img3.jpg

Dedico este libro a mis hijos, Juan Felipe Correa y José
 Ricardo Correa; a mis nueras, Mercedes Gutiérrez —la
Mechu— y Catalina Sánchez —Katica—; ellos y ellas han
 sido un apoyo permanente para seguir realizando mis
sueños. Con profunda felicidad, lo dedico a mi primer
 nieto, Augusto Correa Gutiérrez, quien acaba de llegar a
la familia, en la ciudad de Buenos Aires.

A las nuevas generaciones de mi familia, como señal de
 admiración y agradecimiento, por haber propuesto nuevas
formas de relación entre los miembros de la familia: a mis
sobrinos Luis Javier y Alejandra, a Catalina y Gilberto, a
Ana María, a Daniel Santiago y Samuel; a mis caballeros
de la noche: Mateo, Sebastián y Thomas. A los hijos de
mis sobrinos, que comenzarán la séptima generación ya
libres de repeticiones: Rebeca, Joaquina y Verónica.

Agradecimientos y reconocimientos

img4.jpg

Después de escribir mi primer libro acerca de la exitosa terapia de las constelaciones familiares, decidí seguir buscando explicaciones para ayudar a nuevas personas a comprender lo que sucede durante aquellas; profundicé acerca de los aportes de las neurociencias y acerca de los últimos aportes del método, llamado por Hellinger “los movimientos del espiritu”, trabajo de es más espiritual que psicológico.

Es así como se realizó un Congreso de Neurociencias en la Universidad del Rosario, en donde conocimos al doctor Leonardo Palacios, Decano de Medicina de la Universidad y hermano de la abogada Carmen Palacios, quien nos permitió escuchar la ponencia de la doctora Silvia López Guzmán, gracias a la cual comprendimos a fondo el funcionamiento de las neuronas-espejo. A los dos nuestro agradecimiento por la gentil invitación que le hicieron al Grupo Hellinger Colombia.

A cada una de las personas que han realizado su constelación con los grupos de estudio y a los que me han enviado sus comentarios e impresiones, quiero decirles gracias por la confianza que depositaron en mí; sus vivencias fueron la inspiración para la estructuración de este libro de casos.

Un agradecimiento especial por la paciencia de las doctoras Marcela Deckers Pinzón, Liliana Angarita Nieto, Juliana Riaño y Ligia Olaya Rincón, en el acopio y consignación de los eventos ocurridos durante las constelaciones.

A Luz Dary Vélez, quien me ayudó especialmente en la primera parte de este libro, para que quedara al alcance de cualquier lector, profesional o no. A Liliana Gómez Mejía, por los ratos que dedicó a leer y releer los casos, con el fin de hacerles los cambios necesarios para proteger la intimidad de los constelados.

A los amigos que generosamente ayudaron como representantes en las constelaciones, como Nelson Polo, Omar sandoval, Elisa Horta, José Víctor Carvajales, Pía de Carvajales, Gloria López, Beatriz Monsalve, Ana Tulia Montañez, Luz Marina Osorio, Clara Inés Contreras, Luz Marina Vanegas y Carolina Yanguma. Al equipo de profesionales que, asistiendo a los grupos de estudio y supervisando su propio trabajo, aportaron sus apreciaciones y análisis de las soluciones que hoy compartimos con todos nuestros lectores.

A mi amiga, María Cristina Garcés, quien dedicó parte de sus vacaciones a oír los casos, y que como docente participó en la selección de los mismos para que fueran didácticos y aportaran luces a las familias que los leyeran en busca de comprensiones y soluciones a sus sufrimientos.

A la doctora María del Pilar Montejo, por dedicarle tiempo a leer este libro, desde el lugar de un lector neófito, y aportarnos sugerencias para que los casos quedaran lo mejor relatados posible.

A mi ahijada, María Fernanda Paredes, por su gran generosidad al ofrecerse para compartir su experiencia de vida con su hijo mayor, quien vino a este mundo a enseñarnos a ser personas pacientes e imaginativas, pero sobre todo a abandonar la idea de perfección.

