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Después del bicentenario:
políticas de la conmemoración, temporalidad y nación

Después del bicentenario: políticas de la conmemoración, temporalidad y nación. Colombia y México, 2010

Resumen

Esta obra presenta un estudio comparado de la conmemoración del bicentenario de Independencia en México y Colombia, celebraciones que tuvieron lugar durante el año 2010. Particularmente, desentraña las políticas de conmemoración que hicieron de los bicentenarios objetos de disputa entre diferentes actores sociales (Estado, sociedad civil, academia, movimientos sociales, etc.), con sus propias lecturas, apropiaciones y representaciones de la historia, la temporalidad y la nación. Para ello, se exploran diferentes ámbitos en donde operó el bicentenario: la festividad pública (festejos, actos conmemorativos, desfiles, etc.), las exposiciones históricas en museos, la construcción de monumentos y la comercialización de la historia a través de la implementación de rutas de turismo histórico y cultural, y de la circulación de piezas publicitarias que apelaban a lo histórico o patriótico en la prensa. Para cada uno de estos ámbitos, entendidos como registros de la memoria social y formas discursivas diferenciadas, se analizan y contrastan ejemplos correspondientes a cada uno de los dos países, a fin de poder establecer las tendencias generales de la conmemoración del bicentenario en nuestra región, así como la especificidad de cada caso. Además de la introducción, y de un primer capítulo en donde se ofrece el marco teórico y contextual de la investigación, la obra consta de otros cuatro capítulos, dedicados a cada uno de estos registros.

Palabras clave: bicentenario, políticas de la conmemoración, nación, temporalidad, estudios culturales, Colombia, México.

After the Bicentennial: The Politics of Commemoration, Temporality, and Nation. Colombia and Mexico, 2010

Abstract

This work presents a comparative study of the commemoration of the bicentennial of independence in Mexico and Colombia, celebrations that took place during 2010. Particularly, it unravels the politics of commemoration that made the bicentennial an object of dispute among different social actors (State, civil society, academia, social movements, etc.), based on their own readings, appropriations, and representations of history, temporality, and nation. To the effect, the study explores different areas of the celebration of the bicentennial: public festivities (festivals, commemorative events, parades, etc.), historical exhibitions in museums and the construction of monuments, the commercialization of history through the implementation of historical and cultural tourist routes, as well as the circulation of publicity in the press that appealed to historical or patriotic sentiments. For each of these areas, understood as registers of social memory and differentiated discursive forms, the book analyzes and contrasts examples from each of the two countries, aiming to identify general trends in the commemoration of the bicentennial in our region, as well as the specificity of each case. In addition to the introduction and a first chapter that presents the theoretical and contextual framework of the research, the study consists of four chapters that are dedicated to examining each of the mentioned registers.

Keywords:  bicentennial, the politics of commemoration, nation, temporality, cultural studies, Colombia, Mexico.

Citación sugerida

Sebastián Vargas Álvarez. Después del bicentenario: políticas de la conmemoración, temporalidad y nación Colombia y México, 2010. (2018). Bogotá: Editorial Universidad del Rosario.

DOI: doi.org/10.12804/th9789587840261

 

Después del bicentenario:
políticas de la conmemoración, temporalidad y nación

Colombia y México, 2010

Sebastián Vargas Álvarez

Vargas Álvarez, Sebastián

Después del bicentenario: políticas de la conmemoración, temporalidad y nación. Colombia y México, 2010 / Sebastián Vargas Álvarez. -- Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2018.

xii, 312 páginas.

Incluye referencias bibliográficas.

México -- Historia / Colombia – Historia / Museografía / I. Vargas Álvarez, Sebastián/ II.  Universidad del Rosario / III. Titulo. / IV. Serie.

972. 0816                                                                                    SCDD 20

Catalogación en la fuente — Universidad del Rosario. CRAI

LAC  Noviembre 22 de 2017

 

Hecho el depósito legal que marca el Decreto 460 de 1995

 

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Ciencias Humanas

 

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Primera edición: Bogotá, D. C., abril de 2018

 

ISBN: 978-958-784-025-4 (impreso)

ISBN: 978-958-784-026-1 (ePub)

ISBN: 978-958-784-027-8 (pdf)

DOI: doi.org/10.12804/th9789587840261

 

Coordinación editorial: Editorial Universidad del Rosario

Corrección de estilo: Lina Morales

Diagramación: Martha Echeverry

Diseño de cubierta: David Reyes - Precolombi UE

Desarrollo ePub: Lápiz Blanco S.A.S.

 

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El contenido de este libro fue sometido al proceso de evaluación de pares, para garantizar los altos estándares académicos. Para conocer las políticas completas visitar: editorial.urosario.edu.co

 

Todos los derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida sin el permiso previo escrito de la Editorial Universidad del Rosario.

Autor

SEBASTIÁN VARGAS ÁLVAREZ

 

Es historiador y magíster en Estudios Culturales de la Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá, Colombia) y doctor en Historia por la Universidad Iberoamericana (Ciudad de México). Se desempeña como profesor principal del Programa de Historia, Escuela de Ciencias Humanas, Universidad del Rosario. Sus principales intereses de investigación son las políticas de la memoria y los usos públicos de la historia, la relación entre historia e imagen, la historiografía y teoría de la historia, entre otros. Es coautor del libro Historia, memoria, pedagogía. Una propuesta alternativa de enseñanza/aprendizaje de la historia (Bogotá: Universidad Minuto de Dios, 2013); autor del libro Desentonando el himno de Bogotá. Historia y crítica de un símbolo 1974-2010 (Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana/Universidad del Rosario, 2014) y editor del libro Histori(a)fuera. Ensayos sobre políticas de la memoria y usos públicos de la historia (Bogotá: Publicaciones La Sorda, 2017).

