A través de esta colección se ofrece un canal de difusión para las investigaciones que se elaboran al interior de las universidades e instituciones públicas del país, partiendo de la convicción de que dicho quehacer intelectual sólo está completo y tiene razón de ser cuando se comparten sus resultados con la comunidad. El conocimiento como fin último no tiene sentido, su razón es hacer mejor la vida de las comunidades y del país en general, contribuyendo a que haya un intercambio de ideas que ayude a construir una sociedad informada y madura, mediante la discusión de las ideas en la que tengan cabida todos los ciudadanos, es decir, utilizando los espacios públicos.
Con la colección Pública Social se busca darle visibilidad a trabajos elaborados en torno a las problemáticas sociales para ponerlos en la palestra de la discusión.
Títulos de la colección
Gestión y desarrollo de la micro, pequeña y mediana empresa. Investigación económica
Edgar Sansores Guerrero y Sergio Monroy Aguilar (coords.)
ISBN: 978 607 8348 68 8
El pensamiento filosófico de Joaquín Sánchez Macgrégor
Roberto Mora Martínez
ISBN: 978 607 8348 58 9
Los salarios y el compromiso de los trabajadores (más dinero = ¿mayor entrega?)
Luis Fernando Arias Galicia
ISBN: 978 607 8450 07 7
La integración excluyente. Experiencias, discursos y representaciones de la pobreza urbana en México
María Cristina Bayón
ISBN: 978 607 8348 88 6
Experiencias de salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial. Nuevas miradas
Cristina Amescua Chávez e
Hilario Topete Lara (coords.)
ISBN: 978 607 8348 86 2
Inversión extranjera directa en América Latina: una revisión en los albores del siglo XXI
María Esther Morales Fajardo
y Leobardo de Jesús Almonte (coords.)
ISBN: 978 607 8450 04 6
Donde no hay nadie: cultura, conocimiento y conservadurismo en América Latina
Marcos Cueva Perus
ISBN: 978 607 8450 26 8
Esta publicación fue financiada con recursos del Profocie 2014.
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Primera edición, octubre de 2015
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ISBN: 978-607-8450-21-3 (Bonilla Artigas Editores)
ISBN: 978-607-8434-61-9 (UAEM)
ISBN ePub: 978-607-8450-48-0
Coordinación editorial: Bonilla Artigas Editores
Lectura y formación: Priscila Pacheco
Diseño de portada: Teresita Rodríguez Love
Hecho en México
Contenido
Introducción
Primera Parte
Legado cultural de la formación del Ingeniero en Desarrollo Rural
Capítulo I
Retrospectiva del Sistema de Integración al Medio Rural
Introducción
Origen y periodos del Sistema de Integración al Medio Rural
Metodología del SIMR
Etapas del SIMR
Propuesta de reactivación del SIMR
Conclusión
Segunda Parte
Innovación de la estrategia de formación del IDR
Capítulo II
La praxis histórica de los alumnos en el SIMR
Balance por generaciones de estudiantes en el SIMR
Contradicciones del SIMR
Aportaciones del SIMR
Referentes teóricos del SIMR
Procesos de construcción
Estrategias de aprendizaje
Reconstrucción conceptual del SIMR
Tercera Parte
Horizontes abiertos de vinculación
Capítulo III
Pertinencia del SIMR en el contexto actual
El SIMR en el nuevo plan de estudio de IDR
Escenarios de acción
Conclusión
Capítulo IV
Experiencias comunitarias de vinculación universitaria
Primer caso
La estrategia de desarrollo comunitario
Segundo caso
Conclusiones finales
Bibliografía
Anexo. Galería Fotográfica
Sobre los autores
Introducción
El primer programa educativo de Ingeniería en Desarrollo Rural (IDR) inicia, en febrero de 1979, en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM). De acuerdo con los que elaboraron el proyecto: “Se partía del supuesto de que siendo Morelos la cuna del agrarismo, debería ofrecer una carrera que recogiendo los ideales del movimiento zapatista y las demandas más sentidas del campesinado, se orientara a la solución de ellas, partiendo de la base de una formación teórica-técnica que le posibilitara la incorporación a la comunidad con una visión integral del proceso que en ellas se presenta”.1 En ese año, se celebraban los cien años del natalicio del General Emiliano Zapata Salazar y, con la aprobación y puesta en marcha del proyecto curricular mencionado, las autoridades de la UAEM consideraban una manera importante de honrar su memoria.