A Teresa Milagros González, quien con la generosidad que la caracteriza me ofreció ayuda en la revisión final. Tere: millones de gracias por re-aparecer en el momento en que necesitaba la influencia de tus dones para este libro.

Prefacio

img4.jpg

Cuando le comenté a la editora que este libro se basaba en comentarios acerca de casos y terapias realizadas, el nombre Constelaciones familiares exitosas resonó en mi alma. Creo que una constelación llega a ser exitosa si se concibe como un movimiento energético psíquico y como parte de un proceso que requiere tiempo y trabajo personal para superar los desórdenes y estancamientos encontrados. Las constelaciones exitosas evidencian la necesidad de desarrollar ayudas que van más allá de lo filosófico, físico y espiritual; son las que nos enfrentan a un conflicto y nos facilitan dejar de ser fieles o leales a un mandato insano de nuestra familia de origen. Se da el éxito en la constelación cuando soltamos el rencor, la vergüenza, la culpa o el miedo; cuando superamos el bloqueo, el odio o la superioridad; cuando seguimos caminando en vez de permanecer detenidos. Las constelaciones exitosas son las que nos dan más fuerza interna; no las que nos la quitan. Sobre esto último quiero aclarar que constelar muchas cosas seguidas y preguntar con insistencia a través de las constelaciones, nos hace perder fuerza, pues no dejamos que el alma se acomode; mover demasiado la energía puede agotarnos; eso lo comparo con un terremoto o un movimiento telúrico permanente.

He querido escribir este libro pensando en la gente común; quiero que sea fácil de entender, que esté al alcance de cualquier persona, y que resulte práctico para la vida de quien lo lea.

Conozco el método de las constelaciones hace diecisiete años, y es mi interés que a través del relato de casos de constelaciones exitosas pueda darle al lector respuestas para algunas de sus preguntas más frecuentes. Espero que los casos escogidos, por ser comunes, ubiquen a muchas personas interesadas en estos temas, de manera que las familias puedan anticipar lo que lograrían conseguir si llegaran a comprender sus situaciones desde los órdenes del amor.

Las constelaciones no resuelven las dificultades que una persona tiene para dejar el pasado, pero sí muestran los estancamientos debidos a situaciones específicas y ayuda a hacer cierres. Las constelaciones no cambian el rencor que una persona siente hacia sus padres, abuelos o antepasados, pero propone una alternativa para que “suelte” y tome a sus ancestros con lo bueno y lo menos bueno que tengan. Evidencia lo insano de la relación de pareja, no salva relaciones ni decide separaciones, pero le muestra a la pareja lo que cada uno de sus miembros necesita solucionar y sugiere el trabajo personal para liberarse del enojo por la frustración de no haber sido amado como se deseaba. Evidencia, en fin, muchos asuntos; ayuda a que nos liberemos desde el amor del influjo doloroso de los problemas de nuestros antepasados, y ayuda a hacer conciencia de lo amoroso que es con nosotros y con las generaciones futuras ser desleal a los mandatos insanos.

Por estas razones habrá en el libro una explicación acerca de qué son y cómo se realizan las constelaciones familiares, para qué sirven, qué facilita y qué dificulta la realización del método, los últimos avances, los mecanismos de lealtad inconsciente, e insistiré nuevamente —como lo hice en mi libro anterior— en la responsabilidad que recae sobre quien realiza este método.

Las constelaciones son un trabajo transgeneracional: la psicogenealogía —psicología de las generaciones— comprende numerosas teorías, prácticas y escuelas de pensamiento, y se ha convertido con el tiempo en un término popular, casi en un nombre común.