Para la historia como disciplina y como campo profesional, es una desgracia que el tema de los bicentenarios, que no es otro sino el de las independencias, se confine al debate sobre lo ocurrido en el pasado.

ELISA CÁRDENAS
(“Bicentenarios de las independencias”. Takwá 6, 2008, 127).

La historia cambia con el tiempo y el lugar, o mejor dicho, la historia se revela a sí misma sólo a través de la producción de narrativas específicas. Lo que más importa es el proceso y las condiciones de producción de dichas narrativas. Únicamente un énfasis en ese proceso puede descubrir las maneras en que los dos lados de la historicidad se entrecruzan en un contexto particular. Sólo a través de esa superposición podemos descubrir el ejercicio diferencial de poder que hace algunas narrativas posibles y silencia otras.

MICHEL-ROLPH TROUILLOT
(Silencing the Past. Power and the Production of History. Boston: Beacon Press, 1995, 25).

Lo único que no puedes hacer, afirma el tradicionalismo cuando lo obligan a ponerse autoritario, es desertar de tu destino. El peor adversario no es el que no va a los museos ni entiende el arte, sino el pintor que quiere transgredir la herencia y le pone a la virgen un rostro de actriz, el intelectual que cuestiona si los próceres celebrados en las fiestas patrias realmente lo fueron, el músico especializado en el barroco que lo mezcla en sus composiciones con el jazz y el rock.

NÉSTOR GARCÍA CANCLINI
(“El porvenir del pasado”. En Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad.
México: Grijalbo, 1989, 180).

Siglas

ASF:

Auditoría Superior de la Federación

Asfades:

Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos

Bacrim:

Bandas criminales

Ceteg:

Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero

CCD:

Centro de Cultura Digital

CMPR:

Centro de Memoria, Paz y Reconciliación

Conaculta:

Consejo Nacional para la Cultura y las Artes

CRIC:

Consejo Regional Indígena del Cauca

ECIAF:

Equipo Colombiano de Investigaciones Antropológico Forenses

ELN:

Ejército de Liberación Nacional

EZLN:

Ejército Zapatista de Liberación Nacional

FARC-EP:

Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo

Fonca:

Fondo Nacional para la Cultura y las Artes

GDF:

Gobierno del Distrito Federal

GPN:

Galería del Palacio Nacional

GCN:

Gran Concierto Nacional

Hijos:

Hijas e Hijos por la Identidad y la Justicia y contra el Olvido y el Silencio

ICOM:

International Council of Museums

INAH:

Instituto Nacional de Antropología e Historia

Indepaz:

Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz

INBA:

Instituto Nacional de Bellas Artes

INEHRM:

Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México

Inegi:

Instituto Nacional de Estadística y Geografía

IFAI:

Instituto Federal de Acceso a la Información

IPN:

Instituto Politécnico Nacional

ITAM:

Instituto Tecnológico Autónomo de México

MEN:

Ministerio de Educación Nacional

MICF:

Museo de la Independencia-Casa del Florero

Movice:

Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado

OMT:

Organización Mundial del Turismo

PRI:

Partido Revolucionario Institucional

PIB:

Producto Interno Bruto

PAN:

Partido Acción Nacional

Pemex:

Petróleos Mexicanos

PRD:

Partido de la Revolución Democrática

RTVC:

Radio Televisión de Colombia

Red-IINPIM:

Red Interdisciplinaria de Investigadores de los Pueblos Indios de México

SCT:

Secretaría de Comunicaciones y Transportes

SCHP:

Secretaría de Crédito y Hacienda Pública

Sedena:

Secretaría de la Defensa Nacional

Sectur:

Secretaría de Turismo

Semar:

Secretaría de Marina

SEP:

Secretaría de Educación Pública

TLCAN:

Tratado de Libre Comercio de América del Norte

Turissste:

Sistema de Agencias Turísticas del Instituto de Seguridad y Seguros Sociales de los Trabajadores del Estado

Introducción

En los últimos años, los latinoamericanos estamos experimentando una auténtica “era de la conmemoración”,1 al cumplirse dos siglos de los procesos que marcaron el inicio de las guerras de Independencia y la posterior emergencia de los Estados nacionales modernos en la región. Los festejos comenzaron en 2009 en Bolivia y Ecuador; 2010 fue el año bicentenario para Venezuela, Argentina, Colombia, México y Chile; y en 2011 los países que conmemoraron su Independencia fueron Uruguay, Paraguay y El Salvador. En esta ola conmemorativa, quedaron un tanto postergados los bicentenarios de Perú (2021), Brasil (2022) y Bolivia (2025), cuyas ‘independencias’ fueron posteriores debido a las particularidades históricas de sus procesos de emancipación.2

En todos los casos, los Estados invirtieron recursos monetarios y humanos para realizar eventos cívicos, históricos y culturales de diversa índole: masivas fiestas públicas, exposiciones, encuentros académicos, desfiles, espectáculos, publicaciones, etc. En esta coyuntura, el pasado invadió el presente tanto en el espacio público como en los ámbitos más privados; la exhortación al ciudadano por parte del Estado y los medios de comunicación a ‘recordar’ y ‘honrar’ los orígenes y ancestros fundacionales de la patria se hizo más fuerte y la historia ocupó diversos rincones de la vida cotidiana. Así mismo, desde la academia y algunos sectores críticos también se presentaron aproximaciones revisionistas de los procesos que condujeron a la Independencia hace dos siglos.

