzó nuevamente en su camino después de varios años peregrinando por senderos distintos preparándose para la vida profesional; ella, recién llegada de Europa, él en su cargo como docente aún a nivel superior.

Sus miradas en la puerta de ingreso a la universidad el primer día de trabajo fueron de impacto para ella cuando cada uno se dirigía a su facultad para incorporarse de lleno en sus propósitos laborales, la sorpresa les generó un irresistible deseo de abrazarse, desbordándose en sus ímpetus de amor.

El doctor Ramiro Wilches y la doctora Pastora Morán eran descendientes de españoles que durante la colonia se radicaron en un villorrio a unos minutos de la ciudad de las Planadas a mediados de 1850.

Adoptaron el niño que les trajo el mayordomo y su esposa para entregarse con absoluta dedicación al recién nacido. Lo acogieron como propio desde el mismo instante en que la doctora Morán atendió a Gertrudis en el parto y lo tomó en sus manos para obligarlo a llorar. Tan pronto lo hizo, su progenitora exclamó: «Hay que ponerle Mesías».

El doctor Ramiro Wilches que se encontraba con ellas en la sala improvisada de parto, inmediatamente refutó la propuesta con sutileza mientras buscaba la puerta de salida.

«El mesías no existe —dijo— el único ya vino y se fue, prometió volver y ahí lo estamos esperando sin perder la fe. Hay que vivir la vida desde adentro, ser auténticos, mantener la luz encendida del verdadero Mesías si lo queremos, o mantenerla apagada si es que la ignorancia nos conduce a esos extremos, recuerda que nuestro interior es la realidad de lo que somos, nos construimos como proyectamos ser durante el tiempo que estemos aquí, como esperamos que nos vean y nos conozcan los demás, para ellos, los animales y las plantas, hemos venido a servir a la naturaleza que nos arropa, hay que ser protectores de los hijos de la tierra, todo en su conjunto somos un solo ser, es nuestra misión para crecer.

»Al niño lo llamaremos Genaro Andelfo Wilches Morán, en homenaje al dios Jano, en años remotos venerado para la paz en Roma, esa semilla del corazón que debe germinar en cada uno de nosotros para mantenernos equilibrados, sobrios e iluminados; evitemos esos conflictos internos que nos contaminan alimentados de tantos odios y contratiempos que se nos presentan a diario por nuestras debilidades y falta de carácter frente a la vida perdiendo la calma, permitiéndonos llegar a extremos insospechados de intolerancia que arruinan nuestras vidas».

Y salió del recinto.

El niño pronto se volvió la razón de ser en sus vidas, a medida que iba creciendo recibía de sus padres adoptivos educación de muy alto nivel fortaleciéndolo en principios y valores humanos, conocimiento y disciplina, desarrollando un alto coeficiente intelectual.

Genaro, de mediana estatura, a los seis años era un niño que prometía ser un erudito virtuoso, sus rasgos físicos muy similares a los de su progenitor, pelo lacio, moreno, ojos vivaces color café, salía todos los días a las cinco de la mañana por voluntad propia en busca de su padre para ayudarle en las faenas de ordeño.

A las siete de la mañana estaba desayunado, listo para asistir a la escuela. Vestía muy bien y procuraba mantenerse pulcro todo el tiempo, gozaba de muy buenos modales, que a su vez transmitía a sus progenitores con prudencia y respeto; después de cumplir con sus tareas, leía cuentos a sus padres.

Inició su educación desde casa, pasaba largas horas todos los días recibiendo los conocimientos básicos de sus padres adoptivos que con vasta experiencia y dedicación ofrecieron para su formación con esmero y profundo amor. Tan pronto dio sus primeros pasos, su vocabulario se hizo entendible.

A su vez lo fueron formando en la visión de Cristo con apoyo del sacerdote que a menudo los visitaba largas horas. A la edad de seis años acompañaba a sus padres todas las noches en la oración del santo rosario con devoción y recogimiento. Dios era su luz interior, su guía, su maestro.

Adelantó la primaria con la tutoría y apoyo de sus padres adoptivos, asistiendo a la escuela urbana integrada del municipio, donde terminó quinto de primaria en el año 1951, siendo enviado a la capital de la provincia para adelantar la secundaria, y posteriormente hacia 1957 a la capital de la República, donde terminó su carrera profesional en pedagogía para la docencia conviviendo al lado de su tía Adelita Morán, una viuda potentada que lo abrigó con todo amor y afecto como proveedora en todos sus requerimientos.