Sin duda alguna le debemos a la profesora Anne Ancelin Schützenberger el impulso de este enfoque, particularmente en Francia durante los años ochenta. Ella trabajó durante muchos años con enfermos de cáncer con la ayuda de la versión clínica del método Simonton. Método que se apoya en la medicina clásica y en un seguimiento psicoterapéutico, que permite, por medio de visualizaciones positivas, reforzar las ganas de vivir (líbido vital) y el sistema inmunológico. La profesora Schützenberger comenzó por descubrir en las biografías de sus pacientes sorprendentes fenómenos de repetición e identificación con personas amadas ya desaparecidas. Ese fue el camino que la llevó a crear el método del genosociograma, una especie de árbol genealógico muy particular, que resalta hechos relevantes para bien o para mal en la historia de una familia: enfermedades, nacimientos, accidentes, muertes precoces o injustas, matrimonios, partidas, etc., poniendo en evidencia, a través de una representación gráfica, el conjunto de toda la familia, en el sentido amplio del término, tomando en cuenta media docena de generaciones, destacando en estas generaciones los vínculos afectivos mayores, positivos o negativos u olvidados y negados hasta el punto de convertirse en “impensables genealógicos”{1}. “Somos menos libres de lo que creemos”, dice Anne Ancelin Schützenberger; pero tenemos la posibilidad de conquistar nuestra libertad y de salir del destino familiar repetitivo de nuestra historia, comprendiendo los vínculos complejos que se han tejido en nuestra familia e iluminando los dramas secretos, los no dichos y los duelos inconclusos.

El método de las constelaciones familiares fue creado hace veinte años por Bert Hellinger, a partir de los aportes de diferentes terapeutas de la década de los ochenta y los noventa; entre ellos, Virginia Satir, quien trabajaba con la familia simulada; Wilhen Reich y Alexander Lowen, creadores de la bioenergética; Gregory Bateson y Fritz Perls, creador de la Gestalt; Milton Ericsson y los terapeutas transgeneracionales: Anne Schützenberger, Robert Gessain, Françoise Dolto y Jaques Lacan. Estos terapeutas analizaron las relaciones entre los miembros de la familia.

El aporte importante de Hellinger estuvo en abordar a la familia consultante valiéndose de representantes que no conocieran el sistema familiar; y por medio de estas personas ajenas al consultante fue comprendiendo diferentes problemas de las relaciones de los grupos familiares.

Antes de comenzar a relatar los casos escogidos, explicaré, desde la mirada de las neurociencias, por qué una experiencia durante la constelación facilita un nuevo aprendizaje y por qué, al ver una imagen vivida, conectada con una emoción y un sentimiento tal como fueron sentidos, inicia o cierra un proceso de cambio. Se ha comprobado clínicamente que cuando se logra esta conexión se puede cambiar la interpretación de los hechos y crear nuevos sentimientos de empatia que facilitan el perdón.

Actualmente el desarrollo de las neurociencias nos explica la razón por la cual, mediante un representante, se puede evidenciar lo que le sucede a quien consulta y a los miembros pertenecientes al sistema durante el desarrollo de una constelación familiar. Los circuitos neuronales tienen la cualidad de alterarse según la experiencia, y estos circuitos nuevos alterados se expresan en nuevos comportamientos; la neurociencia llama a esta cualidad “neuroplasticidad cerebral”.

La existencia de las neuronas espejo —neuronas que tienen la capacidad de detectar la intención del otro— nos facilita el entendimiento de la intervención durante la constelación. Durante la experiencia de la constelación, cuando se realiza y/o cuando se ve realizar una acción, es decir, cuando hay una imagen de si mismo o de otro afuera de mi y se reconoce la acción, ya sea a través de la visión o el sonido, se dispara un nuevo circuito neuronal que conecta otra emoción y permite que se expresen nuevos comportamientos.

Por otra parte, la física cuántica se ha ocupado en demostrar que la medida más pequeña no es el átomo —compuesto por neutrones y electrones— sino el quantum que, por lo tanto, no existe un cuerpo físico sólido; que somos un holograma, pues el cuerpo está compuesto de ondas electromagnéticas resonantes; y que somos un espacio vacio que contiene campos diminutos de ondas vibratorias, los quantum, compuestos de positrones (fases positivas) y electrones (fases negativas).

Rupert Sheldrake, estudioso de los campos morfogenéticos, explica cómo durante una constelación quien representa a un miembro de un sistema puede percibir con su cuerpo los movimientos vibratorios, ya sean positivos o negativos, que corresponden a sentimientos o a emociones de la persona que está representando.