Las conmemoraciones son acontecimientos que permiten a la sociedad actualizar su memoria y, a partir de allí, reproducir y reafianzar o, por el contrario, cuestionar y problematizar sus identidades. De manera particular, son ocasiones en las cuales se pueden observar cambios o permanencias en las formas en que la sociedad se relaciona con la historia, en la medida en que implican miradas hacia el pasado y proyecciones a futuro desde el presente. Los órdenes sociales se legitiman o se impugnan con relación al pasado, especialmente cuando en el presente, desde donde se evocan los acontecimientos fundacionales, se experimentan crisis sociales, políticas o económicas.3 Por ende, las características de las conmemoraciones pueden arrojar luz sobre las percepciones que diversos actores sociales tienen de la historia. Como acertadamente comenta Eduardo Restrepo, una historización del bicentenario nos dice más de nuestro presente que del pasado conmemorado: “Al igual que la celebración de hace un siglo, los actos y la agenda responden más a las preocupaciones e historicidad de quienes celebran, que a aquello supuestamente celebrado”.4 La pertinencia del estudio de las conmemoraciones radicaría, entonces, en que nos permite dar cuenta del presente de la sociedad contemporánea, y de las particulares relaciones que esta (o mejor, que los diversos sectores que la componen) traza con el pasado y con el futuro. De esta manera, las festividades públicas muestran “las percepciones cambiantes de las relaciones sociales y de los procesos culturales por parte de la gente congregada en estas conmemoraciones patrióticas”, razón por la cual “el análisis histórico del discurso público que se manifiesta en símbolos, performances, música y discursos permite acceder a aspectos del cambio histórico inaccesibles de otras formas”.5

Este libro aborda la conmemoración del bicentenario de Independencia en México y Colombia como objeto de indagación. Parte de considerar estas conmemoraciones como síntomas de unas mutaciones en los regímenes de historicidad de nuestras sociedades.6 En efecto, si para la época centenaria (1910), era evidente el predominio de un régimen de historicidad moderno (historicista), cuyo tiempo dominante era el futuro, y desde donde se cimentaban los discursos de progreso y modernización que soportaban los proyectos de construcción de nación decimonónicos, en la época bicentenaria (2010) nos encontramos con un régimen de historicidad nuevo en donde predomina la categoría del presente, ante la incertidumbre del futuro y la necesidad de volver la mirada al pasado, para recobrar los referentes en un mundo cada vez más acelerado por el capitalismo global.7 No extraña, por ejemplo, que el lugar o vehículo de memoria por excelencia en los centenarios haya sido el monumento (estatua ecuestre de Bolívar en el parque de la Independencia, Columna de la Independencia, Hemiciclo a Juárez, etc.), mientras que en el bicentenario haya destacado el ritual festivo y efímero, ejemplificado por los haces de luz de colores proyectados por tecnología mapping sobre las fachadas del Palacio Nacional en el Zócalo de Ciudad de México o del Capitolio Nacional en la plaza de Bolívar de Bogotá.

Así mismo, en la conmemoración bicentenaria se advierte un desplazamiento en las formas en que la nación es representada y enunciada, pues se pasa de una idea de nación cultural e históricamente homogénea —característica de las conmemoraciones de los siglos XIX y XX— a una perspectiva multicultural, que aparentemente reconoce la diferencia y la pluralidad de comunidades que constituyen el Estado-nación, y valora sus aportes en el acontecimiento originario, la Independencia, así como su participación en la vida nacional contemporánea.8

Este trabajo toma como referente los estudios sobre lugares de memoria, patrimonio y presentismo que desde los años ochenta (con ocasión del bicentenario de la Revolución francesa en 1989) se han venido adelantando desde la historiografía francesa.9 No obstante, adopta una distancia crítica ante estos, con cuidado de no caer en reduccionismos eurocentrados, y teniendo en cuenta el devenir histórico de nuestras sociedades, en donde el régimen moderno de historicidad no se trascendió del todo.10 Se trata, por lo tanto, de entender las mutaciones en nuestros propios regímenes de historicidad, las problemáticas relaciones entre memoria e historia, en nuestras sociedades híbridas y poscoloniales; las lógicas de la conmemoración en dos países del sur global, a comienzos del siglo XXI.

Me interesa, entonces, comprender y explicar las políticas de la conmemoración (y las representaciones históricas que estas producen) en el mundo contemporáneo, más concretamente en México y Colombia. Las preguntas de investigación apuntan a descifrar la naturaleza de la conmemoración bicentenaria y las diversas concepciones, apropiaciones y usos de la historia que estuvieron detrás de ella. En primer lugar, es pertinente preguntar ¿qué se conmemoró?: constatar cuáles fueron las lecturas y usos políticos de la historia que predominaron durante las conmemoraciones del bicentenario de Independencia y si dichas lecturas y usos contribuyeron a la reproducción y consolidación de los relatos tradicionales de la memoria y de la identidad nacionales, o si, por el contrario, permitieron un desplazamiento, crítica y resignificación de estos. Segundo: ¿quién conmemoró?, la pregunta por los actores sociales (tanto estatales como de la sociedad civil) que diseñaron, pusieron en marcha y/o cuestionaron las políticas de memoria durante el bicentenario de independencia. Y, finalmente, ¿cómo se conmemoró?, a través de qué discursos, prácticas, lugares y vehículos de memoria se desarrolló la conmemoración bicentenaria.

Puede afirmarse que los contenidos de lo conmemorado (qué), los actores que conmemoraron (quién) y las formas de conmemoración (cómo) fueron múltiples y heterogéneas: a diferencia de lo sucedido en el centenario, los Estados no detentaron el monopolio ni de los contenidos ni de las formas de la festividad pública, y en la disputa por el sentido de la conmemoración participaron, además de este, distintos sectores: organizaciones y movimientos sociales, la empresa privada y los medios de comunicación.11 No obstante, mi hipótesis es que el bicentenario, tanto en México como en Colombia, fue una conmemoración que, pese a la emergencia de algunos planteamientos críticos y de otras voces/lecturas del pasado, y al giro multicultural que la caracterizó, terminó por reproducir los lugares comunes de la memoria y la identidad nacionales —construidos y legitimados por la historia patria y otras pedagogías de la nación durante los siglos XIX y XX— con sus respectivos sesgos, silencios y exclusiones.