A nivel nacional, se presentaba una crisis agrícola impactante: el país se convirtió de exportador a importador de alimentos, en particular de maíz. La importación anual de granos fue de 3.8 millones de toneladas durante el periodo 1977-1979,2 lo que representó un peligro de dependencia alimentaria. Asimismo, se observó una alarmante polarización social de la agricultura.3
En este contexto, surgieron voces que cuestionaron tanto el contenido como el alcance de la formación del ingeniero agrónomo. Se consideró incorporar una variable más en su preparación: la socioeconómica. En el caso de la UAEM, “además se tuvo la oportunidad de presentarlo a asesores del Banco Interamericano de Desarrollo, quienes opinaron que el proyecto debería reforzarse en el aspecto socioeconómico”.4
En efecto, de modo paulatino, varias escuelas de agricultura habían modificado planes de estudio, asumiendo el aspecto social: la Universidad Autónoma Chapingo (UACH) con el especialista en sociología rural. La Escuela Superior de Agricultura “Hermanos Escobar” de Ciudad Juárez, Chihuahua, con el ingeniero agrónomo especialista en economía agrícola y desarrollo rural. De manera similar, la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro (UAAAN) de Saltillo, Coahuila, con el ingeniero agrónomo especialista en desarrollo rural.
Por parte de la UACH, se implementaban también los Trabajos de Campo Universitarios, en los que: “los futuros profesionistas de la agronomía deberán tener su punto de partida en el conocimiento de la realidad que vive la mayoría de la población del medio rural y que el educando debe adquirir una conciencia social y crítica que lo motive a promover y participar en la solución de los problemas cotidianos de los campesinos”.5
Dicho planteamiento coincidía con el de los fundadores del proyecto IDR, en tanto una de las características fundamentales de su perfil expresaba la necesidad de la incorporación a la comunidad. En el primer documento curricular, se indicaba como “modelo de incorporación a la comunidad” y se llevaba a la práctica en los últimos semestres de la carrera. Se concretaba entonces la idea: “se buscaba capacitar a un profesional que funja como promotor de la comunidad, con impulso e iniciativa para presentar proyectos y apoyar a la comunidad en la cristalización de los mismos”.6
Los anteriores postulados curriculares de vinculación con la comunidad, a finales de la década de 1970, se constituyeron en praxis permanente en algunas instituciones educativas agropecuarias, con resultados diversos, pero enriquecidos con la participación campesina. Se vuelve una necesidad hacer visible este corte histórico y sus contribuciones, en especial el del IDR, porque siguen prevaleciendo sus premisas singulares, que cobran sentido en la UAEM con el modelo universitario de extensión y con el sustento filosófico del plan de trabajo de la rectoría actual 2012-2018: “El Plan postula una visión humanista para la construcción colectiva de una universidad con calidad y compromiso social en favor de las grandes mayorías, de los jóvenes de hoy y de los que están por venir”.7
En el presente trabajo se incluyen tres momentos diferenciados: en el primer capítulo, se expone el planteamiento medular del SIMR, como legado cultural de la formación del IDR, con la metodología y etapas del mismo y algunos intentos, a posteriori, de reactivar el SIMR.
La descripción de la praxis histórica de las doce generaciones que participaron en el Sistema de Integración al Medio Rural del primer plan de estudios, se aborda en el segundo capítulo, donde se exponen conceptos y nociones desde el enfoque del constructivismo, que hacen inteligible lo que hicieron los estudiantes en su vinculación. Y se articulan teoría y práctica para dar cuenta de los hallazgos que suscita la práctica de los estudiantes en el campo conceptual.
En el tercer capítulo, se expresa una propuesta para incorporar el programa del SIMR renovado en el tercer plan de estudios con el que ha contado el Programa Educativo (PE) de IDR.
El cuarto capítulo da cuenta de dos experiencias importantes de vinculación comunitaria cuyos resultados sorprenden porque sus logros aún continúan. Tanto en Chalcatzingo, como en Buenavista del Monte, la semilla educativa depositada, sigue dando frutos.
Lo mismo pasa con el SIMR: ahora los egresados lo retoman y hacen innovaciones con base en su trayectoria profesional y heredan a las nuevas generaciones la riqueza de su conocimiento y experiencia.
Notas del capítulo
1) Facultad de Ciencias Agropecuarias. Propuesta curricular, Carrera de Ingeniería en Desarrollo Rural, p. 5.
2) José Luis Calva. Crisis agrícola y alimentaria en México 1982-1988, p. 13.
3) La polarización se consideraba como la concentración de los medios de producción, del progreso técnico y del ingreso rural en manos de agricultores pudientes en contraposición a una agricultura de subsistencia, donde predominaban los campesinos, con la mayor parte de los predios de producción agropecuaria. Fernando Rello y Rosa Elena Montes de Oca, “Acumulación de capital en el campo mexicano”, p. 61.
4) Op. cit., p. 6.
5) Bernardino Mata. “Trabajos de campo universitarios: hacia una educación comprometida”, p. 490.
6) Bernardino Mata, op. cit., p. 6.
7) UAEM/Alejandro Vera Jiménez. Plan de trabajo 2012-2018, p. 3.