Introducción

img4.jpg

Como lo relaté en mi primer libro, en el aniversario de matrimonio número 50 de mis padres hicimos una oración para leerla durante la misa y, al dar gracias a nuestros ancestros, descubrimos que la bisabuela había amado a un hombre antes de casarse, Luis Felipe Ramírez, padre biológico de mi abuelo Bernardo. La época no perdonaba un embarazo fuera del matrimonio y los hijos que así nacían eran considerados poco valiosos. Esta razón llevó a que se creara un secreto: el apellido Otero era considerado como motivo de orgullo y el apellido Ramírez se ocultaba como vergonzante. A mi bisabuelo se le negó su lugar en la vida de mi bisabuela, y no se mencionaba como padre biológico de mi abuelo; más aún, lo persiguieron para matarlo y tuvo que huir a Venezuela para salvar su vida.

Cuando usted hace conciencia y trabaja sobre un asunto que ha permanecido oculto en su familia, las consecuencias no se hacen esperar. En mi caso, una parte de la familia asistió a constelar, y gracias a mis tías, las hermanas de mi padre, se ha unido la familia para repetir la frase que reconoce a Luis Felipe Ramírez como padre biológico de mi abuelo Bernardo, y para aceptar la realidad de lo que ha salido a la luz en mi familia paterna durante las constelaciones.

Sobre las doscientas páginas que escribí en mi primer libro, el único comentario que recibí de un tío, hermano de mi padre, fue el siguiente: Olga Susana Ramírez Agudelo Otero Lafaurie:

Queridísima sobrina: Quiero hacerle un pequeño comentario a lo que escribiste en tu interesantísimo libro Viaje a lo profundo del alma. Primero que todo debemos remontarnos a las costumbres que regían 120 años atrás cuando nació mi padre y que aún perduraban muchas hace 65 años cuando yo era un adolescente. Primero que todo sobre la “virginidad”. La mujer que se supiera que la había perdido estaba condenada a ser repudiada como futura “esposa” de los hombres solteros de la época y con mucha mayor razón si llegaba a ser embarazada. Esa era una deshonra que el padre y los hermanos se encargaban de cobrar con la muerte del culpable. Por esa razón Luis Felipe Ramírez tuvo que desaparecerse, dicen que para Venezuela.

Como te noto nostálgica por no llevar el apellido Ramírez, quiero que tengas en cuenta que si el noviazgo de Luis Felipe Ramírez y Juana Otero hubiera sido como dictaban las costumbres de esa época ellos se hubieran casado por la Iglesia católica, ya que no existía el matrimonio civil, mi papá hubiera nacido en ese hogar y tendría vida normal con los otros hermanos que llegaran. Por consiguiente, mi padre no se hubiera sentido rechazado y no hubiera tomado la decisión que tomó de salir de Málaga a recorrer el país amparado solo como músico con su flauta y no hubiera llegado a Honda, en donde conoció a mi mamá, se enamoró y se casó, y ninguno de los otero Lafaurie y demás descendientes existiríamos; o sea que no solo no llevarías el apellido Ramírez sino que no existirías.

Por esa razón yo sí me siento feliz y orgulloso de llevar el apellido otero.

Leyendo con detenimiento estos párrafos, y en especial la última frase, podemos comprender que es molesto para él que yo no siga el mandato de la familia de no recordar el apellido Ramírez, que tiene, por su historia, una carga de tristeza y vergüenza. Para seguir el mandato del tatarabuelo, que obliga a excluir al bisabuelo biológico, se mantienen alianzas con otro apellido; es por eso que el tío me dice que tengo nostalgia de no ser Ramírez y luego explica que, de serlo, mi padre no hubiese existido. El reclamo implica una amenaza secreta a la pertenencia, pues para pertenecer a cualquier familia debemos seguir sus mandatos, y no hacerlo nos arriesga a ser excluidos.

El ritual de reparación que propongo a la familia dice: “Tatarabuelo Benigno, perdona si no sigo tu mandato e incluyo en la familia al bisabuelo Luis Felipe; te honro y te respeto, y sé que donde hoy estés me bendices por respetar el lugar que le correspondió a mi bisabuelo, tú eres mi tatarabuelo y él es mi bisabuelo”.