Dicha hipótesis se pone a prueba a partir de la historización y el análisis de diversos registros de la memoria social activados durante el bicentenario: la ceremonia pública, la museografía, la monumentaria, el turismo y la publicidad. Estos registros, entendidos también como formas discursivas diferenciadas, permiten dar cuenta de los principales problemas, aspectos y tendencias de las conmemoraciones de 2010.12 Como se puede observar, decidí dejar a un lado la producción historiográfica, que fue abundante en nuestros países durante el bicentenario por cuenta de un boom editorial sin precedentes.13 Esto obedece a mi preocupación por las representaciones y percepciones históricas por fuera de la academia y de la ciencia histórica como saber profesional, lo cual implicó explorar otros espacios de producción y consumo de la memoria social.

El presente trabajo parte de una perspectiva comparada, toda vez que se contrastará la experiencia bicentenaria en dos países, México y Colombia, países que poseen una historia compartida y conectada, pero a la vez tienen sus propias singularidades y características históricas.14 Como nos recuerda Marc Bloch, quizás el historiador del siglo XX que más sistemáticamente reflexionó sobre la comparación en historia, “practicar el método comparativo, por lo que respecta a las ciencias humanas, es —y para ello tenemos que retomar la definición del diccionario para precisarla— buscar las similitudes y las diferencias que existen entre series de fenómenos de naturaleza análoga que han sido tomados de diferentes medios sociales con el objeto de explicarlos”.15

Una mirada comparada puede dar cuenta de aquellas tendencias generales de los bicentenarios latinoamericanos, y a la vez hacer resaltar aquellas particularidades específicas a cada caso: el colombiano y el mexicano. Es precisamente en el hallazgo y caracterización de las diferencias que Bloch encuentra el mayor aporte de esta perspectiva: “Quizá el más importante objetivo del método comparativo —aunque con mucha frecuencia el menos buscado— sea la percepción de las diferencias. Gracias a él, medimos la originalidad de los sistemas sociales y por ello podemos esperar con llegar algún día a clasificarlos y penetrar en lo más profundo de su naturaleza”.16

Marcel Detienne es otro historiador que ha reflexionado constantemente sobre el método comparativo. Tomando distancia de Bloch, para quien —según Detienne— únicamente se puede “comparar lo comparable” (es decir, sociedades contemporáneas y vecinas, en su caso las europeas de la Edad Media), este autor propone un método experimental, más próximo a la antropología, que permita al investigador “construir objetos comparables” de sociedades y culturas que divergen temporal y espacialmente; se trata de “comparar lo (aparentemente) incomparable”. Mi trabajo es deudor de este método tanto por su orientación experimental y constructivista como por la atención que le dedica a las representaciones históricas y culturales como fuentes para el estudio comparado: “El comparatismo constructivo, cuyo proyecto y procedimiento defiendo, ante todo debe escoger como campo de ejercicio y de experimentación el conjunto de las representaciones culturales de las sociedades del pasado, tanto las más distantes como las más próximas, y los grupos humanos vivos observados en el planeta, tanto ayer como hoy”.17

Otra de las grandes ventajas del enfoque comparado es que permite escapar del ensimismamiento de las historiografías nacionales, que encierran la investigación histórica en las estrechas (y artificiales) fronteras de los Estados-nación modernos, problema al que Detienne se refirió de forma irónica como el “acné de la nación”.18 Este es un problema especialmente sensible en la historiografía latinoamericana. Medófilo Medina ha llamado la atención al respecto: “La comparación tiende a chocar con la noción del particularismo de las historiografías nacionales […] los historiadores tendemos por desviación profesional a la exageración de la valoración del proceso nacional como la senda única y exclusiva”.19 De lo que se trata, en consecuencia, es de realizar un ejercicio de investigación histórica y reflexión historiográfica comparadas, que tome el bicentenario como un pretexto para establecer un diálogo cultural entre dos países latinoamericanos. En esta dirección, hago eco de las palabras de Alicia Mayer, quien, presentando un texto sobre el enfoque comparado, concluye que “la historia e historiografía comparadas son siempre una invitación al diálogo cultural”.20

En el caso particular del bicentenario, este diálogo cultural derivado de un enfoque comparado resulta fecundo para la comprensión de nuestra región en los albores del siglo XXI. Como veremos a lo largo del trabajo, México y Colombia comparten algunas características en su historia reciente (incremento de los índices de pobreza y desigualdad en los últimos años; gobiernos de derecha en una coyuntura latinoamericana de gobiernos de izquierda o progresistas; situación de violencia política y emergencia del narcotráfico; alianzas estratégicas con Estados Unidos en materia económica y de seguridad; una supervivencia acrítica y anacrónica de la historia patria fabricada y reproducida durante los últimos dos siglos) que determinaron las maneras en que los Estados de ambos países administraron la conmemoración del bicentenario para ‘domesticar’ un presente problemático o cuanto menos incierto.