Ella admiraba en él su disciplina y dedicación para superarse, su amor por la lectura. También estudió música, adquiriendo los conocimientos básicos para la interpretación de varios instrumentos, especializándose en piano, música de cuerdas, y otros. Motivado en el servicio a la iglesia cada vez que se encontraba en el pueblo.

Durante su estadía en la capital los meses de diciembre y enero, permanecía con su tía para hacerle compañía por su avanzada edad, compartiendo con sus padres adoptivos que llegaban de visita por estas fechas todos los años a disfrutar sus cortas vacaciones.

CAPÍTULO V

En 1962 viajó a San Bartolomé de la Sierra con su tía que siempre estuvo ansiosa por pasar una navidad más allí, después de tantos años, y poder resolver asuntos pendientes de la familia relacionados con sus propiedades en el municipio, que fueron adquiridas entre todos como patrimonio familiar y conseguir una mucama que se encargara de los oficios de la casa en la capital. Al joven Genaro, como le llamaban cariñosamente cada vez que advertían su presencia en el pueblo le encomendó la tarea de conseguir la empleada, era hasta cierto punto asediado por las niñas de su edad y respetado por la comunidad.

Su educación, humildad, compasión y amor por los demás, hacían de él un interlocutor atento y muy simpático frente a cualquier situación resolviendo inquietudes, se destacaba por estar constantemente integrado a las organizaciones sociales apoyando programas de desarrollo y capacitación para los grupos juveniles en emprendimiento.

Visitó una compañera de escuela que durante los cinco años de primaria se sentó a su lado, despertó en él profundos sentimientos infantiles de amor desde entonces, pero no había vuelto a saber nada de ella hasta que uno de sus amigos le anunció su presencia en el pueblo.

Se encontraban departiendo en una tienda de la plaza principal cuando le habló de María Leonor Ramírez Verdugo, su eterna enamorada. Acababa de llegar del país vecino donde trabaja. Se encuentra en casa, le dijo, creo que puede resolver su compromiso familiar llegado el caso.

Antes de dirigirse a la vereda donde vivía María Leonor, le pidió a su amigo que lo acompañara a su casa. Armó un paquete de comestibles como presente y cuanto se enredó en sus manos, hasta un perfume sellado de los que usaba su tía Adelita Morán con la intención de llamar la atención en la visita.

Ensillaron dos caballos con su amigo, ayudados por su progenitor, almorzaron y partieron recordando una a una sus pilatunas y andanzas de su niñez durante los años de escuela. Disfrutaba al máximo con sus amigos de infancia y compañeros de estudio en vacaciones.

Al llegar a casa de María Leonor, antes de apearse su amigo gritó: «Amarren los perros», y del interior de la vivienda encerrada en un patio inmenso con fortalezas en piedra y tapia pisada respondieron: «Sigan, que están amarrados, ya mordieron hoy».

Por un pequeño postigo en la cocina donde la abuela de María Leonor por costumbre se mantenía atenta al vecindario, previo a la llegada de los jinetes, ya había advertido su presencia. Allá abajo se vio subir dos a caballo con este sol al hombro, quién sabe a dónde irán.

Se oía el ladrido incesante de los canes al fondo, los muchachos saltaron de los caballos y los ataron a un horcón justo a la entrada principal, en una batea de madera les suministraron panela negra triturada y agua de un pequeño manantial. Tomó el joven Genaro la mochila que contenía el presente dirigiéndose a la puerta para golpear; su amigo se retrasó un poco mientras oía la voz de alguien que salió a recibirlos, el portón rústico de tablas robustas se abrió de par en par y apareció frente a él una hermosa rubia de piel blanca, ojos verdes, despampanante, luciendo un vestido rojo sobre la rodilla.

Su cabellera libre y abundante, ligeramente ondulada, se deslizaba sobre la cintura de un cuerpo estilizado, parecía tener las medidas perfectas, una suave y dulce sonrisa en su rostro fue su primera expresión antes de extender tímidamente su mano de seda para saludar y permitirle a Genaro retratarse en sus ojos. El joven se presentó como si nunca antes se hubieran conocido, igual lo hizo su amigo, quien le recordó con cierta picardía a su compañero de escritorio cuando cursaban la primaria. Ella, sorprendida, lo observó detenidamente buscando en sus recuerdos un rostro semejante, pero el que tenía al frente era inconfundible, en ese mismo instante un arcoíris iluminó su rostro angelical tímidamente y con humildad respondió prolongadamente: «Sííííí, Genaro», por un momento se miraron fijamente a los ojos y guardaron silencio, como rememorando aquellos tiempos idos.