Repetir la historia es doloroso; no me alcanzan los dedos de una mano para contar el número de hombres descendientes de mi abuelo paterno que siguen repitiendo la historia de defenderse para sobrevivir, sin tener la habilidad musical del abuelo Bernardo, o sin siquiera una flauta. Elegir el apellido del abuelo materno y el de la madre, excluyendo el del padre, no les permite a las generaciones siguientes “tomar al padre”. Tomando al padre, podemos enfrentar la vida afuera en el mundo, ocupar un lugar como seres productivos y tener éxito y abundancia. Tomar al padre es darle gracias por la vida que nos dio; respetar su lugar y, aún más, no establecer alianzas entre las líneas familiares. Reconocer en cada una de nuestras familias su realidad, con amor y compasión: esto podría servir para liberar a los descendientes de repetir la historia de sus antepasados.

Ser desleal a un mandato familiar insano, y reconocer la existencia de todos y cada uno de los miembros que pertenecen a la familia, porque de ellos vino la vida que nos dieron, tiene un precio; muchas veces trae consigo la agresión de algunos a quienes les parece triste y vergonzoso ser descendientes de quienes verdaderamente lo son. No olvidemos que debemos asumir la vida tal y como nos fue dada, rescatando lo bueno y aceptando lo menos bueno de nuestros padres y antepasados, sin juzgar, sin interpretar, sin tomar partido por alguna rama; si lo logramos, conseguiremos un cambio en las generaciones venideras. Todos podemos hacerlo; cada quien es un ser adulto responsable de su vida.

Durante los últimos veinte años mi meta ha sido enseñar este método especialmente a psicoterapeutas. Creo firmemente que para ser constelador es importante saber anatomía, fisiología, neuroanatomía, neuropsicología, psicología dinámica, terapia sistémica, bioenergética, PNL, hipnosis clínica y psicopatología humana. Pero, además, la comprensión de las constelaciones va de la mano con un proceso de ampliación de la conciencia personal y de crecimiento interior; esto implica la asistencia a un trabajo terapéutico personal, que creo es condición ética y respetuosa para quien trabaje con el mundo emocional de los demás.

A partir de mi experiencia como Psicóloga Terapeuta especialista en Psicología Clínica, manejando diferentes sistemas terapéuticos y actualizada en los métodos de avanzada, y a partir de lo experimentado en mis quince años de práctica como consteladora, comentaré situaciones comunes en las familias que son de difícil manejo, con el fin de aportar comprensiones y alternativas de solución, tanto para el lector interesado en la salud mental como para quienes no saben que la ayuda terapéutica puede facilitar la solución de situaciones familiares problemáticas que les permita tener una más saludable forma de vida ahora y a las generaciones venideras.

Es por eso que la segunda parte de este libro está estructurada a partir del relato de casos que muestran el análisis de algunas situaciones comunes que producen sufrimiento en la vida cotidiana de los seres humanos. Cada caso está acompañado de los pasos esenciales que se llevan a cabo durante la constelación y de una reflexión que acostumbro aportar al cierre de la misma.

Los casos seleccionados fueron agrupados por temáticas y recopilados en los últimos quince años de trabajo; a partir de ellos encontrarán respuestas acerca de cómo actúa la lealtad hacia los abuelos desde el fondo del alma; cómo, por amor, los hijos ofrecen su salud o dinero o buen vivir, si creen que eso significa ser leal a los padres. Asimismo, describo varios casos que muestran las relaciones entre padres, hijos y hermanos, en las que las envidias, rivalidades y odios entre ellos, así como los sentimientos de culpa, pueden llevarlos a no prosperar en la vida. Los sufrimientos de madres y padres, bien sea por tener hijos con enfermedades o discapacidades, o bien sea por darse cuenta de que no los pueden amar, o porque no los pueden soltar, aparecerán en el análisis con posibles soluciones que, desde el lugar de los padres, puede ayudarles a comprender las situaciones de sus hijos.