Por otra parte, el método comparativo no riñe con la categoría analítica de ‘regímenes de historicidad’ que orienta la presente obra. De hecho, el propio Hartog asegura que dicha categoría “tiene vocación de ser un instrumento comparatista”, pues, en tanto concepto que busca hacer más inteligibles las experiencias del tiempo, “nada la confina al solo mundo europeo u occidental”.21

Ahora bien, debe señalarse que el estudio histórico de las conmemoraciones en América Latina en una perspectiva comparada y/o regional es una tarea que ya ha comenzado a ser acometida por varios autores de diferentes nacionalidades. Sobre las primeras fiestas patrióticas, instituidas como ‘tradiciones inventadas’ en el contexto mismo de las guerras de Independencia y las primeras décadas de vida republicana, es preciso citar el volumen colectivo dirigido por Pablo Ortemberg, en donde se da cuenta de la aparición de dichas festividades en los países suramericanos (con excepción de Paraguay y Uruguay), Costa Rica, Guatemala y México.22 No conozco una obra de la misma envergadura que aborde el período correspondiente al siglo XIX. Sin embargo, para las conmemoraciones del centenario de Independencia (en los comienzos del siglo XX), una buena referencia es el reciente libro editado por Stephan Scheuzger y Sven Schuster, que reúne estudios sobre los centenarios en Argentina, Paraguay, Colombia, Venezuela y Brasil;23 así como “Ecos centenarios”, la tercera parte del libro editado por Margarita Gutman y Rita Molinos, que presenta trabajos sobre Colombia, Brasil, Chile y varios sobre Argentina.24 En todo caso, cabe aclarar que no todos los textos contenidos en estas compilaciones parten de una perspectiva comparada, por lo que normalmente la tarea de articular las distintas experiencias históricas de cada país en un análisis comparado recae en la introducción o presentación preparada por los editores.

En cuanto a las investigaciones sobre la reciente ola conmemorativa del bicentenario de Independencia en los países latinoamericanos, es importante mencionar el libro ya citado de Gutman y Molinos, en especial la primera parte, “Perspectivas regionales en las vísperas bicentenarias”.25 La segunda parte, “Dimensiones de los bicentenarios nacionales”, presenta estudios aislados sobre el bicentenario en Argentina, México y Chile.26 Así mismo, la obra editada por Margarita Gutman e Ileana Versace reúne estudios de caso sobre la conmemoración bicentenaria en Argentina, Bolivia, Chile, Colombia y México, además de síntesis sobre las conmemoraciones en Uruguay, Paraguay, El Salvador y Venezuela.27 Estas dos publicaciones se inscriben dentro del trabajo que desde 2005 viene realizando el programa Bicentenarios en Acción, de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad de Buenos Aires y del Observatorio para Latinoamérica de The New School de Nueva York.

Algunos artículos abordan la experiencia bicentenaria en perspectiva regional, pero a partir de un tema específico. Por ejemplo, Alvar de la Llosa estudia la importancia del internet, los portales web y las tecnologías de la informatización y la digitalización en el desarrollo de las conmemoraciones de 2010,28 mientras que George Krizmanics se pregunta por las relaciones entre España y los países latinoamericanos partiendo de la legislación mexicana, venezolana y española sobre las conmemoraciones del Día de la Raza (12 de octubre) y del bicentenario.29 Así mismo, existen algunas investigaciones que dan cuenta de la conmemoración del bicentenario en países como Perú, Argentina y Uruguay, que plantean interesantes reflexiones sobre la relación entre nación, memoria y racismo, si bien no en una perspectiva comparada o regional, sino circunscrita al país estudiado.30 En su conjunto, este corpus de investigaciones constituye una pieza clave para la empresa de una historia comparada de las conmemoraciones en América Latina, a la que este trabajo espera aportar.

Por último, quisiera referir a dos libros recientes que denotan un esfuerzo similar al de esta investigación en cuanto a su perspectiva metodológica, por lo cual constituyen antecedentes relevantes para ella. Se trata de dos volúmenes colectivos editados en conjunto por la Universidad Nacional de Colombia-sede Medellín y la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, aparecidos justamente en la coyuntura del bicentenario: Miradas de contraste31 y Estudios comparados de historia moderna y contemporánea.32

En cuanto a las fuentes que alimentaron la obra que el lector tiene entre sus manos, debo mencionar que existe un amplio corpus de documentos de diverso tipo que dan cuenta del contexto de la conmemoración bicentenaria en Colombia y en México. En primer lugar, contamos con los documentos oficiales: decretos presidenciales, actas de las comisiones organizadoras (Alta Consejería para el Bicentenario de la Independencia en Colombia y Comisión Nacional para Conmemorar el Bicentenario del Inicio de la Independencia y el Centenario del Inicio de la Revolución Mexicana en México) y, en el caso mexicano, los reportes y crónicas oficiales del bicentenario.33 En las páginas web que tanto la Presidencia de Colombia como el gobierno federal mexicano dispusieron con ocasión del bicentenario, se pueden consultar los documentos reseñados anteriormente, así como muchos otros de índole oficial. Adicionalmente, dichas páginas sirven como repositorio de la mayoría de actividades, proyectos y conmemoraciones públicas estatales desarrollados durante 2010.34 Finalmente, contamos con las publicaciones de los ministerios u organismos estatales, que sirvieron como política orientadora y como agenda de los eventos conmemorativos.35 Sobre la legislación y planeación conmemorativa a nivel regional e iberoamericano, es pertinente mencionar las actas de reunión y comunicados del Grupo Bicentenario.36 Este tipo de fuente es bastante útil para rastrear y analizar los discursos y posturas oficiales de los Estados en ambos países con respecto al diseño y ejecución de las conmemoraciones del bicentenario.

Como contrapeso a los documentos oficiales, existe una serie heterogénea de documentos alternativos: audiovisuales, fanzines, publicaciones, comunicados de prensa, entre otros, producidos por distintos sectores y movimientos sociales con puntos de vista diversos (por lo general críticos) frente a la historia y la celebración del bicentenario. Es importante tener en cuenta este tipo de fuentes, pues evidencian tensiones, resignificaciones y desplazamientos en las formas de representación del pasado en nuestras sociedades, y, por lo tanto, de tensiones y luchas sociales y políticas en el presente.37

En lo que se refiere a las fuentes secundarias, es importante mencionar que existen diversos estudios sobre el bicentenario en Colombia y en México, que permitieron reconstruir el contexto de las celebraciones en ambos países y proporcionaron información relevante sobre los diferentes casos de estudio que aparecen en cada uno de los capítulos.

Una parte relevante del diseño metodológico se basó en el trabajo de campo: la visita y aproximación etnográfica a los distintos ‘lugares de la memoria’ —por usar la expresión de Nora— y conmemoraciones rituales que surgieron en la coyuntura del bicentenario (2008-2012, aproximadamente). Tuve la oportunidad de visitar exhibiciones, museos, monumentos, memoriales y obras públicas, entre otros. En lo que respecta a las conmemoraciones rituales de carácter performativo y efímero (espectáculos, desfiles, ceremonias, etc.) y las exhibiciones museográficas de carácter temporal, realicé trabajo de campo para el caso colombiano, participando en las principales actividades conmemorativas en Bogotá, especialmente durante el mes de julio de 2010. En México, me aproximé a dichos acontecimientos conmemorativos a partir de otras fuentes: prensa, registro audiovisual, catálogos, etc.

Por otro lado, la investigación contempló una exhaustiva revisión de prensa. Fueron consultados los principales diarios de ambos países: El Espectador y El Tiempo en Colombia y El Universal, La Jornada, Excélsior y Reforma en México. Esta exploración permitió dar cuenta de cuáles fueron los eventos conmemorativos más resaltados por la opinión pública y cuáles fueron invisibilizados, a la vez que aportó información valiosa sobre la forma en que estos fueron recibidos y reapropiados por la población. La búsqueda y análisis se concentró en julio de 2010 para el caso colombiano y en septiembre de 2010 para el mexicano.

De acuerdo con mi problema de investigación, este conjunto heterogéneo de fuentes se organizó en torno a diversos registros o formas discursivas de la memoria social: rituales conmemorativos, museos, monumentos, turismo y publicidad. Dentro de cada uno de estos, tomé la decisión metodológica de escoger uno o varios ejemplos representativos por cada país para poder llevar a cabo el ejercicio comparativo. Es evidente que estas elecciones son hasta cierto punto arbitrarias, y en ningún caso tienen una pretensión de explicación total del bicentenario en los dos países. Sin embargo, los ejemplos pueden ser pensados como indicios de las contradicciones, tensiones, rupturas y continuidades de los regímenes de historicidad y las representaciones de la nación en nuestras sociedades durante el bicentenario. Se trata de recortes sobre el objeto de investigación-bicentenario, a partir de los cuales me propuse identificar las distintas formas de entender, representar y exhibir el pasado; las voces y los silencios que operaron durante la conmemoración de 2010.

En este sentido, los objetos de estudio —y por extensión los documentos (entendidos en sentido amplio)— seleccionados fueron: la celebración del 20 de julio y del 15/16 de septiembre de 2010; las exposiciones presentadas en el Palacio Nacional y en el Museo de la Independencia-Casa del Florero en ese mismo año; el monumento conmemorativo Estela de Luz y el Memorial por la Vida del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación de Bogotá; las rutas de turismo histórico implementadas por los gobiernos de ambos países y algunos anuncios publicitarios que circularon en la prensa con ocasión del bicentenario.

El trabajo está estructurado a partir de cada uno de los objetos de estudio propuestos, en cuyo análisis se pone en juego la hipótesis central, a la vez que salen a la luz las especificidades de cada registro o forma discursiva. El primer capítulo se divide en dos partes. En un primer momento, ofrezco una definición teórica de la conmemoración en tanto fenómeno social con una fuerte carga afectiva, asociado a la temporalidad, la elaboración de la memoria, la construcción de las identidades y la confrontación política. Allí son introducidas dos categorías de capital importancia para el desarrollo del libro: regímenes de historicidad y políticas de la conmemoración. Posteriormente, presento el marco contextual, en donde se da cuenta de la situación de México y Colombia al momento de la conmemoración del bicentenario, y se describen las principales agendas y actividades conmemorativas —tanto estatales como de otros actores sociales— que tuvieron lugar en ambos países con motivo del bicentenario.

En el segundo capítulo, abordo las celebraciones y actividades conmemorativas del 20 de julio en Colombia (apertura de la urna centenaria, desfile militar, Gran Concierto Nacional en Bogotá y Quibdó, Fiesta de la Independencia) y del 15 y 16 de septiembre en México (desfile histórico, conciertos y verbena en el Zócalo, Grito de Dolores, desfile militar, celebraciones regionales). En ambos casos, doy cuenta de las conmemoraciones alternativas y disidentes protagonizadas por diversos sectores de la sociedad.

El tercer capítulo parte de entender al museo como uno de los ‘lugares de memoria’ más significativos de las coyunturas conmemorativas, y explora los relatos históricos representados en dos casos de estudio: México 200 años. La patria en construcción, que se llevó a cabo en el Palacio Nacional (2010-2011); y el proyecto de renovación del Museo de la Independencia-Casa del Florero (2008-2010), lugar de memoria por excelencia (escenario del mito fundacional de la nacionalidad colombiana: la refriega del florero de Llorente) que se transformó radicalmente para el bicentenario.

El cuarto capítulo trata sobre la monumentaria y las marcas territoriales en el espacio público. Los monumentos y memoriales son, de hecho, parte central en los procesos de elaboración de la memoria social, particularmente durante la celebración de conmemoraciones rituales. Los ejemplos escogidos son la Estela de Luz, monumento que estuvo rodeado de polémicas por sus demoras y problemas de ejecución (lo cual nos ayuda a reconstruir la historicidad de este bicentenario) y el Memorial por la Vida del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación: monolito, archivo y espacio de exhibición en el corazón de Bogotá comprometido con las víctimas de la violencia del conflicto interno armado en Colombia.