Se verán casos que evidencian que la falta de amor existe en la realidad, no solo en la imaginación de los niños; y que esa falta de amor trae un efecto común: la falta de autoestima y de confianza en sí mismo. Un adulto al que observamos débil y necesitado de apoyo es aquel que cuando niño no fue aceptado por sus padres como un ser íntegro; no ser aceptado por los padres es vivido como “desamor” por parte de ellos.

Los casos que he agrupado bajo el tema titulado dificultades para ver la realidad nos muestran la necesidad que tiene el ser humano de ser consciente de lo que siente y congruente con ello. si se niega lo que siente, el cuerpo se encarga de mostrarlo.

Los casos de los temas aborto e hijos adultizados pueden servir como una forma de ayudar a solucionar situaciones de la vida cotidiana de las parejas y familias. Las relaciones entre los padres siempre afectan de alguna manera la vida de los hijos, independientemente de la edad que estos tengan, especialmente cuando los padres tienen diferencias irreconciliables que pueden llevar hasta el secuestro de los hijos para agredir al cónyuge.

Situaciones graves como secuestros, asesinatos de un familiar, violaciones, abusos de los abuelos a nietas o hijas, dejan huellas muy dolorosas, que requieren procesos terapéuticos profundos. Cuando en la familia hay carencias afectivas profundas o abandono de los padres, puede aparecer en los hij@s una forma de expresar afecto, como caricias e incluso búsqueda sexual entre hermanos, así como el abuso de primos adolescentes a sus primas menores.

Otra área del ser humano que construye el sentido de la vida es el dinero, necesario para la subsistencia y para apoyar otras realizaciones humanas. Dentro del tema titulado Éxito y fracaso, el dinero, el poder, el éxito y la prosperidad son preguntas constantes en las sesiones terapéuticas que manejo. Los conflictos de dinero y de poder hacen que el sistema familiar tenga que mirar esta realidad de conflicto para revisar algún asunto pendiente en la familia. Detrás de cada caso relacionado con la prosperidad y el éxito está presente la lealtad a determinadas enseñanzas familiares o sufrimientos familiares, que no le permiten a la persona su normal desarrollo y felicidad en la vida.

El último tema trabajado hace referencia a la necesidad de tener un padre, aunque sea un padre que haya fallecido, para el sano paso de la adolescencia de un hij@.

En la parte final aparecen algunas evaluaciones hechas inmediatamente después del día de trabajo, y comentarios de asistentes, así como logros alcanzados por las personas que han asistido. Finalizamos con algunas conclusiones acerca de las preguntas generales con las que se acerca un consultante a constelar, los movimientos necesarios para alcanzar una solución, lo que sienten los representantes y lo que se necesita para ser un buen constelador, además de unas reflexiones generales acerca de otros usos terapéuticos del método de las constelaciones y la familia como generadora de procesos de paz.

Aprender constelando

Por último, quiero agregar que también comparto mi experiencia en el trabajo con grupos de estudio llamados Aprender constelando, y cubro tres niveles.

El nivel básico está dirigido a personas de diferentes profesiones y áreas de trabajo que desean ampliar la comprensión del ser humano y de los sistemas familiares. Creo que este conocimiento es necesario para enriquecer su labor como trabajadores en el área de las ciencias humanas y de la salud, la educación, las leyes y la espiritualidad, ya sea que trabajen con grupos sociales, familias o parejas.

El nivel intermedio está dirigido a personas con conocimientos de los órdenes del amor, deseosos de profundizar en el tema de la reorganización de sistemas humanos.

El nivel avanzado es un nivel donde la aplicación del método se afina para poder realizar Constelaciones en sesiones individuales o grupales, con fines diagnósticos o terapéuticos, y tiene por objetivo comprender y reorganizar un sistema humano, ya sea en grupos o en espacios individuales.

Cada ciclo se realiza durante 120 horas teórico-prácticas y 80 horas de asistencia a Talleres de Constelaciones, en las que los participantes son elegidos para ser representantes.

No estoy de acuerdo con las formaciones relámpago, en las que una persona se certifica para realizar Constelaciones