En el quinto capítulo planteo el problema de la mercantilización de la historia: el posicionamiento, en el capitalismo global, del pasado como un bien de consumo, y su relación con identidades nacionales o de otro tipo. Para ello, me detengo en dos tipos de registros: las rutas de turismo histórico y la publicidad. Por un lado, analizo las “Rutas 2010. Los caminos de la historia. Rutas y sitios del Bicentenario y Centenario en el Sistema Carretero Nacional” y el proyecto “México es mi museo”, que instaló módulos informativos que funcionaban por tecnología de mensaje de texto (telefonía móvil) en distintos puntos del país; así como las “Rutas del bicentenario de las independencias” de Colombia, particularmente “Por los caminos de la ruta libertadora. Una historia con futuro”. Por otro, estudio algunas representaciones visuales y textuales de la historia presentes en distintos anuncios publicitarios publicados en la prensa de ambos países durante sus respectivos meses de festejos patrióticos.

Finalmente, en las conclusiones expongo algunas consideraciones generales sobre el bicentenario derivadas de la investigación, retomo las principales ideas de cada capítulo y dejo abierta una reflexión sobre el fenómeno de la recepción de las representaciones y discursos producidos en las formas discursivas analizadas en los capítulos precedentes, por parte de diversos actores sociales, que tuvieron su propia ‘versión del bicentenario’.

Notas

1 La expresión es de Pierre Nora, Pierre Nora en Les lieux de mémoire, 167.

2 Perú, que fuera el bastión realista de América del Sur durante las guerras de Independencia, no conmemora como México y Colombia el inicio de los levantamientos, sino su culminación: la proclamación de la Independencia del Perú por parte de José de San Martín (1821), aunque habría que esperar hasta las batallas de Junín y Ayacucho (1824), en donde triunfaron las tropas de Simón Bolívar, para que esta se consumara definitivamente. El Alto Perú (la actual Bolivia), por su ubicación estratégica entre los virreinatos del Perú y del Río de la Plata, fue un escenario de disputa entre realistas e independentistas desde la Revolución de Chuquisaca (1809) hasta 1825, cuando los independentistas peruanos y grancolombianos liderados por Sucre intervienen en la guerra y contribuyen a la Independencia y la formación del nuevo Estado-nación. Por último, la Independencia de Brasil es un caso sui generis, tanto por el establecimiento de la familia real y la sede del imperio portugués en Río de Janeiro a partir de la invasión napoleónica a Portugal en 1808, como por la decisión del príncipe regente Dom Pedro (hijo del rey Dom João VI, quien retorna a Europa en 1821) de desafiar a las cortes portuguesas —que limitaron su poder y tomaron medidas que socavaron la soberanía de los brasileros— y declarar la Independencia de Brasil con el apoyo de los liberales y los bonifacios en 1822.

3 Juan Camilo Escobar y Adolfo León Maya, “Memorar, conmemorar y representar las independencias iberoamericanas”.

4 Eduardo Restrepo, “¿Quién imagina la Independencia? A propósito de la celebración del bicentenario en Colombia”, 74.

5 William Beezley y David Lorey, “Introduction. The Functions of Patriotic Ceremonies in Mexico”, x. Nota: todas las citas textuales de obras en idiomas diferentes al castellano que aparecen en este trabajo son traducción mía.

6 “Régimen de historicidad” es un concepto planteado por el historiador François Hartog, que se refiere a los tipos de relación y experiencia que una comunidad humana sostiene con el tiempo y con su devenir histórico. Esta categoría, central para la presente investigación, será desarrollada en profundidad en el capítulo 1. François Hartog, Regímenes de historicidad. Presentismo y experiencias del tiempo.

7 Lidia Girola, “Representaciones sociales, cambios en los imaginarios y conmemoración. Una propuesta de análisis comparativo entre los festejos de 1910 y 2010”. Para Mónica Lacarrieu, es evidente un contraste entre la “pesadez” de la conmemoración de la modernidad (el centenario) y la “levedad” de la conmemoración de nuestro siglo, “en el que las imágenes se diluyen rápidamente, los monumentos son cuestionados por las voces y prácticas culturales de quienes fueron relegados en aquel contexto, y los archivos, a decir de Arjun Appadurai, se tornan vivientes en el marco de las nuevas tecnologías”. “Bicentenarios latinoamericanos: ¿nuevos contextos de interpelación conmemorativa?”, 96.

8 Tanto en Colombia como en México el discurso gubernamental presentó al bicentenario como una conmemoración plural y diversa, propia de naciones que se asumen como multiculturales. Así, en Colombia, uno de los objetivos del bicentenario fue el de “promover nuevas narrativas, nuevos relatos y nuevas formas de interpretación de la historia, incluyentes y plurales, que garanticen el diálogo entre la historia nacional y las historias locales”, mientras que en México se tuvo en cuenta desde la planeación de la conmemoración “la integración pluricultural de la nación para que la organización y realización de los festejos sean incluyentes de toda la sociedad mexicana y los mexicanos en el exterior”. Presidencia de la República, Documento marco Bicentenario de la Independencia República de Colombia 1810-2010, 10; Presidencia de la República, Decreto por el que se declara al año 2010 como Año del Bicentenario del Inicio del Movimiento de Independencia Nacional y del Centenario del Inicio de la Revolución Mexicana.

9 Nora, Pierre Nora; Hartog, Regímenes; Pierre Vilar, Memoria, historia e historiadores.

10 Hartog señala cómo diversos regímenes de historicidad pueden coexistir en un momento histórico específico. Regímenes, 132. Hans Ulrich Gumbrecht, por su parte, menciona que una de las características del cronotopo (concepto que podríamos utilizar acá como sinónimo de régimen de historicidad) actual es la simultaneidad de temporalidades y experiencias que coexisten en un “presente ampliado”, incluyendo, paradójicamente, el cronotopo moderno-historicista. Después de 1945. La latencia como origen del presente.

11 Conviene aquí recordar que, “aunque las instituciones estatales son actores claves en la construcción de narrativas históricas, no son monolíticas. Algunas veces hay fisuras internas, y otras veces las instituciones responden a presiones de grupos externos e incluso de individuos estratégicamente situados”. Daniel Walkowitz y Lisa Maya-Knauer, eds., Contested Histories in Public Space. Memory, Race and Nation, 18. La conmemoración del bicentenario en México y Colombia, como veremos a lo largo de esta investigación, no estuvo exenta de tales fisuras y respuestas.

12 Retomo la idea de “formas discursivas” de Perla Chinchilla, “Las ‘formas discursivas’, una propuesta metodológica”.

13 Sobre la producción historiográfica reciente del período de la Independencia, pueden consultarse los balances de Germán Mejía, “Noticias bibliográficas: conmemoración fiestas de la Independencia en Colombia”; e Hilda Iparraguirre y Graciela Fabián, “Entre imperio y naciones. La historiografía de la Independencia en América vista desde México”. Un estado del arte similar, para el caso argentino, aparece en Eugenia Molina, “Relatos sobre los orígenes de la nación. Un balance historiográfico de la producción argentina sobre el proceso revolucionario desde el Bicentenario”.

14 Se trata de historias compartidas y en ocasiones conectadas, tanto por los rasgos en común de las civilizaciones indígenas mesoamericanas y andinas como por la experiencia en común del imperialismo y la colonialidad posterior a la conquista española. Johanna Broda, “Historia comparada de las culturas indígenas de América”, 75-78. Para el concepto de historias conectadas, retomo el trabajo de Sanjay Subrahmanyam, quien lo propone como una herramienta teórico-metodológica deudora de la historia comparada (aunque se distancie en algunos puntos de esta), útil para investigar las complejas relaciones económicas, políticas y culturales entre los imperios y las colonias, así como la emergencia de la modernidad en las naciones que surgen de estos procesos imperiales y coloniales (en su caso, Eurasia en general e India en particular). “Connected Histories. Notes Towards a Reconfiguration of Early Modern Eurasia”.

15 Marc Bloch, Historia e historiadores, 107-108. Bloch insistió sobre el método comparativo o historia comparada y sobre su proyecto de historia comparada de las civilizaciones europeas en varios artículos, reseñas y conferencias publicados originalmente entre 1928 y 1934, tales como “Comparación”, “A favor de una historia comparada de las civilizaciones europeas” y “Un viaje a través de la historia comparada”, que han sido compilados en el libro Historia e historiadores. El problema de la comparación en historia resurgió en la década de los ochenta con el debate de los límites de la representación historiográfica del Holocausto judío, en torno a la comparabilidad o no de este evento traumático. Dominick La Capra, Representar el Holocausto. Historia, teoría, trauma. Al respecto, comenta Enzo Traverso: “Podemos calificar a la Shoah de ‘crimen único’ en la historia, pero no hay duda de que tuvo predecesores y de que su singularidad se debía, sobre todo, a la fusión de varios elementos ya presentes, de manera separada, en la historia de Europa y del colonialismo”. La historia como campo de batalla. Interpretar las violencias del siglo XX, 191.

16 Bloch, ibid., 112.

17 Marcel Dettiene, Comparar lo incomparable. Alegato a favor de una ciencia histórica comparada, 41.

18 Ibid., 25-28.

19 Medófilo Medina, “La historia comparada: retos y posibilidades para la historiografía colombiana”, 25.

20 Alicia Mayer, comp., Historia e historiografía comparadas, 6.

21 François Hartog, “El régimen moderno de historicidad puesto a prueba con las dos guerras mundiales”, 52.

22 Pablo Ortemberg, dir., El origen de las fiestas patrias. Hispanoamérica en la era de las independencias.

23 Stephan Scheuzger y Sven Schuster, eds., Los centenarios de la independencia: representaciones de la historia patria entre continuidad y cambio.

24 Margarita Gutman y Rita Molinos, eds., Construir bicentenarios latinoamericanos en la era de la globalización, 313-438.

25 Ibid., 25-100. Ver, en particular, Margarita Gutman, “Planes y expectativas de conmemoración (2000-2009)” y Mónica Lacarrieu, “Bicentenarios”.

26 Ibid., 103-310.

27 Margarita Gutman e Ileana Versace, eds., Bicentenarios en acción: conmemoración, crisis económica y movilización política en América Latina.

28 Alvar de la Llosa, “Bicentenarios digitales. Celebraciones en la red”.

29 George Krizmanics, “Políticas públicas de memoria en la Comunidad Iberoamericana de Naciones: el 12 de octubre y los bicentenarios de la Independencia en las legislaciones de España, México y Venezuela”.

30 Juan Luis Orrego, “Hacia el bicentenario: cómo conmemorar la Independencia en 2021”; Gustavo Verdesio, “El día de la Independencia o doscientos años de incertidumbre: la indecidibilidad de una fecha en el Uruguay post-Independencia”; Mario Rufer, “De las carrozas a los caminantes: nación, estampa y alteridad en el bicentenario argentino”.

31 Renzo Ramírez Bacca y Alexander Betancourt, comps., Miradas de contraste. Estudios comparados sobre Colombia y México. Los capítulos exploran una multiplicidad de temas, como el papel de las academias de historia en el siglo XIX (Antioquia y San Luis Potosí), historia urbana y migración (Medellín y San Luis Potosí), literatura (Tomás Carrasquilla y Mariano Azuela), colonización en zonas cafeteras (Tapachula y Tolima), Independencia (Centroamérica).

32 Renzo Ramírez Bacca, comp., Estudios comparados de historia moderna y contemporánea. El caso de México y Colombia